Las elecciones presidenciales y la política exterior de
EE.UU.
Pareciera que se acaba el show de
las elecciones presidenciales de los EE.UU. Nada más parecido al postulado de
los intereses nacionales, de la doctrina Monroe y del sobredimensionamiento
imperial, que escuchar o leer las declaraciones sobre política exterior de ambos
candidatos. Más allá de los matices en la agenda exterior que defiende uno u
otro candidato, predominan los intereses geoestratégicos del hegemón del sistema
mundial.
Para ello cada contendiente ha intentado convencer sin definir la verdadera
estrategia, en esta acelerada carrera por el púlpito presidencial. Tanto en los
debates, discursos y declaraciones “informales” se ha manejado como denominador
común de ambas figuras, la preservación del liderazgo estadounidense a cualquier
costo.
La crisis económica impone frases preconcebidas, como el anhelo de ese pueblo
a que se recorte del gasto militar y se re-direccionen los fondos a lo que se ha
dado en llamar la economía del conocimiento. Esta supone una inversión en la
educación, principalmente en la rama de las ciencias exactas, abogando por un
mejor aprovechamiento del capital humano en los recursos energéticos,
tecnológicos e industriales, como fórmula para el mantenimiento de la supremacía
estadounidense.
Repasando los instrumentos claves de la política exterior estadounidense se
puede apreciar la continuidad de la lógica de un imperio, que reconoce la
necesidad de cambio ante el momento histórico que vive hoy el sistema-mundo, al
decir de Wallerstein. Ciertamente la combinación del hard y el smart power en la
política exterior y de seguridad de los estados Unidos responde a intereses de
Estado y no de un partido u otro, por lo que independientemente del hombre que
ocupe la Casa Blanca el próximo 20 de enero, y de los asesores que se rodeen el
ala oeste de ese lugar, permanecerán las doctrinas de política exterior,
imprescindibles para concebir las relaciones política internacionales de la
superpotencia. 1
La preeminencia de elementos estructurales permite distinguir detrás del
maquillaje que rodea el reality show de las elecciones estadounidenses, una
lógica de preservación imperial que permite dilucidar políticas de estado para
mantener y, en algunos casos recuperar, la credibilidad internacional y el
liderazgo estadounidense a nivel global. Debe comprenderse que en este afán no
bastan los drones y los contratistas, sino que la Diplomacia y el Desarrollo,
vistas como complemento imprescindibles del hard power, se articulan con el uso
de las Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones (TICs), puestas en
función del poderío informacional de la primera potencia global.
Desde esta lógica imperial, tanto un candidato como otro, por más conservador
que pueda parecer Mitt Romney y la plataforma del partido republicano,
utilizarían también el poderío informacional, para mediatizar temas,
configurando la agenda internacional en función de los intereses hegemónicos del
Estado-Nación.
Obviamente que China y Rusia resultan preocupantes, por el lugar que se
posicionan en el sistema-mundo, ante el ajedrez hegemónico de los Estados
Unidos. Ciertamente ni demócratas ni republicanos descartan el hard power y lo
más peligroso es que cada vez parece lograrse una mayor aceptación mediática
para las incursiones imperiales. La sensación del condicionamiento mediático que
han dejado estas elecciones presidenciales, pareciera suponer que valen más los
gestos o estilos de cada orador, que las ideas. Se ha buscado más la forma de
impactar en el subconsciente de la población, que el proyecto que le conceda un
mejor futuro a esa nación. Pero lo más preocupante de todo, es que la proyección
internacional que se propone, expresada a través de los instrumentos de política
exterior y de seguridad, presupone el liderazgo sobre la paz, la verdadera cara
del sistema imperial.
Mientras el mundo se consterna con guerras, insuficiencias alimentarias,
energéticas y desastres climáticos, en un confortable salón dos políticos
profesan sobre lo que pudieran decidir para el futuro del mundo en los próximos
cuatro años. Nada más drástico y peligroso como reconocer que en ninguna de las
dos ofertas aparece la racionalidad para un mundo más pacífico e ileso de las
consecuencias que alienta la elite del poder y el Complejo de Seguridad
Industrial 2
para el futuro de la humanidad.
Con matices pero bajo un mismo interés, llegaron al 6 de noviembre dictando
postulados sobre como gobernar el mundo, a que país atacar, y bajo que
presupuestos consolidar el liderazgo y la hegemonía global del imperio
estadounidense.
Obviamente que el Medio Oriente concentra la atención, exaltada a veces por
el pensamiento extremista de Romney, que pareciera remontado en las décadas de
la guerra fría, otras bajo una la cortina de humo de la amenaza nuclear, se
proyectaron las tesis de demócratas y republicanos.
Detrás de estas posiciones se halla la necesidad de alentar el Complejo de
Seguridad Industrial, cuyo pulmón continuará avivándose en el Medio Oriente. El
debate pro-judío en consonancia con los fondos que canaliza ese Lobby y los
disímiles intereses que se resguardan entorno a Israel y sus enemigos históricos
en esa región.
Israel continúa sirviendo como base político-ideológica y militar
estadounidense en el Medio Oriente, de modo que la variable pro-judía en la
política exterior de y seguridad permanecerá. Al respecto James Petras considera
que: “(...) Determinados reflejos automáticos de defensa del debate abierto y
del libre examen desaparecen –al menos en gran parte de las élites políticas de
Estados Unidos– cuando se trata de Israel, y sobre todo cuando se aborda el
papel del lobby pro israelí en la elaboración de la política exterior de Estados
Unidos.” 3
Obviamente que si se tratara de comprender la polémica electoral desde el
pensamiento crítico del sur, las conclusiones resultarían bien diferentes de las
concepciones hegemónicas imperantes. Las elecciones del nuevo presidente
estadounidense, conllevan a un ambiente de nacionalismo y sobredimensionamiento
imperial, que exagera el american dream.
En esas circunstancias, salen a relucir criterios de política internacional
4
que parecieran retrotraerse a la época de guerra fría, sólo que ahora ante
potencias económicas emergentes, que ameritan una relación más afinada, donde
las concepciones del llamado fin de la Historia y el último hombre (Francis
Fukuyama 1992) y el choque de civilizaciones (Samuel P. Huntington), resultan
insuficientes para comprender las dinámicas del sistema internacional actual.
Respeto a las relaciones entre el centro “civilizado” con la Unión Europea
(UE) en crisis, los movimientos contestatarios desde Wall Street y la Puerta del
Sol, la lucha entre un presidente negro y un candidato mormón, hacen pensar que
algo ha cambiado. No obstante, las esencias que imperan en la proyección de la
política exterior y de seguridad de los EE.UU. conservan la necesidad de su
predomino en el sistema internacional.
De Latinoamérica poco se ha comentado. Los problemas de seguridad que
enfrenta la región, debido al tráfico ilícito de drogas y otros delitos conexos,
y la errónea guerra contra las drogas trazada por ese gobierno, dejan un difícil
panorama para un discurso triunfante. Lo comentarios relacionados con el
enfrentamiento al crimen organizado transnacional, no fueron más allá del vago
concepto de la lucha contra el terrorismo internacional, el cual suele adecuarse
a los intereses geoestratégicos de ese gobierno.
Las polémicas sobre política exterior tratadas en las campañas
presidenciales, no fueron sobre la base de los problemas que más consternan al
mundo, sino sobre la forma en que demócratas y republicanos, desean utilizar los
instrumentos del poderío nacional, para consolidar su liderazgo y hegemonía a
nivel global. Por ello el que más convincente resulta ante las cámaras, las
redes sociales en Internet y las disímiles encuestadoras, será quien se lleve la
mejor impresión del electorado.
Por más difícil que parezca para el sur y la llamada periferia de este
sistema-mundo, i ndependientemente de las implicaciones que tienen las
decisiones en política exterior de ese país para el futuro de la humanidad, al
electorado lo que más le llegará a la fibra, continuará siendo la problemáticas
económicas que se enfrentan al interior, respecto al empleo y el nivel de vida
de la población. De cualquier forma, el próximo 20 de enero ocurrirá el discurso
de toma de posesión, poniendo fin al reality show de esta temporada de las
elecciones presidenciales en Estados Unidos.
1 El término superpotencia se le concede
su origen al neerlandés naturalizado estadounidense Nicholas Spykman. Este
término fue desarrollado por Lyman Miller, donde destaca como componentes
básicos del estatus de superpotencia cuatro ejes de poder: militar, económico,
político, y cultural que fue desarrollado desde las ciencias políticas Joseph
Nye como el soft y el smart power.
2 Se toma el término de Complejo de
Seguridad Industrial y no el de Complejo Militar Industrial, pues se considera
que en la actualidad es mucho más amplio y toma elementos que sobrepasan lo
militar.
3 James Petras. En: Noam Chomsky y el
lobby pro israelí: catorce tesis erróneas. En: Marx siglo XXI.
4 Se entiende como la relación
político-diplomática y sociocultural, que se emprende por los diferentes actores
del sistema internacional, fundamentados en las políticas exteriores y de
seguridad. Esta dada por una interrelación de la política exterior de los
Estados, desarrollada en el conjunto de las relaciones interestatales que
constituyen el sistema de Estados, aunque no se limita a lo estatal. En la
actualidad deben considerarse la interacción con ONGs, Fundaciones, Agencias y
la sociedad civil. Todo ello visto desde las relaciones de poder establecidas en
el sistema internacional .
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