Huellas de la humillación
En Perú, las últimas dos décadas de gobiernos de derecha, implementaron y consolidaron el neoliberalismo, pero también se crearon las condiciones para la inconformidad, la protesta y movilización del pueblo peruano en búsqueda de nuevas alternativas sociales.
En Perú, las últimas dos décadas de gobiernos de derecha, implementaron y consolidaron el neoliberalismo, pero también se crearon las condiciones para la inconformidad, la protesta y movilización del pueblo peruano en búsqueda de nuevas alternativas sociales.
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El gobierno de Fujimori, uno de los más nefastos del Perú, en su primer mandato del 1990 a 1995, creó las condiciones para fortalecerse, mediante un autogolpe de Estado disolvió el Congreso, desconoció las Cortes de Justicia, cambió la Constitución; desarrolló una nueva legislación, restringiendo derechos y libertades fundamentales, todo esto para avanzar en la implementación del neoliberalismo sin mayores resistencias y la persecución implacable a los movimientos guerrilleros y sociales.
En su segundo mandato de 1996 al 2000, agravó los conflictos con el pueblo, fundamentalmente por las privatizaciones de los servicios públicos e imponiendo un régimen de terror. Durante su gobierno aumentó la corrupción, protegiendo a militares, empresarios, políticos y a la iglesia. El país poco a poco se fue des-institucionalizando.
El siguiente periodo de gobierno le correspondió a Alejandro Toledo, se enfrentó a Fujimori en las elecciones en abril del 2000, pero en mayo decidió no presentarse a la segunda vuelta por falta de garantías. Luego de la crisis política creada por Fujimori y su renuncia a la presidencia, nuevamente se postula como candidato a las elecciones del 8 de abril del 2001, se enfrenta a Alan García en segunda vuelta y gana la presidencia.
Su gobierno se caracterizó, por ser fiel servidor a los intereses norteamericanos y del neoliberalismo. La implementación de reformas económicas de su gobierno en el 2002, creó una serie de protestas y movilizaciones en todo el país y sobre todo en Arequipa, donde estas fueron violentamente reprimidas, debido a las privatizaciones de las empresas eléctricas. Los siguientes años, fueron de movilizaciones y protestas, que fueron creciendo, hasta terminar su mandato altamente desprestigiado.
El 9 de abril de 2006, se celebraron las elecciones presidenciales del Perú en su primera vuelta, siendo los candidatos más votados, Ollanta Humala y Alan García, en segunda vuelta ganó García para sustituir a Toledo.
Alan García, no fue más que un continuador de las políticas neoliberales, al servicio de las trasnacionales y el capitalismo, fiel seguidor de los mandatos del FMI; enemigo de los intereses del pueblo y servidor incondicional de la élite oligárquica del Perú. Una herida más para el pueblo peruano.
Un nuevo camino
Las elecciones de este año fueron unas de las más reñidas en la historia del Perú, siendo necesario ir a una segunda vuelta. Por un lado, estuvo la candidata Keiko Fujimori, representante de la rancia oligarquía peruana, de la extrema derecha, servidora de los interese de E.U., continuadora de las políticas neoliberales y de las criminales prácticas de su padre.
Su mejor apoyo fueron las grandes empresas capitalistas; mineras, industriales y multinacionales, quienes derrocharon recursos en forma populista en la campaña, para captar la clase media y los sectores populares proclives a vender su voto por migajas.
Además, Keiko contó a su favor con todo el poder mediático, de los corruptos empresarios del periodismo, sin ninguna ética profesional, quienes desataron una rastrera campaña de desprestigio contra Humala, presentándolo como una ficha del presidente venezolano y un tirano que venía a acabar con “las libertades democráticas y las fuentes de empleo”.
El otro candidato fue el ex-teniente coronel Ollanta Humala, apoyado por los sectores más desprotegidos de la sociedad peruana. Fue el voto de la esperanza. De aquellos que desean un cambio sustancial en sus vidas, el de un mejor futuro para sus familias, el de un cambio real que llene de satisfacción y felicidad a los hogares humildes.
En la primera vuelta, Humala presenta un programa de izquierda y de confrontación a toda la clase gobernante. Para la segunda vuelta, gira hacia un programa de centro, logrando una alianza con el ex presidente Toledo y obteniendo el respaldo de algunos sectores intelectuales como Mario Vargas Llosa, que aunque pregonan posiciones neoliberales y de derecha, dicen estar asqueados con la mafia, la corrupción y la criminalidad de los Fujimori.
Perdió la candidata del imperialismo y la gran burguesía, ganó Humala, pero su gran reto ante los electores y los ojos que lo rodean en América Latina, es el de cumplir con sus promesas de “crecimiento de la economía pero con inclusión social”.
Ollanta Humala llega a la presidencia de Perú, en unas condiciones muy difíciles: al ganar por escaso margen, con un ambiente político muy polarizado, con una oposición muy fuerte y agresiva, con el chantaje del boicot por parte de los grandes grupos económicos, con buena parte de las instituciones estatales en su contra, incluso el de las Fuerzas Armadas. También se vendrán todas las presiones y manipulaciones imperialistas.
Humala apenas tiene una tercera parte de la bancada parlamentaria y con el amarre de los acuerdos con Toledo, es lógico prever que su gobernabilidad está muy limitada y dependiente de las alianzas con los sectores políticos de centro.
Se requiere la solidaridad del resto de pueblos y gobiernos democráticos y populares del continente, para que Perú se vincule a las dinámicas alternativas como la ALBA y pueda consolidar las transformaciones sociales que se merecen los peruanos.
Sólo la sabiduría de los pueblos luchadores como el peruano, sabrá darle una salida acertada hacia el nuevo rumbo deseado.
En su segundo mandato de 1996 al 2000, agravó los conflictos con el pueblo, fundamentalmente por las privatizaciones de los servicios públicos e imponiendo un régimen de terror. Durante su gobierno aumentó la corrupción, protegiendo a militares, empresarios, políticos y a la iglesia. El país poco a poco se fue des-institucionalizando.
El siguiente periodo de gobierno le correspondió a Alejandro Toledo, se enfrentó a Fujimori en las elecciones en abril del 2000, pero en mayo decidió no presentarse a la segunda vuelta por falta de garantías. Luego de la crisis política creada por Fujimori y su renuncia a la presidencia, nuevamente se postula como candidato a las elecciones del 8 de abril del 2001, se enfrenta a Alan García en segunda vuelta y gana la presidencia.
Su gobierno se caracterizó, por ser fiel servidor a los intereses norteamericanos y del neoliberalismo. La implementación de reformas económicas de su gobierno en el 2002, creó una serie de protestas y movilizaciones en todo el país y sobre todo en Arequipa, donde estas fueron violentamente reprimidas, debido a las privatizaciones de las empresas eléctricas. Los siguientes años, fueron de movilizaciones y protestas, que fueron creciendo, hasta terminar su mandato altamente desprestigiado.
El 9 de abril de 2006, se celebraron las elecciones presidenciales del Perú en su primera vuelta, siendo los candidatos más votados, Ollanta Humala y Alan García, en segunda vuelta ganó García para sustituir a Toledo.
Alan García, no fue más que un continuador de las políticas neoliberales, al servicio de las trasnacionales y el capitalismo, fiel seguidor de los mandatos del FMI; enemigo de los intereses del pueblo y servidor incondicional de la élite oligárquica del Perú. Una herida más para el pueblo peruano.
Un nuevo camino
Las elecciones de este año fueron unas de las más reñidas en la historia del Perú, siendo necesario ir a una segunda vuelta. Por un lado, estuvo la candidata Keiko Fujimori, representante de la rancia oligarquía peruana, de la extrema derecha, servidora de los interese de E.U., continuadora de las políticas neoliberales y de las criminales prácticas de su padre.
Su mejor apoyo fueron las grandes empresas capitalistas; mineras, industriales y multinacionales, quienes derrocharon recursos en forma populista en la campaña, para captar la clase media y los sectores populares proclives a vender su voto por migajas.
Además, Keiko contó a su favor con todo el poder mediático, de los corruptos empresarios del periodismo, sin ninguna ética profesional, quienes desataron una rastrera campaña de desprestigio contra Humala, presentándolo como una ficha del presidente venezolano y un tirano que venía a acabar con “las libertades democráticas y las fuentes de empleo”.
El otro candidato fue el ex-teniente coronel Ollanta Humala, apoyado por los sectores más desprotegidos de la sociedad peruana. Fue el voto de la esperanza. De aquellos que desean un cambio sustancial en sus vidas, el de un mejor futuro para sus familias, el de un cambio real que llene de satisfacción y felicidad a los hogares humildes.
En la primera vuelta, Humala presenta un programa de izquierda y de confrontación a toda la clase gobernante. Para la segunda vuelta, gira hacia un programa de centro, logrando una alianza con el ex presidente Toledo y obteniendo el respaldo de algunos sectores intelectuales como Mario Vargas Llosa, que aunque pregonan posiciones neoliberales y de derecha, dicen estar asqueados con la mafia, la corrupción y la criminalidad de los Fujimori.
Perdió la candidata del imperialismo y la gran burguesía, ganó Humala, pero su gran reto ante los electores y los ojos que lo rodean en América Latina, es el de cumplir con sus promesas de “crecimiento de la economía pero con inclusión social”.
Ollanta Humala llega a la presidencia de Perú, en unas condiciones muy difíciles: al ganar por escaso margen, con un ambiente político muy polarizado, con una oposición muy fuerte y agresiva, con el chantaje del boicot por parte de los grandes grupos económicos, con buena parte de las instituciones estatales en su contra, incluso el de las Fuerzas Armadas. También se vendrán todas las presiones y manipulaciones imperialistas.
Humala apenas tiene una tercera parte de la bancada parlamentaria y con el amarre de los acuerdos con Toledo, es lógico prever que su gobernabilidad está muy limitada y dependiente de las alianzas con los sectores políticos de centro.
Se requiere la solidaridad del resto de pueblos y gobiernos democráticos y populares del continente, para que Perú se vincule a las dinámicas alternativas como la ALBA y pueda consolidar las transformaciones sociales que se merecen los peruanos.
Sólo la sabiduría de los pueblos luchadores como el peruano, sabrá darle una salida acertada hacia el nuevo rumbo deseado.
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