"Nos llegan mujeres y niños que llevan 20 días andando", cuenta Antoine Sroidevaux, coordinador de Médicos Sin Fronteras (MSF), desde el campamento de refugiados de Dadaab en Kenia, que recibe cada día una media de 1.400 personas que escapan de Somalia, azotada por la peor sequía en 60 años.
El éxodo somalí ha desbordado al campamento más grande del mundo, que cuadriplica su capacidad inicial. Pensado para acoger a 90.000 personas, Dadaab da refugio actualmente a cerca de 380.000 refugiados y se prevé que el número no deje de crecer en las próximas semanas. Frente a esta avalancha humana y tras días de fuerte presión internacional, el Gobierno de Kenia anunció ayer la construcción de un nuevo campo, con capacidad para 80.000 personas , que estará operativo en diez días.
Unas 3.000 personas huyen cada día hacia los países vecinos
Unas 3.000 personas llegan cada día desde Somalia a Kenia y Etiopía, donde hay otros tres campamentos de acogida, igualmente desbordados. Es una de las muchas cifras que explican la crudeza del drama somalí, el país del cuerno de África más afectado por una sequía que mantiene, según la ONU, a casi 11 millones de personas de la región en situación de "emergencia humanitaria" y que podría acabar con la vida de un millón de niños desnutridos.
El éxodo de refugiados empezó hace meses pero se ha agravado en las últimas semanas. La escasez de lluvia en los dos últimos años y el aumento de las temperaturas han acabado con la cosecha y el ganado de miles de pastores que viven de la agricultura y se han visto forzados a emigrar.
La sequía ha disparado también el precio de los alimentos. "Hay zonas de la región donde el precio de la leche se ha multiplicado por tres y donde hasta un 70% de los pastores ha visto morir a todo su ganado", explica a Público en conversación telefónica desde Kenia Alfonso Daniels, portavoz de la organización Save The Children.
Lluvias escasas y altas temperaturas en los últimos dos años
Al drama de la sequía se añade el desgobierno y la violencia latente que sufre Somalia desde hace más de dos décadas, lo que impulsa también la migración. La milicia islamista Al Shabab vinculada a Al Qaeda y que controla la gran mayoría del país levantó la semana pasada la prohibición, impuesta hace un año, de impedir la entrada de organizaciones humanitarias.
Sin embargo, los asaltos violentos, los robos o las agresiones sexuales siguen siendo habituales en la odisea para lograr salir de Somalia, como la de Sultan, de 25 años y madre de cuatro hijos. "Por el camino sufrimos una emboscada. Nos tuvieron presos en el monte durante dos noches y nos robaron todos nuestros ahorros, unos dos millones de chelines somalíes (unos 885 euros)", cuenta en un testimonio recogido por MSF.
Una vez en los campamentos, la vida de los refugiados no está exenta de dificultades. La malnutrición y la mortalidad infantil son alarmantemente altas en los centros de acogida, según la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas (Acnur).
En el campamento de Dolo Ado, Etiopía, uno de cada dos niños menores de 5 años que llegan al campo padece malnutrición, mientras que en Dadaab, Kenia, afecta al 40% de los niños.
En ambos campos, la tasa de mortalidad supera "absolutamente" el umbral de emergencia , situado en un muerto al día por cada 10.000 personas y en dos en el caso de los niños menores de 5 años, según explica Alfonso Verdú, responsable de operaciones de MSF en el cuerno de África.
"Hemos visto a niños morir en espera de su primera o segunda ración de comida, entre las que pueden pasar hasta 40 días, cuando el estándar internacional es de 15 días", relata a Público.
En la misma línea se expresa su compañero Sroidevaux: "Damos tres litros de agua por persona al día, cuando lo normal es dar 20 litros para cocinar y limpiarse . La gente se cansa de hacer colas y algunos pagan para conseguir agua cuando debería ser gratis. Sólo tenemos tiendas de dormir para un 20% de los refugiados y los demás se buscan la vida por su cuenta".
En los primeros 11 días de julio, más de 11.000 somalíes llegaron a Etiopia y otros 8.600 a Kenia, según las estadísticas de Acnur, que alerta de que otros muchos no sobreviven y fallecen durante el éxodo.
"He visto con mis propios ojos el profundo sufrimiento del pueblo somalí que busca seguridad y alimentos. Niños refugiados que mueren y sus madres, que se han convertido en esqueletos andantes y están ante la disyuntiva de a qué hijo salvar" , aseguró recientemente el alto comisionado de la ONU Antonio Guterres, tras visitar el sureste de Etiopía.
Según la ONU, casi tres millones de somalíes un tercio de la población está desplazada y necesita ayuda humanitaria. Sólo en la primera mitad de este año, 135.000 somalíes escaparon de su país, un flujo que se disparó en junio, cuando emigraron 55.000 personas.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, hizo esta semana un llamamiento a los países donantes, al haber recibido solamente la mitad de los 1.130 millones de euros estimados para hacer frente a la crisis en la zona.
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