Berlín apoya la compra de deuda española por el BCE
La Vanguardia
Alemania no permitirá la supervisión del BCE sobre sus bancos problemáticos y su relativa estabilidad económica se ve amenazada por la caída de sus exportaciones |
Angela Merkel va a apoyar la petición de Rajoy
de que el Banco Central Europeo vuelva a comprar deuda española e
italiana, como hizo el año pasado. No importan los gritos del talibán, Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, y de otros, opuestos a ese escenario.
La
Moncloa podrá presentar el asunto como “espaldarazo” cuando reciba a
Merkel en el encuentro hispano alemán de hoy, pero la canciller no actúa
por amor a Rajoy, sino por interés. De lo que se trata es de continuar
socializando las pérdidas del sector financiero-privado a costa de la
esfera pública y social bajo el lema “hemos vivido por encima de
nuestras posibilidades”.
Rajoy acaba de justificar la subida del
IVA en la necesidad de inanciar el estado social, las pensiones de los
mayores, la educación y la sanidad, sin mencionar siquiera que el
agujero que hay que pagar es el del sector financiero internacional en
sus diversas modalidades, un problema común a países tan diferentes como
España y Alemania.
La alternativa a la compra de deuda por el BCE
es pasarle la cuenta de las pérdidas bancarias directamente al
contribuyente, sobre todo del norte de Europa, vía préstamos y fondos
europeos, pero Merkel ya tiene en su Tribunal Constitucional el pleito
de 37.000 ciudadanos contra esa práctica, el Mecanismo de Estabilidad
Europeo, que cada vez que debe votarse en el Bundestag cruje. El día 12
habrá una sentencia del constitucional alemán sobre la legalidad de
tales préstamos.
El tribunal no va a vetar nada, pero Merkel no
quiere arriesgar más tensiones por ese lado, por eso tiene que apoyar
las compras del BCE, que el presidente de esa institución, Mario Draghi,
anunciará hoy en Frankfurt. Desde el punto de vista alemán el pulso que
hay que observar en el anuncio de Draghi de hoy no es tanto la compra
de deuda, sino el nivel de control y supervisión que el BCE recibirá
sobre los bancos. La desastrosa situación de la banca alemana –y
francesa- es el gran secreto y tabú de la eurocrisis. El gobierno
alemán, en nombre de su sector bancario, se ha rebelado contra la
posibilidad de que el BCE reciba poderes de supervisión sobre todos los
bancos.
El ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, ha dejado claro –en un artículo en el Financial Times
del 30 de agosto- que la supervisión del BCE es para los bancos
griegos, españoles, italianos y portugueses, pero en ningún caso para
los alemanes, cuya implicación en los pufos inmobiliarios globales,
desde Baltimore a Castellón de la Plana, y estafas financieras, es
extraordinaria y tan irresponsable como el necio ladrillo celtíbero.
El
gobierno alemán quiere supervisión sólo para los bancos “sistémicamente
más relevantes”, lo que va a dejar fuera de control a los Landesbanken,
sus propias flores. Se espera que Draghi se someta hoy a esa disciplina
alemana. Mientras tanto Alemania va financiando su deuda pública, más
abultada que la española, a precios de risa sin interés, gracias al
flujo de capital Sur-Norte que fluye de la sangría meridional en busca
de la seguridad del bono alemán.
Berlín dice que la terapia de
choque que se está aplicando en Grecia, España y otros países
meridionales son las “reformas” que ellos hicieron antes. La realidad es
que no tienen nada que ver en su profundidad, sentido, ritmo y
crueldad. Alemania recortó mucho menos y en un estado social mucho más
rechoncho. Y lo hizo, además, en aras de una estrategia exportadora
global, completamente ausente en la actual asfixia meridional que, como
se está viendo, solo sirve para incentivar la recesión. Desde 2005
Merkel ha congelado ese tipo de sangría. Su ministra de asuntos
sociales, Ursula von der Layen, ya habla de incrementar las pensiones
que en su actual vector condenarán a la pobreza a muchos jubilados.
Con
este tipo de recursos sociales, Merkel no debería tener problema en
ganar las elecciones del año que viene (septiembre de 2013), quizá
cambiando de socio de coalición. Su oposición no ejerce y la incierta
estabilidad alemana, así como la comparación con el resto de la
eurozona, moderan el descontento de su electorado.
El único
problema son las exportaciones. La absurda política que estrangula a sus
clientes europeos ya afecta a Alemania y el enfriamiento de BRICS,
China y Estados Unidos impide compensar la pérdida de ventas en el
mercado europeo, como ha venido ocurriendo en los últimos dos años. Si
la exportación alemana pincha, la política europea de Berlín se hundirá.
¿Se producirá eso antes o después de la campaña electoral alemana? Esa
es la pregunta que la imprevisible Alemania trae hoy a Madrid.
Naturalmente esa pregunta queda fuera de la agenda del encuentro
hispano-alemán.
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