¿Quién va a pagar la cuenta?
Cuando la guerra pasa por política exterior
“Si eliminas las enormes fortunas
que unos pocos amasan con el negocio de la guerra, habrás acabado con las
guerras”, dijo Kevin Zeese, uno de los activistas más importantes del Movimiento
Ocupa Wall Street en Estados Unidos. Su audiencia estaba compuesta
principalmente por veteranos de guerra reunidos en Nueva York para protestar
contra la guerra en el undécimo aniversario del conflicto en Afganistán, la
guerra más larga librada por Estados Unidos. Entre los veteranos se encontraban
combatientes de las guerras de Irak y Afganistán, un gran número que había
combatido en Vietnam e incluso un veterano de la Segunda Guerra Mundial de 88
años de edad.
Ese vínculo entre guerra y negocio queda muy claro en la
investigación llevada a cabo por el Centro para la Integridad Pública (CPI, en
sus siglas en inglés). El Congreso de Estados Unidos podría estar gastando 3.000
millones de dólares en tanques que el ejército no quiere. Eso incluye la
reparación de muchos tanques M1 Abrams que el ejército no va a utilizar. Como
dice Aaron Mehta, uno de los autores del informe del CPI: “El ejército ha
acordado que desea ahorrar hasta 3.000 millones de dólares congelando la
renovación del M1 entre 2014 y 2017, para poder rediseñar por completo el pesado
y ruidoso vehículo. El Congreso no está de acuerdo. Los legisladores que abogan
por los tanques hablan de la creación de puestos de trabajo, por supuesto. En
teoría, lo que les preocupa son los trabajadores afectados. Si la fábrica
cierra, los trabajadores que tendrían que fabricar los tanques podrían perder
sus puestos de trabajo. Pero parece ser que la causa real de la preocupación de
los legisladores son sus propios puestos de trabajo. El fabricante de los
tanques, dicen los autores del informe “han inyectado millones de dólares en las
elecciones al Congreso en la última década”. Una buena jugada, al parecer. El
CPI estudió los archivos de gastos del cabildeo de los lobbies que pusieron al
descubierto donaciones enfocadas a “los legisladores que se sientan en cuatro
comités clave en la decisión del futuro de los tanques”. También descubrieron
que “estos legisladores habían recibido 5.3 millones de dólares desde 2001
procedentes de empleados del fabricante de los tanques, General Dynamics, y de
su comité de acción política”.
Las guerras de Irak y Afganistán han costado entre 2.5 y 4. billones
de dólares. Se supone que en un país con una deuda pública de 16 billones de
dólares estos gastos deberían de tener alguna importancia. En el tercer y último
debate entre Obama y Romney (sobre política exterior) no pareció que la tuviese.
Esas cifras no merecieron la mínima mención por parte de los dos candidatos.
Obama dijo que estaba manteniendo la línea en el gasto militar. Romney prometió
incrementarlo. Ya en el año 2008 el premio Nobel de Economía Joseph Siglitz
escribió un libro junto con Linda J. Bilmes (graduada en política presupuestaria
norteamericana por Harvard), titulado La guerra de los tres billones de
dólares. Esta profecía está más o menos a punto de cumplirse. Incluso
podría superar el cálculo. Tal como señalaba Linda J. Bilmes en el Boston
Globe: “La mitad de los veteranos estadounidenses de esta guerra (la de
Afganistán) están reclamando prestaciones por invalidez, que supondrán billones
de dólares de gasto a largo plazo”.
Stiglitz y Bilmes señalan que el vínculo con la economía, además de
la conexión con la política exterior, es enorme: “El gasto en las guerras y en
la seguridad relacionada con las mismas aquí en nuestro país ha representado más
de la cuarta parte del incremento total de la deuda de Estados Unidos desde
2001”. Y esta guerra se ha llevado a cabo sin subir los impuestos. Incluso con
rebajas de impuestos a los ricos al mismo tiempo y en ambas guerras, durante el
mandato de Bush.
Los costes humanos
En Irak y Afganistán han muerto aproximadamente 6.000 soldados
norteamericanos. El doble del número de víctimas que se produjeron en los
terribles ataques del 11 de septiembre. Además, la media de suicidios entre los
soldados en servicio activo es actualmente de uno cada 24 horas. En la cifra de
muertos no se incluyen cientos de personas que trabajaban para los
“contratistas” de las empresas privadas, a los que en cualquier otro lugar del
mundo se llamaría mercenarios. Muchos de los trabajos sucios se externalizaron a
estas fuerzas ya que Estados Unidos trató de reducir su presencia en el
conflicto.
Obama dijo en el debate que había llegado a la presidencia con la
promesa de “salir de Irak” y “lo hice”. Por tanto, había mantenido su promesa de
2008. Se le olvidó mencionar que ese año también mantuvo que la de Afganistán
era una guerra digna. Como presidente, su promesa ha fallado al aumentar en
30.000 efectivos el contingente destacado allí durante un tiempo. La verdadera
tarea es cómo salir de allí sin mayor oprobio.
En el debate no se habló del número de bajas entre muertos heridos o
desaparecidos. Ni una palabra de los costes financieros de las guerras ni de su
relación con la economía. Ni un susurro sobre las lecciones que se podrían sacar
para la política exterior de los Estados Unidos. Y eso en un debate sobre
política exterior.
El coste humanos para otras personas también ha sido espantoso. Nadie
sabe a ciencia cierta cuántos civiles han muerto como consecuencia de las dos
guerras. Los cálculos oscilan entre los 100.000 y varias veces ese número. Tal
como informamos en estas columnas en 2008, a poco más de tres años del comienzo
de la guerra en 2003, se calculaba que habían perdido la vida más de 650.000
iraquíes. En un estudio realizado por investigadores de la facultad de Salud
Pública de la universidad Johns Hopkins Blomberg de Mariland y de la universidad
Al Munstansiriya de Bagdad se decía sin rodeos que “desde que comenzaron las
hostilidades en Irak en marzo de 2003 habían muerto 654.965 iraquíes más de los
que previsiblemente habrían fallecido en las condiciones existentes antes de la
guerra: el total de fallecimientos por muertes violentas y no violentas está por
encima de la cantidad estimada de 143.000 anuales, que son las muertes
producidas por todas las causas antes de la invasión de marzo de 2003. Este
estudio ha sido criticado por fuentes interesadas, pero son pocos los que pueden
negar que el cálculo de muertes es exhaustivo. La tasa de mortalidad total de
Irak pasó a doblarse, de 5,5 muertes por cada 1.000 personas antes de la guerra
llegó a 13 por cada 1.000 a finales de 2006. Además, han muerto muchos más
civiles desde que se hizo el estudio.
A finales de 2006, el Alto Comisionado para los refugiados de la ONU
presentaba cifras sobre otra calamidad. Cerca de 1.800.000 iraquíes han
abandonado su país desde el comienzo de la guerra. Otros 1.600.000 se han
convertido en desplazados internos.
“Qué increíble derroche de vida humana infligen estas guerras”, nos
decía Paul Appel, un veterano de la guerra de Vietnam en la reunión del 7 de
octubre en Nueva York. “Echando la vista atrás, tuve que enfrentarme a ello
incluso antes de partir para Vietnam. Me fue asignada la misión de informar a
los padres de la muerte de sus hijos en la guerra. Tenía que ir a darles la
noticia con el capellán castrense. Una vez tuve que hacerlo solo”. Appel es un
granjero de Illinois. Con él se encontraba Dud Hendricks un antiguo entrenador
deportivo de Maine. Y muchos más, todos de orígenes modestos. Unas horas después
de reunirnos los arrestaron a todos y se los llevaron esposados. Los veteranos
no iba a abandonar el Memorial de la Guerra de Vietnam donde se habían reunido,
a las 10 de la noche. Un pelotón de avergonzados policías se los llevó.
Ninguno de los cuatro candidatos a la presidencia y vicepresidencia
ha servido en el ejército. En el debate de aquella noche, Romney anunció su
firme apoyo al uso de los drones en la forma que se están utilizando actualmente
en Pakistán. Obama sonrió con satisfacción. Es una política que él ha impulsado
a lo grande. No importa que estos drones hayan causado un número muy alto de
bajas civiles absolutamente inocentes. Los drones se encuentran ahora también
sobre Libia. Su baza ganadora, por supuesto, ha sido el asesinato de Osama Ben
Laden, el extraordinario triunfo de EE.UU. en política exterior. Sin embargo,
los numerosos grupos asociados a Bin Laden no parecen estar excesivamente
nerviosos por su muerte. El líder del que se encontraban desconectados, se había
convertido ya en una vergüenza en vez de en un blasón.
Los contendientes se deleitaban con los clichés. Obama: “América (1)
es la única nación imprescindible del mundo” (¿Entonces es que hay muchas que
son prescindibles?). “Yo tengo una visión distinta para América”. Romney:
“América debe ser fuerte.” “Soy optimista sobre el futuro”.
Entonces, ¿adónde va América desde aquí? Va a un “zillón”(2) más de
anuncios televisivos que se suman a este caro y demencial concurso. Los expertos
ya están trabajando sobre cuáles son los Estados en los se puede reducir el
gasto de la campaña con el fin de meter más dinero en algunos Estados clave.
No resulta fácil derrotar a un presidente norteamericano que está en
el poder. En los últimos 112 años, sólo 4 presidentes en el poder que optaban a
la reelección han sido derrotados (Gerald Ford que perdió en 1976 no figura en
la lista. Estaba en el poder pero no había sido elegido, sino que accedió al
cargo siendo vicepresidente con Richard Nixon cuando este fue obligado a
dimitir). En los ochenta años siguientes a 1932 solo han sido derrotados Jimmy
Carter (1980) y George H. W. Bush (1992).
Sin embargo, a pesar de esa gran ventaja, Obama no lo tiene todo
atado. No resulta fácil olvidar que en 2008, justo antes de que Wall Street
armara la gorda, John McCain iba ligeramente por delante de Obama en las
encuestas. Aquel año la crisis transformó el escenario. Esta vez la crisis de la
economía no va a impulsar hacia arriba a Obama.
Mientras tanto, los expertos intentan volver a descifrar cuál fue la
mejor “jerga corporal” en el debate final. Quién parece “más presidencial”. La
respuesta más aguda sobre ese proceso, no obstante, es la de Adrew Levine en
Couterpunch. “¿Qué tiene que ver ser un buen polemista con todo lo
demás? Los presidentes no debaten. Los candidatos lo mismo podrían competir en
unas justas o en el salto con garrocha”.
Notas del traductor:
(1) Se mantiene el término "América" en la traducción por fidelidad al texto
que se cita, sin estar de acuerdo con que se denomine a un país por el nombre
del continente en que se encuentra.
(2) “Zillions” en el original, que entendemos en el sentido de innumerables,
como podría decirse “enésimos”, utilizando la z para indicar que se ha superado
la “m” de “millions” (millones), la t de “trillions” (billones) y todas las
demás letras del abecedario.
P. Sainath es el editor de asuntos rurales de The
Hindu, donde apareció este artículo, y es el autor de Everybody Loves a
Good Drouhgt (A todo el mundo le encanta una buena sequía. Sianath se
encuentra actualmente en Estados Unidos impartiendo las clases del semestre de
otoño en Princenton. Contacto: Sainath@princeton.edu
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