sábado, 28 de julio de 2012

Las Tenazas del Imperio

Por Gustavo Espinoza M. (*)
Recientemente, el Semanario “El Siglo”, publicación del Partido Comunista de Chile, entregó a sus lectores una valiosa información referida a la presencia militar norteamericana en el continente.

En su texto dejó constancia de la existencia de 47 bases operativas situadas al sur del Río Bravo y que actúan y funcionan bajo la dirección y orientación del Comando Sur de los Estados Unidos, formando parte de la estrategia continental del Imperio que se dispone a desplegar una ofensiva guerrerista en vasta escala en el Medio Oriente contra Sitia e Irán, quebrar la resistencia de gobiernos que reivindican los derechos soberanos de sus Estados a administrar y explotar sus recursos; y abastecerse de petróleo.

En este marco, y ateniéndose a versiones seriamente documentadas, se alude a la existencia de tres bases militares de EE. UU. en Perú: Iquitos, Nanay y Santa Lucía.

Esta última, ubicada en el Alto Huallaga) se usa casi como en una doble función. Por un lado opera como una estación militar vinculada a la DEA en la lucha contra la siembra y procesamiento de la droga; y por otro, actúa como base antisubversiva que mira con fuerza el Valle de los Ríos Apurimac y Ene, es decir, el VRAE, donde se pregona la ubicación de una sospechosa y siempre oportuna “columna terrorista de Sendero Luminoso” que realiza acciones que encajan perfectamente en los planes del Imperio.

Hoy se sabe, adicionalmente, que el gobierno peruano dio recientemente luz verde a su homólogo yanqui para el uso de instalaciones portuarias a fin de cumplir funciones de “aprovisionamiento” de la IV Flota de los Estados Unidos  en cercanías del puerto de El Callao, para alimentar sus operaciones en la región. Aunque lo que podríamos considerar “las bases antiguas” provienen de administraciones anteriores, ésta última decisión habría sido alcanzada por la Casa Blanca luego de diversas “negociaciones” con la administración peruana actual, en las que ha intervenido activamente la embajadora de los Estados Unidos en nuestra capital, con la participación de muy altos funcionarios para la Defensa de ese país que visitaron el Perú en forma sostenida en los últimos mases.


La embajadora norteamericana en el Perú no se queda nunca en pequeño cuando se trata de abordar temas que interesan a Washington. Cuando al iniciar su gestión el gobierno del Presidente Humala designó al economista Ricardo Soberón —un destacado especialista en la materia— como el jefe de la oficina Anti Drogas, la diplomática yanqui no alcanzó a esconder su disgusto, y dijo muy claramente que se trataba de un nombramiento que no era bien visto por su gobierno, subrayando —además— que su país, a través de la DEA, tenía intereses específicos que cautelar en esa materia.

Cuando luego de numerosas presiones y una ostentosa campaña de desprestigio a cargo de medios afines a la embajada de los Estados Unidos —como programas de Willax TV y columnas editoriales del diario Correo— fue cambiado Soberón por la señora Masías, la diplomática USA tampoco pudo ocultar —esta vez— su alborozo. Y aseguró, en efecto, que “ahora sí” la administración norteamericana veía “con mucha simpatía” esta nueva designación. Pero las cosas han ido, ciertamente, a mayores. Hoy se sabe, en efecto, que la presencia militar norteamericana en el Perú no solamente no ha disminuido, sino que se ha acrecentado en esta compleja etapa de la vida nacional.

La existencia de estas bases militares debiera ciertamente preocupar, sobre todo en un contexto como el actual, signado por el interés de Washington de “cerrar” el continente bajo la férula de la Casa Blanca, en el hipotético caso de una confrontación bélica de alta escala que comprometa países, regiones e incluso continentes.

La política norteamericana en el Perú se asienta ciertamente en varios factores. La precariedad e inconsistencia del gobierno del Presidente Humala, que no hace mayor resistencia a los planes de dominación imperial en la región, es uno de ellos; pero hay que añadir aquí el hecho de que las fuerzas progresistas —empeñadas en la “batalla interior” por demandas nacionales— registran poco interés en el escenario internacional, y se ocupan escasamente de la estrategia mundial de dominación del gobierno yanqui. También, por supuesto, hay que considerar la ofensiva grosera que la Mafia alienta en el Perú, y que —sobre todo en una circunstancia confusa como la actual— se reviste de un falso discurso para encubrir planes aviesos.

Por las redes de Internet corren hoy muchos de los textos que se usan en este marco y que, lamentablemente, terminan en algunos casos compartidos por algunas personas simplemente “desilusionadas” del Presidente Humala que suelen prestar oídos a prédicas agresivas. Para ilustrar esta idea hemos escogido uno de los correos que hoy están en boga, omitiendo, sin embargo, el nombre de au autor para no hacerle el juego a nadie. No obstante, hemos respetado el texto original y su rebuscada redacción, porque su lectura nos proporciona una idea integral de los planteamientos que allí se pergeñan. Dice el remitente del mensaje que insertamos, lo siguiente:

“Este miserable del cachaco Humala se les fue de las manos el control de Cajamarca donde esta el sistema de inteligencia que dejo Fujimori el mejor sistema y Choledo lo desactivo y saco junto a su ministro terruco de García Sayan a todos los terrucos que hoy están matando a nuestros soldados, pobre cachaco miserable ya nadie cree en el presidente mentiroso, la economía sigue por inercia pero hasta cuando se nota el desgobierno total la falta de don de mando quien lleva el control del país unos cuatro comunistas terrorista o quien basta ya del desgobierno, pidamos la vacancia presidencial por incapacidad moral llamemos a nuevas elecciones. Viva el mejor presidente del Perú Alberto Fujimori….

El texto ataca al Presidente Humala a quien considera “mentiroso”, un militar que permite que “nuestros soldados mueran” y que vive en el “desgobierno”, y que, además resulta incapaz de administrar una crisis como la de Cajamarca porque carece de un “servicio de inteligencia”. Ataca a Alejandro Toledo —hoy precario aliado de Humala, y en particular a quien fuera su Canciller, Diego García Sayán— al que califica de “terruco” y sostiene que estos “terrucos” y “cuatro comunistas más” llevan “el control del país”. Para enfrentar este rumbo, asegura, hay que decir “basta” a Humala, plantear la vacancia presidencial por “incapacidad moral” y llamar a “nuevas elecciones”, para ungir, por cierto “al mejor presidente del Perú, Alberto Fujimori” seguramente mediante interpósita persona: su hija Keiko. En otras palabras, un vulgar llamamiento al Golpe de Estado —quizá “a la paraguaya”— que abra las puertas a la Mafia no para acabar con la ineficiencia en la gestión administrativa, sino para “reprimir al comunismo”, que hoy asoma —según lo confirma cada día la “prensa grande”— en la lucha contra el proyecto Conga.

Una suerte de tenaza que apunta a lo mismo: a consolidar las posiciones del Imperio bien sea por la vía de derrotar, doblegar y humillar al Presidente Humala; o simplemente patear el tablero y “vacarlo” a la mala para que se cierre el círculo y vuelvan los que “sí saben”  cómo “combatir al terrorismo”.
Para enfrentar esta doble estrategia de neto corte sedicioso, es indispensable que, por un lado, el Jefe del Estado la hable al pueblo abierta y francamente, de manera directa y a partir de una vigorosa voluntad de lucha en el empeño por encarar las tareas de la “gran transformación” que dice representar. ¿Será eso posible? Pero es indispensable también que el pueblo se movilice de manera clara, independiente y por objetivos propios, alimentando su unidad, su organización y su conciencia de clase, sumadas, por cierto, al incremento de su capacidad de lucha. Un ejemplo claro de eso surge precisamente de la lucha de Cajamarca en defensa de su ecosistema y sus recursos, y de la capacidad de acción de las masas populares, confirmada en la movilización limeña del jueves pasado y en otras acciones registradas en distintos lugares del país.

Si así ocurriera, podría construirse una tenaza distinta, que sirva al país y a la voluntad de un pueblo que merece  vencer de una vez para siempre en honor a su historia y a sus más ricas tradiciones.

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe

 

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