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En medio de un panorama educativo que paga el precio de la crisis,
otro dato no menos preocupante surgió en estos días. Según el Istat (el
Instituto de Estadísticas de Italia), uno de cada cinco estudiantes
secundarios abandonó la escuela en 2010. Las regiones más afectadas
fueron Sicilia (26 por ciento), la isla de Cerdeña (23,9 por ciento),
Puglia (23,4 por ciento), Campania (la región a la que pertenece
Nápoles, 23 por ciento). La deserción escolar prematura, es decir antes
de haber obtenido el título secundario, alcanza en Italia al 18,8 por
ciento de los inscriptos, contra el 12,9 por ciento de Francia y el 11,9
por ciento de Alemania. La media europea es 14,1 por ciento. Italia es
superada en este sentido en Europa sólo por Malta (36,9 por ciento),
Portugal (28,7 por ciento) y España (28,4 por ciento).
Por supuesto, la deserción escolar no se limita sólo a las regiones
italianas mencionadas y es más pronunciada en los barrios periféricos de
las grandes ciudades. El desamor por la escuela comienza en la
adolescencia, con todos los problemas que esa edad acarrea, pero también
es producto de la degradación social y la indigencia, dicen los
expertos.
En Italia, la escuela es obligatoria hasta los 16 años y esto
significa que a esa edad los chicos ya están cursando el secundario
(aquí llamado Liceo), que terminarán a los 19. El Estado, teóricamente,
puede obligar a las familias a enviar a sus hijos a la escuela hasta esa
edad. Después no. Por lo cual no hay prácticamente ningún medio legal
para perseguir la deserción. ¿Qué hacen los chicos cuando abandonan el
colegio? ¿Trabajan por necesidad? Algunos sí, pero los analistas
presumen que la mayor parte de ellos no lo hace, dado que en el país la
desocupación juvenil alcanzó casi el 20 por ciento en el primer
trimestre de 2012. Y esto es preocupante porque siendo sobre todo
muchachos los que abandonan (22 por ciento de muchachos contra el 15 por
ciento de chicas) y pertenecientes a sectores socioculturales no
demasiado elevados, pueden transformarse en terreno fértil para tráficos
varios, principalmente de droga, un modo veloz de ganar dinero.
Italia es uno de los países de Europa que menos destina a la
educación, como demuestra la incidencia que los gastos en instrucción
tienen en el Producto Interno Bruto (PIB). En 2009, según el Istat, ese
gasto era igual al 4,8 por ciento del PIB contra una media europea del
5,6 por ciento. En Italia cerca del 45 por ciento de la población adulta
posee sólo un título de la escuela secundaria, mientras que en Europa
ese indicador llegaba al 27,3 por ciento en 2010.
Tal vez por todas estas razones y ante una situación alarmante que
podría progresar a causa de las dificultades económicas de las familias,
el Ministerio de Educación ha destinado unos 25 millones de euros de la
Unión Europea y otros 75 millones puestos a disposición por el
Ministerio del Interior, para una serie de proyectos tendientes a
controlar la deserción escolar en las principales regiones afectadas.
Pero para otros no se trata sólo de dinero. Problemas como la escasa
orientación de parte de los profesores en cuanto a la elección del tipo
de secundario (clásico, científico, lingüístico, etc.) hacen que los
chicos elijan la escuela equivocada, sin ver la posibilidad de escuelas
técnicas (industrial, musical, perito mercantil, moda, etc.) que les
podrían ofrecer otras oportunidades.
Sin duda un factor que influye en la deserción escolar es la
situación que vive el grupo familiar, tanto afectiva como
económicamente, y en los tiempos que corren, con la desocupación que
acosa, los bajos salarios y jubilaciones y los aumentos, las familias
tienen muchas cosas importantes de qué preocuparse. Basta pensar lo que
cuesta hoy inscribirse en la escuela secundaria pública y lo que cuestan
los libros y el material escolar. Hablando sólo de escuelas públicas,
las familias italianas tienen que pagar una tasa de inscripción que va
de 50 a 200 euros, según los colegios, las regiones y el ingreso
familiar. A eso hay que agregarle una tasa gubernativa y otra tasa de
frecuencia que en total pueden sumar poco más o menos 30 euros. Pero las
cuentas no acaban ahí. Hay que pensar en los libros y demás material
necesario, un gasto que puede rondar los 300-700 euros, según los casos.
Según Federconsumatori, una organización que defiende a los
consumidores, este año un chico en el primer año del secundario deberá
gastar unos 745 euros en libros, el 2 por ciento más que el año pasado,
más unos 488 euros en todo el material necesario para cursar. Por suerte
la crisis ha aguzado el ingenio de muchos chicos que han organizado
ventas de libros usados a través de Facebook, mercados de usados en las
mismas escuelas y compraventas por Internet. Existen desde hace años en
muchas ciudades mercados oficialmente autorizados para vender libros
usados que ellos mismos reciben de los estudiantes o de las escuelas.
Si se trata de gastos universitarios, la cuenta se va para arriba.
Primero hay que aprobar el examen de ingreso, que cuesta de 50 a 120
euros y, una vez aprobado, habrá que pagar la inscripción anual que va
de 360 a 2200 euros, según el ingreso familiar y las facultades. Y quien
debe trasladarse a otra ciudad para estudiar deberá desembolsar como
mínimo unos 5000 euros al año, sólo para pagar el alquiler de una
habitación.
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