viernes, 30 de noviembre de 2012

AFRICA...

El continente expoliado

Le Grand Soir
¿Por qué las metrópolis europeas están llenas de personas africanas despavoridas, con sonrisas tristes y desamparadas que mendigan miserablemente, venden a salto de mata, curran duramente con la escoba en una mano y la pala en la otra y registran los cubos de basura detrás de los restaurantes? ¿Qué desesperación inconmensurable atrapó a esos seres maravillosos fuera de sus patrias soleadas –que tanto aman- y los empujó al camino del exilio plagado de peligros para desembocar en el puente Mirabeau, en la Grand Place, detrás del Partenón, alrededor del Coliseo, en Picadilly Circus o frente al Reijks Museum?

Su peligroso éxodo empezó hace ya algunos años en Senegal, Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Kenia, Somalia, Malí o Ruanda, poco importa; siempre empieza allí donde sus vidas están amenazadas. Después por montes y valles, a pie, en coche, en tren o en barco, se estremece la larga caravana de los desheredados dejando aquí y allá su tributo de lisiados, hambrientos, exhaustos, muertos vivientes en el gran desierto ardiente, en los caminos pelados, en el océano feroz hasta Ceuta la insolente, Trípoli la decadente, Alejandría la enigmática o Túnez la trágica.
Allí los últimos supervivientes de esos caminos de sufrimientos recibirán, a un precio muy caro, el ofrecimiento de un bandido traficante de completar la travesía del continente –del hambre- hacia un ilusorio paraíso para los necesitados donde irán a engrosar las filas de los excluidos de la prosperidad escandalosa y sobrevalorada. Nadie sabe todavía en esa bañera de la muerte que al final del ese calvario sobre el oleaje mortífero la última prueba será una inspección antes de devolverlos al camino de la amargura.
En las páginas siguientes vamos a responder a una pregunta simple y compleja, a saber: «¿Por qué tantos emigrantes africanos se enfrentan al desierto, al océano, al mar, a los guardacostas y a los traficantes asesinos para llegar a Europa, este continente de desgracia?»
Porque en los países africanos de miseria, donde las empresas mineras saquean el mineral precioso y caro, no dejan nada a los muertos de hambre y después de trabajar por casi nada en esos agujeros infernales los hijos de África, si no fallecen, emprenden la travesía de la jungla, la sabana, los desiertos, las alambradas o el mar asesino con el fin de ir a ganar algo de dinero para mandar a la familia que queda bajo los disparos de las tropas y sobre las minas antipersonales de las excavaciones, en las plantaciones de café para la exportación, mal pagado, o asesinados en el fondo de un agujero de las minas.
El saqueo del coltán
Vamos a ilustrar ese crimen sangriento con el ejemplo del coltán (metal raro imprescindible en la fabricación de teléfonos móviles y televisores). El coltán se extrae de pozos de minas artesanales en la República Democrática del Congo (80% de las reservas mundiales) e inmediatamente después se expropia y se exporta a las fábricas de transformación de Europa, América y sobre todo Asia (1).
Es la transformación industrial del mineral la que crea el valor y la plusvalía de donde los capitalistas sacan sus beneficios industriales y de mercado y el Estado sus impuestos y sus tasas (el kilo de coltán tratado se vende a 500 dólares en el mercado). La extracción del mineral del coltán se paga muy barata El salario de un minero de la muerte en la provincia de Kivu (RDC) se sitúa entre 10 y 50 dólares semanales, que sin embargo es el cuádruple del salario medio congoleño (entre 10 y 50 dólares mensuales). Así, un minero que extrae de promedio un kilo de coltán diario durante 7 días a la semana recibe por su trabajo un salario medio semanal de 35 dólares por una producción de 7 kilos, que multiplicados por 500 dólares el kilo en el mercado suponen 3.500 dólares. Es decir, el minero cobra un 1% del valor de la mercancía. ¿Os parece que África recibe una parte justa de la riqueza que le roban?
Dejemos de repartir caridad a los parias africanos. Dejemos de prestarles dinero para que se endeuden eternamente, dejemos que se beneficien de sus riquezas continentales y serán prósperos ¿No les parece? ¡No, obviamente! ¿Por qué? Porque todo depende de esa clase social que se apropia de las riquezas, privadas o colectivas. Volveremos a esto más adelante.
Sepan que de media cada kilo de coltán cuesta la vida a dos niños mineros en el devastador Kivu-Congo, poco importan la lengua, la etnia o la religión de esos desgraciados jóvenes. Los niños mueren bajo los escombros en minas artesanales ruinosas. La globalización capitalista castiga a este país con toda su ignominia.
Las tropas de Ruanda, Uganda y Burundi –armadas y financiadas por las multinacionales de las nuevas tecnologías como Apple, Nikon, Sony, Nokia, Ericsson y otros monopolios occidentales- ocupan la región de Kivu con el fin de expropiar el coltán explotado por miserables mercenarios armados con la complicidad de de los generales –señores de la guerra congoleños, ruandeses y ugandeses- ¿Sabéis quién es el pirata del coltán Laurent Nkunda? Todavía se habla de él en el telediario (2) ¿El primer ministro de Canadá Stephen Harper denunció sus chanchullos durante su visita reciente a Kinshasa? ¡Ni hablar!
Las escaramuzas tribales y nacionalistas en este caso no son más que espantajos de los países conquistados y de los pequeños burgueses europeos y estadounidenses amargados que cantan el saludo a la patria por la sangre de los partisanos. La periodista belga Colette Braeckman señala:
«En Kivu, una veintena de aviones cargados de minerales despegan todos los días hacia Ruanda (que según la ONU se ha embolsado 250 millones de dólares de la venta del coltán. Podríamos creer que los niños que trabajan en las minas se salvan. Pero ellos os contarán que los secuestran en el camino de la escuela. Todo el mundo lo sabe pero nadie hace nada. La ONU tampoco. No parece que ese tráfico vaya a detenerse pronto. El ejército congoleño es ineficaz –es una herencia de Mobutu- y los generales también se benefician de este negocio. Dicen que van a Kivu a hacer la guerra, pero también van a enriquecerse. Todas las facciones, el ejército congoleño, las milicias tutsis, etc., todos se benefician de esta situación y no tienen ningún interés por cambiarla» (3).
Como corolario de esos salarios de miseria, todos recordarán el asesinato de 34 mineros sudafricanos –es decir, liberados del apartheid- por la policía racista de Sudáfrica debido a una huelga laboral que pretendía una subida salarial sobre los 400 mensuales, todo incluido, que cobran ahora. Es lo que se llama morir de hambre trabajando duramente (4).
Esos salarios de miseria ni siquiera garantizan la reproducción ampliada de la fuerza de trabajo. En otras palabras, cuanto más trabaja el obrero africano más se aproxima a la muerte lenta. Esos salarios tampoco garantizan la creación de un mercado nacional sólido sobre el que podría apoyarse la burguesía mercantil local para garantizar la primitiva acumulación de capital constante (CC) para invertir después en fábricas (CV) y en y el despegue capitalista de la industria moderna (5).
Resulta que en la división internacional del trabajo inducida por el imperialismo occidental dominante (al menos hasta ahora), a África siempre le ha tocado el papel de proveedora de materias primas. Al principio a título de suministradora de bestias de carga –esclavos que tenían menos valor que su peso en cereales-, maderas preciosas y productos alimentarios expoliados en las plantaciones expropiadas a los nativos por menos de nada. Finalmente asistimos en la actualidad al expolio de minerales raros (entre ellos el coltán), piedras preciosas y petróleo (10% de las reservas mundiales) de los que las poblaciones locales no sacan ningún beneficio.
Saqueadores extranjeros protegidos por sus siervos locales
Un servicio de guardería de los intereses de las empresas imperialistas extranjeras en el país (entre ellas canadienses), está garantizado por una casta de depredadores –reyes negros encorbatados, generales carnavalescos tocados con quepí- rodeados de asesinos, prófugos de la justicia y piratas vestidos de soldados al servicio de clanes negreros contratados por algunas grandes empresas monopolistas –los llamados monopolios mineros- sólidamente conectadas con las embajadas occidentales de sus países de origen en esas regiones desangradas.
Mientras el presidente-negro local cumpla correctamente su trabajo de siervo, refrene su codicia –nunca pensó que llegaría a ser más grande que el buey de la fábula- y siga besando la mano que le mantiene en su trono de paja, su reelección «democrática» estará asegurada. Pero si el cerdo negro pretencioso un día intenta ponerse de pie y librarse de esa tutela dominadora más vale que amañe una nueva alianza con otra potencia (recordemos a Gbagbo en Costa de Marfil, a Gadafi en Libia o a Kabila en la República Democrática del Congo) porque si no caerá sobre el rebelde una tormenta de rayos del infierno «democrático» del hipócrita Occidente. Lo que ayer todavía era una elección «democrática» es inmediatamente invalidado por el Elíseo, la Casa Blanca, el 10 de Downing Street o el Reichstag, la denominada «comunidad internacional», y en el acto proclamarán la victoria del opositor complaciente.
El «demócrata» se convierte en tirano, el amigo y aliado de ayer pasa a ser un usurpador y los bombarderos y drones teledirigidos desde las capitales occidentales de repente siegan las vidas de las poblaciones y devastan el palacio principesco estrepitosamente después de tolerarlo durante 30 años en medio de esa miseria mortífera.
Se encaramará al trono tambaleante un títere de otro clan durante un tiempo, algunos criminales de guerra serán promovidos a generales de opereta, los matones guardaespaldas del nuevo pretendiente se convertirán en oficiales de intendencia encargados de garantizar la lealtad del nuevo capataz de la tarea presidencial, que consiste esencialmente en firmar decretos de prospección y explotación de reclamaciones mineras, petroleras y forestales y contratos de compra de armamento con el fin de garantizar la reproducción ampliada del poder comprador sometido.
La pequeña y mediana burguesía africana «socialista»

Al estar la economía nacional de los países africanos dominada y expoliada por los países imperialistas occidentales, la pequeña y mediana burguesía nacional africana, frágil e inestable, no suele tener acceso a las prebendas, sobornos, puestos administrativos, gubernamentales, judiciales o militares lucrativos ni a la propiedad de la tierra, reservada a la gran burguesía compradora. Por lo tanto esos sectores sociales están amargados y amenazados por el empobrecimiento y la exclusión –como sus iguales norteamericanos y europeos-. Así, para esas clases sociales moribundas es muy grande la tentación de lanzar al pueblo a revueltas aventureras bajo una fraudulenta marca «socialista». Angola, Argelia o Etiopía son países que conocieron aquellas guerras «populares» por las que tomaron el poder los charlatanes y sus sectas de aspirantes medianos y pequeñoburgueses. Ahora sabemos qué fue de aquellos tiranos «pseudosocialistas».
Algunas veces el neocolonizador no deja lo bastante para comer y beber, pocas prebendas apetitosas para satisfacer a todos los lacayos locales que derrocaron al gobierno anterior, y el reparto del botín se convierte en una fuente de conflictos sangrientos entre los piratas de las diversas tribus del país. Es lo que ocurre ahora en Abiyán entre el lacayo Outtara y algunos de sus sargentos a los que abandonó en las cunetas de Ghana y Burkina Faso, de ahí los recientes asesinatos en la frontera del territorio codiciado. Los trabajadores no tienen nada que hacer en esas guerras entre hienas y chacales.
El AFRICOM se encarga

Observen que las potencias imperialistas occidentales no se fían de esa calaña de lacayos locales para que mantengan el orden y el poder de sus amos en esas zonas codiciadas. Así, Estados Unidos concibió una superestructura militar obligatoria –AFRICOM- para representar sus intereses en la región y para adoctrinar, controlar y conducir a los miserables a ponerse el uniforme militar. El AFRICOM organiza y supervisa los esfuerzos de guerra y el mantenimiento del estado de guerra permanente, la extracción de los recursos naturales y el expolio del trabajo asalariado y su plusvalía. Por no aceptar el adoctrinamiento de su ejército en la agresión que se prepara en el norte de Malí, el presidente de Mauritania estuvo a punto de perder la vida. Parece que tras el atentado medio exitoso por fin comprendió. Por supuesto el ataque a Malí se llevará a cabo supervisado por el AFRICOM y ejecutado por la carne de cañón regional (6).
En 2007, el asesor del departamento de Estado de EE.UU. Peter Pham afirmó que los objetivos estratégicos del AFRICOM consistían en «proteger el acceso a los hidrocarburos y otros recursos estratégicos abundantes en África. La tarea del AFRICOM consiste en proteger la vulnerabilidad de esas riquezas naturales y garantizar que terceras partes como China, India, Japón o Rusia no obtengan monopolios o tratos de favor. (Nile Bowie, «Cover ops in Nigeria: Fertile Ground for US Sponsored Balkanization», Global Research, 11 de abril de 2012) (7).
¿Una solución a los problemas africanos?
Los pueblos africanos en estos tiempos, lejos de tomar las riendas de su destino y luchar para liberarse de la dominación neocolonial imperialista, y sobre todo de su burguesía local compradora organizada en castas alrededor de los generales –señores de la guerra complacientes-, dejan que todos esos sinvergüenzas ofrezcan sus servicios de matones a las diversas potencias hegemónicas.
En la actualidad, en la primera fila del escenario africano, han reaparecido algunas antiguas potencias coloniales junto a su aliado y competidor estadounidense y frente a China, la nueva superpotencia ascendente. En 2012 China se ha convertido en el primer socio comercial de África por delante de Estados Unidos y Francia. La China imperialista construyó la sede social de la Unión Africana e invierte todos los años miles de dólares en proyectos viarios y ferroviarios. Explota minas y petróleo y modifica la situación construyendo fábricas –llaves en mano- particularmente en Etiopía y creando de esta forma un proletariado africano en el norte del continente, complementario del proletariado de Sudáfrica. Estas son excelentes noticias para la clase revolucionaria africana, que de esta manera ve engrosarse sus filas (8). Si quieres combatir las sectas religiosas integristas, construye fábricas en África.
Estas son, en resumen, las causas principales del miserable éxodo africano hacia el hemisferio norte. Las potencias imperialistas occidentales, al absorber el usufructo de los recursos naturales y expropiar una gran parte de la plusvalía obrera y campesina, así como los beneficios e ingresos de los Estados residuales, prácticamente no dejan nada para la supervivencia de esos países. Así, en vez de echarse a morir, los africanos siguen el rastro de sus riquezas hasta el norte del Mediterráneo.
¿Podemos cambiar este desorden de las cosas? ¡Si, ciertamente! Corresponde a los obreros y empleados, mineros, campesinos, aparceros y artesanos organizarse en un partido político revolucionario independiente de la aristocracia burocrática local y lo más lejos posible de la pequeña y mediana burguesía –además de huir como de la peste de los intelectuales charlatanes y pedantes- y dirigir sus golpes mortíferos al derrocamiento de los sirvientes locales de la clase capitalista monopolista internacional (9).

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