Fiebre por bombardear Irán
Asia Times Online
¿Dónde está el gran
Christopher Walken cuando lo necesitamos? “¡Tengo una fiebre!” [1] Y la
única receta es… ¡Bombardead Irán!” Esa es la historia, por lo menos en
Israel. La locura durará como poco los próximos seis meses.
Durante el último fin de semana, el periódico Israel Hayom –financiado por el magnate de los casinos y grupi
de Mitt Romney, Sheldon Adelson– dedicó todo un suplemento a la fiebre.
Los artículos principales llevaban títulos como “Bombas o bombardeos:
Póker con cartas ocultas”.
Sin embargo antes, en la semana pasada, una filtración al periódico Yediot Ahronot
[2] reveló que la crema de los dirigentes militares de Israel se opone a
la guerra contra Irán, conocida en su versión aséptica como “ataque
preventivo”.
Es un reparto impresionante. Tenemos al jefe
del estado mayor conjunto Benny Gantz; al jefe de operaciones de las
Fuerzas de Defensa de Israel (FDI- ejército israelí) Ya'akov Ayash;
Tamir Pardo, jefe del Mossad; Aviv Kochavi, a cargo de Aman, la
dirección de inteligencia militar; los jefes de departamento del Mossad;
el jefe de la Fuerza Aérea israelí Amir Eshel; para no mencionar a
cuatro ministros, por lo menos, del “gabinete de la cocina” de ocho
hombres del primer ministro Bibi Netanyahu.
Hay
calificadores. Algunos admiten que solo apoyarían un ataque contra Irán
si el Supremo Líder Ayatolá Jamenei –o los inspectores del Organismo
Internacional de Energía Atómica (OIEA)– anunciaran un importante cambio
radical hacia el armamentismo. Otros admiten que solo apoyarán un
ataque si EE.UU. participa; es el caso de los jefes del Mossad retirados
Meir Dafan y Efraim Halevy y elex jefe de estado mayor Gabi Ashkenazi.
El
jugador esencial en este caso es por supuesto Gantz. Siempre ha
mantenido sobre la mesa la opción del ataque. Pero también ha hecho
filtrar que sabe que cualquier ataque, por exitoso que sea, no destruirá
el programa nuclear de Irán; además, también teme las repercusiones
geopolíticas.
Cuando Gantz admitió algo de esto en un canal de la
televisión israelí, el ministro de Defensa Ehud Barak ordenó que
“desapareciera” el informe. [3]
Por lo que todo se resume
esencialmente a Bibi y Barak contra todos los demás. Esto plantea por lo
menos dos preguntas claves: ¿Cómo podría Bibi ordenar un ataque cuando
las mentes mejores informadas de Israel saben que como máximo causaría
una demora de seis meses del programa nuclear de Irán, según amplios
cálculos estadounidenses? ¿Y que un ataque llevaría definitivamente a
Teherán a abandonar su actual, prudente, “período de latencia” y a
apostarlo todo al frente del armamentismo?
Murphy, oye mi llamado
Surgirán
desde todos los rincones desmentidos que no desmienten, pero solo la
gente que vive en el País de las Maravillas cree que Israel atacaría a
Irán sin una clara luz verde de Washington. Rusia, China, Pakistán,
todos saben del juego de EE.UU. e Israel de reorganizar las sillas
musicales antes de un posible ataque contra Irán. [4]
El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea Ira Sharkansky, en un blog del Jerusalem Post,
menciona a otro exjefe del Mossad que dice que Israel no debería actuar
sin consentimiento de EE.UU., y que probablemente no lo hará.
Este nuevo blog colectivo de política exterior trató de responder a algunos de los imponderables. Pero todavía se resume en esa vieja máxima de Hollywood: nadie sabe nada.
Nadie
sabe si los militares israelíes han concebido alguna mágica ruta de
ataque aéreo (por ejemplo sin sobrevolar Irak; olvidad un ataque
terrestre y olvidad un ataque con armas nucleares contra Irán); si posee
los medios para lanzar un mini ‘Conmoción y Pavor’ contra posiciones de
Hizbulá en el Líbano; si tiene suficientes revienta-búnkeres de la
última generación para penetrar en posiciones iraníes a gran
profundidad; si tiene suficiente inteligencia justo a tiempo.
En este caso se aplica la Ley de Murphy. Incluso el Pentágono sabe que si algo puede salir mal, saldrá mal. [5]
E
incluso si no fuera el caso, la pregunta del billón de dólares sigue
siendo: ¿cuál es el verdadero juego actual del presidente Barack Obama?
Se
perdonaría todo si se tratara solo de quemaduras de sol causadas por
demasiadas estadías en la playa durante el verano. Pero hablamos de
guerra, guerra preventiva, dejando de lado el derecho internacional y
basada en un conjunto concéntrico de hipótesis, para no hablar de
mentiras.
El OIEA, los Cálculos Nacionales de Inteligencia
(NIE) de EE.UU. e incluso los servicios de inteligencia israelíes saben
que no existe un programa iraní de armas nucleares. Rusia –que tiene
miles de técnicos en Irán– también lo sabe.
La idea de que
Irán es una amenaza para Israel surge de un manifiesto dadaísta. Israel
es una verdadera –no declarada– potencia nuclear (nunca firmó el TNP);
Irán (que suscribe el TNP) no lo es.
Como resumió sucintamente John Glaser en Antiwar.com:
“EE.UU. ha cercado con medios militares a Irán, ha realizado
operaciones clandestinas junto a Israel, amenaza constantemente a Irán
con un ataque militar preventivo y acumula duras sanciones económicas”.
[6] ¿Amenaza? ¿Quién amenaza a quién?
Sin embargo, lo
extraordinario es que Tel Aviv logra un fabuloso golpe de relaciones
públicas tras otro –por lo menos en términos de lavar el cerebro de la
opinión pública estadounidense– cambiando simplemente la línea roja. [7]
Basta con leer cuidadosamente esta entrevista de Barak con CNN. [8]
Todo
está claro. No existe un programa de armas nucleares de Irán. Irán no
es una amenaza inmediata o de otro tipo. Lo que tenemos es el ministro
de Defensa de un país que dice que no se debe permitir que otro país
entre a una “zona de inmunidad” más allá de la cual no pueda ser
acosado, atacado, bombardeado, invadido.
Imaginad si se tratara de un ministro de Defensa chino o ruso que lo proclamara a la ligera en la televisión estadounidense.
De vuelta al Gran Juego
Resulta que toda la enrevesada premisa de un ataque israelí contra Irán es un engaño.
Una
serie de países –como Japón, Corea del Sur y Brasil– tienen la
capacidad de construir un arma nuclear; la tecnología existe desde hace
décadas. Eso no significa que vayan a hacerlo.
El hecho de
que Teherán permita inspecciones inmensamente intrusivas del OIEA y que
haya ofrecido concesiones durante años que van mucho más allá de sus
obligaciones según el TNP prueba que no quiere construir una bomba
mañana (o que lo haya hecho ayer, según Israel). E incluso si lo
hiciera, se detectaría a tiempo.
Tal como están las cosas,
Obama parece apostar a que el jugador de póker Bibi no tenga las
agallas para ordenar un ataque contra Irán mientras él esté en el
Despacho Oval. Este es
un argumento bastante plausible según el cual Obama puede sentirse
tentado a lanzar una sorpresa en octubre; pero el ultracauteloso y
pragmático Obama podría hacerlo en un estado de absoluta desesperación.
En cuanto a Bibi, le encantaría que Washington hiciera su trabajo sucio
(Israel, técnicamente, no puede hacerlo, y Benny Gantz lo sabe). Por lo
tanto Bibi ya está en el modo de “Esperando a Mitt”.
En
términos del Gran Cuadro –el Nuevo Gran Juego en Eurasia– el programa
nuclear iraní solo es una excusa; en realidad, la única disponible. Va
mucho más allá de Israel y su propia fiebre regional.
Cortando
a través de la niebla que envuelve el muro de desconfianza de 33 años
entre Washington y Teherán, la fiebre de Washington sigue siendo la
misma, de Clinton I y II a Bush I y II, a Obama y más allá: necesitamos
cambio de régimen, necesitamos una satrapía persa como la que teníamos
antes, necesitamos todo ese petróleo y ese gas en el Golfo Pérsico y en
el Mar Caspio para Occidente, y no para el Este, necesitamos controlar
ese vital nodo estratégico en Eurasia. Parece que no hay cura para esa
fiebre.
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