Trascendental decisión de Morsi
Jaque mate al ejército egipcio de Mubarak
Desde principios de abril, cuando
se convrirtió en uno de los candidatos oficiales de las primeras elecciones
presidenciales tras la revolución, la mayoría de los observadores políticos
empezaron a menospreciar al Dr. Mohammad Morsi tildándole de político débil y
mediocre. En realidad, era un contendiente accidental al ser el
candidato-suplente de la primera opción de los Hermanos Musulmanes (HM), el
destacado dirigente Jairat Al-Shater. Los HM presentaron a Morsi como candidato
de apoyo el último día del plazo de presentación de las candidaturas porque se
preveía, acertadamente, que el Tribunal Supremo Constitucional (TSC), proclive
al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), iba a descalificar a su primer
candidato.
Como el CSFA de Egipto se había hecho con el poder en febrero de 2011, muchos
observadores creían que existía un entendimiento tácito entre el poderoso
ejército egipcio y los HM, el grupo social y político más organizado de Egipto.
Durante los dieciocho meses siguientes, esta compleja y en gran media
conflictiva relación que se desarrollaba entre bambalinas entre esas dos
poderosas entidades tuvo sus altibajos.
Cuando el CSFA se alineó con millones de egipcios para derrocar a Hosni
Mubarak a principios de febrero de 2011, no fue para promover los objetivos de
la revolución sino para sacrificar al presidente a
fin de salvar su régimen. A lo largo de 2011, hubo tres centros de poder en
el país: el CSFA, con su evidente poder militar, los HM, con su enorme capacidad
de organización y movilización de masas, y el resto de grupos revolucionarios y
de base (dominados por los jóvenes pero sin organización ni experiencia a nivel
político) que tomaron las calles durante todo el año mientras pagaban un
terrible precio con docenas de mártires, centenares de heridos y miles de
detenidos que tuvieron que pasar por la farsa de los juicios militares.
Cuando el CSFA se dedicó a aplastar a los grupos revolucionarios, sobre todo
durante el otoño de 2011, los HM se abstuvieron de desafiar al ejército porque
estaban en medio de su campaña por las elecciones presidenciales. En enero de
2012, quedó claro que los grupos islamistas con los HM al frente habían ganado
casi el 75% de los escaños de ambas cámaras parlamentarias. Cuando los HM
ganaron fuerza y pidieron que se les permitiera formar el próximo gobierno, el
CSFA se negó y amenazó al grupo con disolver el Parlamento. Poco después, los HM
se echaron atrás de su promesa pública de no presentar candidato e incluso
presentaron dos candidatos presidenciales.
En cuestión de días, el ejército dio a conocer el candidato que preferían, el
general Ahmad Shafiq, el último Primer Ministro del régimen de Mubarak. En
consecuencia, la tensión entre los dos grupos se puso en evidencia mientras el
CSFA y el estado profundo egipcio (donde los residuos del régimen de Mubarak
ocupaban aún posiciones estratégicas y tenían bajo su control la burocracia
estatal) hacían cuanto estaba en su poder durante la primera vuelta de las
elecciones presidenciales a finales de mayo para dividir a la oposición y apoyar a su candidato
para conseguir que pasara a la segunda vuelta.
A pesar de su recelo hacia los HM a causa de las promesas rotas del pasado,
los grupos revolucionarios se unieron en gran medida
detrás de Morsi (el otro ganador de la primera vuelta), que apenas había
ganado solo el 51% de los votos, en la última vuelta de las elecciones. Cuando
en el último día de la última vuelta de las elecciones, el 17 de junio, quedó
patente que su candidato podía perder, el CSFA tomó el poder de forma
arrolladora a la vez que disolvía del Parlamento dominado por los HM, reclamaba
para sí todos los poderes legislativos, emitía
una declaración constitucional que reducía sobremanera el papel del puesto
de Presidente y se asignaba el derecho a designar el comité que redactara la
constitución en caso de que el Tribunal Supremo Constitucional (TSC), como se
temía, invalidara el actual comité. En resumen, en el momento en que Morsi hizo
el juramento de su toma de posesión el 30 de junio, el CSFA –que en lo esencial
había sido quien había gobernado el país durante los últimos 16 meses-
controlaba eficazmente los resortes más importantes del poder relegando al
elegido Presidente al puesto de figurón con una autoridad reducida.
A finales de la primera semana de su presidencia, Morsi emitió una
proclamación presidencial restituyendo el Parlamento, a la vez que pedía nuevas
elecciones parlamentarias poco después de que el pueblo aprobara la Constitución
en un referéndum nacional. En cuestión de 48 horas, el TSC lo invalidó
velozmente y anuló su decisión mientras afirmaba la declaración constitucional
del CSFA. Morsi aceptó a regañadientes tal decisión para evitar una
confrontación inminente que confirmó en las mentes de sus detractores su
debilidad e ingenuidad política.
La retirada táctica de Morsi de su primer desafío al poder del CSFA
envalentonó a los residuos del régimen de Mubarak, que emprendieron una
concienzuda campaña pública menospreciando y socavando al recién elegido
Presidente islamista. Apenas un mes en la presidencia, sus oponentes, que
incluían no solo al CSFA y a los partidarios de Shafiq sino también a grupos
laicos y liberales anti-islámicos, convocaron para el 24 de agosto protestas
masivas para sacarle del poder bajo el eslogan “Derribando el gobierno de la
Hermandad”.
Mientras tanto, Morsi tenía dificultades para formar gobierno mientras
enfrentaba innumerables obstáculos, ya que la mayor parte de los grupos
políticos y personalidades importantes trataban de imponer exigencias
inaceptables que restringían su autoridad presidencial. A finales de julio, se
decidió por un gabinete dominado por tecnócratas. De los 35 puestos del
gabinete, solo diez Ministros representaban a las personalidades favorables a la
revolución, cinco de los cuales eran de su propio Partido por la Justicia y la
Libertad (PJL), afiliado a los HM.
Sin embargo, estos ministros de gabinete ocupaban algunos de los puestos
estratégicos del gobierno, lo que ofrecía grandes esperanzas de poder realizar
reformas estructurales a largo plazo, incluyendo los Ministerios de Vivienda,
Trabajo, Información, Educación y Juventud. Pero quizá el nombramiento más
importante fue el del juez Ahmad Maqi como nuevo Ministro de Justicia. Maqi era
famoso por ser uno de los críticos más valientes de Mubarak y por ser desde
hacía mucho tiempo un paladín de la independencia judicial. Tras asumir su
puesto adoptó de inmediato una serie medidas orientadas a tal fin.
Pero muchos otros de los Ministros eran también como una especie de prórroga
de anteriores gabinetes, incluyendo al relativamente desconocido Ministro de
Recursos Hídricos, el Dr. Hisham Qandil, de 50 años, que fue elevado al puesto
de Primer Ministro. Aunque considerado por muchos como un peso ligero, el
relativamente joven Primer Ministro, que se educó en EEUU, está bien considerado
por su eficiencia y honestidad. Morsi también retuvo al jefe del CSFA, el
Almirante de Campo Hussein Tantawi como Ministro de Defensa y a los Ministros de
Asuntos Exteriores y Defensa, así como a los jefes de inteligencia y otros altos
dirigentes del ejército y la seguridad. La mayoría de los observadores
concluyeron que Tantawi, es decir, el CSFA, y las agencias de seguridad habían
ganado este round e iban a tener por tanto el control efectivo de los puestos
estratégicos más importantes del gobierno.
Durante el primer mes de su presidencia, Morsi trató a las instituciones
militares y a los dirigentes del CSFA no solo extraordinario respeto sino
incluso con reverencia mientras trataba de ganarse su confianza. Muchos
asumieron que había aceptado la proclamación constitucional del CSFA que le
relegaba a un papel secundario. La mayoría de los dignatarios extranjeros que
visitaban Egipto, incluida la Secretaria de Estado Hillary Clinton, trataban de
reunirse no solo con Morsi sino también con Tantawi. Incluso dentro del país sus
breves declaraciones estuvieron llenas de torpeza porque aconsejó al Presidente
y al jefe del CSFA que trabajaran juntos como si el país tuviera funcionando con
dos jefes de estado.
Pero lo que nadie fue capaz de ver fue que durante ese tiempo, Morsi se
dedicó a estudiar las relaciones de poder dentro del CSFA y otras agencias de
seguridad. Durante ese breve período pudo identificar a los militares y jefes de
la seguridad leales a Tantawi y a su jefe de gabinete, el General Sami Anan.
Resumiendo, que estaba esperando el momento adecuado para dar una serie de pasos
que supusieran una mínima confrontación. Afortunadamente para él, la oportunidad
se le presentó bastante pronto.
El 5 de agosto, en medio del sagrado mes del Ramadán, docenas de militantes
no identificados, por motivos no aclarados y sin ninguna provocación, atacaron
un puesto de control en el Sinaí en la frontera entre Gaza y Egipto cuando los
desprevenidos soldados estaban rompiendo su ayuno, matando a dieciséis guardias
e hiriendo a siete. Como consecuencia, la nación quedó conmocionada y furiosa.
Muchos analistas y comentaristas políticos culparon al ejército de la falta de
seguridad al descuidar sus principales deberes de proteger y asegurar las
fronteras mientras sus dirigentes se dedican totalmente a la política y a
gobernar el país a pesar de que hay elegido un presidente civil.
Morsi aprovechó el momento de inmediato y visitó el Sinaí dos veces en una
semana declarando que estaba decidido a restaurar la seguridad y castigar a los
autores. Sin embargo, sus críticos se aprovecharon también del trágico ataque
para llamarle débil e ineficaz. El 7 de agosto, Morsi canceló su prevista
asistencia a los funerales de los soldados caídos al darse cuenta que podía ser
atacado físicamente por los residuos del régimen de Mubarak. En efecto, muchas
personalidades públicas consideradas por esos residuos como seguidores de Morsi,
incluido Qandil, su Primer ministro, y el ex candidato presidencial, el Dr.
Abdelmoneim Abul Futuh, fueron atacados e insultados durante la procesión de
funeral mientras se jaleaba a los dirigentes del CSFA y a otras figuras del
régimen de Mubarak.
Al día siguiente, el 8 de agosto, Morsi aprovechó la oportunidad y cesó al
jefe de la inteligencia, Murad Mowafi, que era el sustituto de Omar Suleiman
cuando Mubarak designó a este como su Vicepresidente en enero de 2011, en el
momento álgido de las protestas populares. También despidió a otros dos miembros
del CSFA (los jefes de la policía militar y la fuerza de seguridad de El Cairo)
y les sustituyó con oficiales de su confianza. Bajo las intensas presiones
públicas, Tantawi y el CSFA no pudieron objetar nada aunque esas decisiones
estaban técnicamente dentro de sus prerrogativas porque la proclamación
constitucional del 12 de julio prohibía al Presidente que designara o cesara a
cualquier personal militar u oficial de alto rango.
El 12 de agosto por la mañana, Morsi, calladamente, llamó al jefe de la
inteligencia militar, el teniente general Abdelfatah El-Sisi, de 57 años, y al
jefe del tercer ejército, el teniente general Sedqi Sobhi, de 55 años, ambos
miembros actuales del CSFA que tras las bambalinas tenían una posición crítica
respecto a Tantawi, de 76 años, y Anan, de 74, por descuidar el ejército y
ponerse a hurgar en la política. Morsi no solo les promovió a generales sino que
también les ofreció los puestos de Ministro de Defensa y Jefe de Gabinete,
respectivamente. Tras aceptar sus nuevos cometidos, prestaron juramente ante el
Presidente, su Primer Ministro y otros asesores presidenciales.
Morsi convocó entonces a Tantawi y Anan a una reunión para esa tarde.
Calmadamente, les dio las gracias por sus servicios y les informó que les había
cesado y que sus sustitutos ya habían prestado juramento. También convocó al
general encargado del presupuesto militar, el teniente general Mohammad Nash.
Tras asegurarle que no le había cesado, Morsi ordenó al general Nasr que le
informara de los detalles de la situación financiera en el Ministerio de Defensa
como señal del comienzo de una nueva era frente a Tantawi y Anan.
Morsi trató también de calmar cualquier sensación de malestar en los
generales cuando envió una señal inequívoca a los dirigentes militares egipcios
de facto durante el período transitorio de que no iba a juzgarles ni a
humillarles al informarles de que les honraría en público concediéndoles el
Collar del Nilo y de la República, las distinciones más altas del país. También
les nombró asesores presidenciales. Sin embargo, al parecer ambos se quedaron
atónitos. Según iban saliendo del palacio presidencial, se escuchaba a Tantawi
maldecir airado.
De inmediato, el portavoz de Morsi, Yasir Ali anunció una conferencia de
prensa televisada a nivel nacional que el presidente había cancelado el 17 de
junio cuando se produjo la declaración constitucional del CSFA asignándose
muchos de los poderes presidenciales y legislativos. Anunció asimismo una nueva
declaración constitucional por la que transfería, devolviéndoselos al
presidente, los mismos poderes que el CSFA se había adjudicado en su anterior
declaración, incluidos los poderes legislativos en ausencia de Parlamento y el
nombramiento y cese de oficiales militares.
Durante la conferencia de prensa, Ali anunció también el nombramiento de un
nuevo Vicepresidente, el juez Mahmud Maqi, el hermano menor del Ministro de
Justicia. El joven Maqi tiene también una excelente reputación como jurista
ejemplar, independiente y sólido. Su designación se consideró como un contrapeso
ante cualquier intentona de los altos jueces del Tribunal Supremo favorables al
CSFA de desafiar las decisiones de Morsi.
El portavoz de Morsi le anunció después a la nación la destitución no solo de
Tantawi y Anan sino también de los jefes de la Marina, la Fuerza Aérea y la
Defensa Aérea, los generales de mayor rango del CSFA. Comprendiendo las
dinámicas dentro del CSFA, los tres generales fueron reasignados a altos puestos
civiles como directores de las compañías que controlan el Canal de Suez y las
producciones de la industria militar. La televisión estatal trasmitió después
las imágenes tomadas por las mañana del juramento ante Morsi del nuevo ministro
de Defensa y de su Jefe de Gabinete.
Subestimado por sus críticos y despreciado por sus oponentes, Morsi ha
demostrado una sangre fría ante las presiones, una tenacidad y una astucia que
no es muy propia de los políticos egipcios. Con excepción de los residuos de
Mubarak, sus acciones fueron aprobadas abrumadoramente por los egipcios de
diferentes grupos políticos, ideológicos y pro revolución.
Los nuevos generales que Morsi eligió para dirigir el ejército egipcio, Sisi
y Sobhi, encarnan un nuevo estilo de oficiales. Con cincuenta y tantos años,
representan una nueva generación que se diferencia claramente de la generación
de la era Mubarak de los últimos años setenta. El nuevo Ministro de Defensa es
considerado no solo como un crítico de Mubarak y su régimen sino también de la
anterior cúpula del CSFA. Se distinguió asimismo como persona religiosa en una
de las instituciones más laicas del país. Sin duda, esta característica le ha
granjeado la simpatía del Presidente islamista. El general Sisi también se ha
mantenido constante en su defensa de la vuelta del ejército a sus deberes
profesionales y de mantenerse alejado de cualquier injerencia en la política
interna. A diferencia de sus predecesores, el General Sisi había también
criticado abiertamente la reciente intervención de la OTAN en Libia, y ha
postulado la afirmación de la soberanía e independencia de Egipto.
Además, el New York Times reveló el 16 de agosto que el nuevo jefe del
estado mayor, el general Sobhi, escribió un documento para el Colegio de Guerra
Naval hace siete años en el que se mostraba muy crítico con la política exterior
estadounidense en Oriente Medio, especialmente respecto al conflicto
israelo-palestino. Debe destacarse que escribió: “La retirada permanente de las
fuerzas militares de EEUU del Oriente Medio y del Golfo debería ser uno de los
objetivos de la estrategia estadounidense en la región”.
Aprovechando el deterioro de la seguridad en el Sinaí, Morsi y sus nuevos
cuadros militares enviaron cientos de tanques, helicópteros, diverso
equipamiento militar y miles de soldados a la Península para combatir a los
grupos militantes violando el tratado de paz de 1979 entre Egipto e Israel que
aboga por serias restricciones en el número de soldados egipcios y equipamiento
militar que se desplieguen en el Sinaí. El periódico israelí Haaretz
informaba el 16 de agosto que el gobierno israelí se había quejado amargamente
ante EEUU porque los egipcios no les habían consultado ni se habían preocupado
de buscar su aprobación, como se estipula en el tratado.
El 21 de agosto, el periódico israelí Ma’ariv escribió que lo que más
le había inquietado al gobierno israelí no fue el despliegue de fuerzas y
equipamiento que habría aprobado de forma temporal, sino el hecho de que los
oficiales egipcios están desafiando abiertamente las restricciones contenidas en
el tratado, acusando a los mismos israelíes de haberlo violado muchas veces
cuando atacaban Gaza. Otros políticos egipcios y altos dirigentes de los HM
también se comprometieron públicamente a reafirmar la total soberanía egipcia
sobre el Sinaí independientemente de las estipulaciones del tratado.
El día de la gran reorganización del ejército en El Cairo, el gobierno
estadounidense declaró al principio que le habían sorprendido las decisiones de
Morsi. Al día siguiente, la portavoz del Departamento de Estado, Victoria
Noland, dijo que EEUU estaba al tanto de lo que iba a suceder pero que le había
sorprendido el momento del anuncio. En respuesta, Ali, el portavoz de Morsi,
negó que nadie, y menos los estadounidenses, supieran o estuvieran informados de
las radicales decisiones. Por tanto, es poco probable que nadie lo supiera de
antemano ya que cuando la Secretaria de Estado Clinton y el Secretario de
Defensa Leon Panetta visitaron hace poco El Cairo, se reunieron con Morsi y
Tantawi intentando mediar entre las partes.
Aunque EEUU ha pedido públicamente el restablecimiento del gobierno civil y
la restauración de los poderes presidenciales, su administración está muy
preocupada por la vía de independencia propugnada por Morsi. Durante muchas
décadas, el Egipto de Mubarak fue un estado clientelista de EEUU listo para
apoyar y seguir cualquier dictado de la política exterior estadounidense en la
región. Además, EEUU le daba al ejército una subvención anual de 1.300 millones
de dólares para mantener el apalancamiento sobre esta institución fundamental.
Ahora, los responsables políticos de EEUU –en detrimento de Israel y sus
patrocinadores estadounidenses- tienen que mostrarse mucho más prudentes ante la
opinión pública egipcia y la insistencia de sus dirigentes en afirmar su
soberanía e independencia nacional.
Pero la primera prueba de esta nueva y complicada relación ha llegado
demasiado pronto. Durante años, el gobierno de EEUU ha tratado meticulosamente
de aislar a Irán en la región. Recientemente pidió a Egipto que no restableciera
sus relaciones diplomáticas con la República Islámica y que se uniera a una
alianza regional tácita en su contra. Los aliados estadounidenses en el mundo
árabe, dirigidos por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, han condicionado
subrepticiamente su ayuda económica a Egipto a que mantuviera una actitud hostil
y fría hacia Irán. A pesar de todas estas presiones, el Presidente Morsi brindó
recientemente una bienvenida extremadamente calurosa al Presidente iraní Mahmud
Admadineyad cuando los dos se reunieron la pasada semana durante la Conferencia
Islámica en Arabia Saudí. Posteriormente anunció una visita a China y a Irán
para finales de agosto a pesar del desagrado público de EEUU por tal visita.
Posteriormente, Morsi anunció también que la única vía sensata para abordar
la crisis en Siria no era a través de las Naciones Unidas o de la OTAN, sino
mediante negociaciones que contaran con la supervisión de Egipto, Turquía,
Arabia Saudí e Irán, una medida audaz que implica a los actores más importantes
de la región e ignora a todos los de fuera. El 23 de agosto, el New York
Times informaba que EEUU e Israel estaban muy, muy preocupados por el
acercamiento entre Teherán y El Cairo y que esas preocupaciones estarían en el
primer punto de la agenda cuando Morsi visite Washington a finales de
septiembre.
Desde que se convirtió en Presidente, muchos residuos pro Mubarak y
seguidores del núcleo duro de Shafiq empezaron una campaña de ataques e insultos
contra Morsi y los HM en un intento de deponerle y desestabilizar su naciente
gobierno. Esta campaña se ha manifestado a través de muchos medios de
comunicación privados que controlan, incluyendo diarios, revistas y canales por
satélite. En un caso concreto, Islam Afifi, el editor-jefe del diario
Al-Dustur inició una feroz campaña de mentiras, falsedades y calumnias
dirigidas no solo contra Morsi sino también contra su familia. En Egipto,
cualquier ciudadano puede presentar una denuncia ante el fiscal del Estado, que
debe investigar y decidir sobre la conveniencia o no de procesar. En este caso,
el fiscal del estado –que actúa con independencia del Presidente- decidió
procesar.
Además, la ley en Egipto también faculta a los jueces para encarcelar a los
acusados antes de condenarles si hay un caso prima facie contra ellos.
Una vez que el juicio comenzó el 23 de agosto, el juez ordenó el arresto
inmediato de Afifi en espera de su juicio. En cuestión de horas, el Presidente
Morsi utilizó sus poderes legislativos y emitió una ley que prohibía el
encarcelamiento de periodistas a causa de sus opiniones, no solo con
anterioridad al juicio sino también después. En la nueva ley anti-libelo, la
sanción ya no es penal sino civil. Pero si es declarado culpable, el acusado
tendría que pagar una multa considerable. Debido a la nueva ley, el editor fue
liberado de inmediato, gracias precisamente a la persona a la que estuvo
insidiosamente difamando durante semanas.
Aunque se necesitaron décadas para reducir la influencia del ejército a la
hora de gobernar el país en países como Turquía y España, Morsi ha podido
superarlo en cuestión de semanas. Pero no deberíamos hacernos la ilusión de que
la influencia del ejército en Egipto ha desaparecido. El ejército egipcio sigue
siendo un actor fundamental no solo en los asuntos exteriores sino también en la
economía egipcia, controlando posiblemente hasta el 20-30% de su PIB. El
desenganche del ejército de la política podría ser más fácil y suave que
arrancarles sus intereses económicos para que se centren en su principal misión,
que es la de proteger el país. Pero el moderno ejército de Egipto es una
institución profesional que cuenta con sesenta años. Y supondrá un gran mérito
para esta institución que unos cambios tan radicales se produzcan sin demasiadas
rupturas dentro de él.
Al ir poco a poco haciéndose con el control del CSFA, Morsi ha podido superar
el mayor desafío enfrentado hasta la fecha. Mientras tanto, los residuos pro
Mubarak y sus aliados anti-Hermanos Musulmanes estaban tratando de socavar su
gobierno movilizándose para derrocarle el 24 de agosto, aunque la mayoría de los
revolucionarios y grupos nacionalista declinaron unirse a ellos y condenaron su
retórica de insultos y división. Aunque se ha podido controlar el movimiento
para deponerle, no hay duda de que la sociedad egipcia está aún dividida acerca
del papel del Islam en la vida pública. Pero a esta cuestión responderá pronto
el pueblo egipcio cuando de nuevo acuda a las urnas de dentro de seis meses para
elegir a sus representantes después de aprobar en referéndum nacional la nueva
Constitución que está actualmente redactándose.
Puede que el desafío principal al que se enfrenta Morsi sea el de reafirmar
una soberanía nacional e independencia auténticas frente a las tremendas
presiones que le llegan por todas partes, externas e internas, para que Egipto
vuelva a la órbita de EEUU e Israel sin que para nada importe la voluntad del
pueblo egipcio. Ese es claramente un desafío que no va a poder superar emitiendo
solo una proclama presidencial u ordenando una remodelación.
Esam Al-Amin es un escritor independiente colaborador de numerosas páginas
en Internet. Puede contactarse con él en: alamin1919@gmail.com
Fuente original: http://www.counterpunch.org/2012/08/24/egyptian-military-checkmated/
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