Las sanciones dirigidas por EE.UU. contribuyen a la destrucción de la milenaria historia de Siria
Information Clearing House
Qué diferencia de una semana a otra. La nevada más recia en Siria en un cuarto de siglo, dicen algunos. La tormenta de la semana pasado bloqueó por un cierto tiempo incluso la principal carretera de Damasco a Beirut.
Pero eso fue entonces y ahora estamos en primavera en Damasco, o por lo menos eso nos parece a los que estamos acostumbrados a los eneros de Nueva Inglaterra. Ahora el tiempo aquí es templado y agradable. Las flores primaverales estallan por doquier y los parques de la ciudad están repletos de madres con sus cochecitos de bebés, niños jugando y jóvenes enamorados en los bancos. Trabajadores del parque rastrillan las hojas muertas y otros podan las palmeras y amontonan ordenadamente las ramas en camiones de plataforma.
¿Qué “guerra civil”? ¿Qué “crisis”? Uno se siente tentado a preguntárselo a pesar de que siguen habiendo intermitentes “batacazos” y de vez en cuando un jet pasa como un rayo por encima, al parecer de camino a los suburbios donde estallan intermitentemente los enfrentamientos.
Ha sido un invierno duro y tal vez lo que estamos viviendo sea una primavera falsa. Pero uno siente un innegable alivio e incluso un poco de optimismo cuando habla con los ciudadanos, personal de las ONG y algunos funcionarios. Podrá deberse en parte al maravilloso tiempo pero también tal vez a la idea de que pueden estar mejorando las cosas, de que se restaurarán la paz y la seguridad y de que terminará la matanza. Se ven algunos refugiados que vuelven a Damasco. Sirios y palestinos del Líbano, aunque todavía hay embotellamientos de coches repletos de pertenencias personales que cruzan hacia el Líbano en el puesto fronterizo Masnaa. Mientras tanto el Ministerio del Interior de Damasco promete diversas formas de ayuda a los que escuchan el llamado del gobierno a “volver a casa, a vuestro pueblo”.
Revitalizado por el excitante ambiente del parque me decido a caminar hasta la sede de la UNESCO para acudir a una cita. Además, estos días puede ser bastante difícil encontrar un taxi.
Tal vez debería haberme quedado en el parque. Dios sabe que bastantes mujeres iracundas me han gritado durante años. El hecho de que me criasen tres hermanas mayores y una categórica madre alemana/italiana y que todas tratasen despiadadamente de corregir mi conducta fue solo un presagio de lo que me esperaba. Pero, incluso con ese “entrenamiento”, no estaba preparado para lo que me dijo la señora de la oficina de la UNESCO aquí en el centro de Damasco.
Y yo no había hecho nada.
Excepto, tal vez, que soy estadounidense y hay bastante indignación aquí entre el público sirio, las ONG y cada vez más la comunidad jurídica internacional, entre otros, no hacia el pueblo estadounidense sino hacia el gobierno de EE.UU. por los efectos de sus sanciones ilegales que afectan severamente a la población civil. Al mismo tiempo están contribuyendo directamente a que se dañen irreparablemente muchos sitios históricos de este país milenario.
Según arqueólogos expertos del país, Siria, con seis lugares declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO, que testifican su merecida reputación como una de las cunas de la civilización mejor preservadas arqueológicamente, podría ser pronto la más destruida sin freno de los últimos tiempos (Irak es la otra). Esta catástrofe, frecuentemente predicha, no solo es resultado de la guerra en el sentido usual, sino de la guerra en su forma más sutil de sanciones dirigidas por EE.UU. y orientadas a un cambio de régimen.
De particular preocupación para la UNESCO, cuyo mandato de la ONU incluye el registro y la protección de los sitios históricos del mundo, es la preservación de las Ciudades Antiguas de Damasco, Bosra, Palmira, Alepo, Crac de los Caballeros y el castillo de Saladino, así como las Antiguas Ciudades del norte de Siria.
Esta semana, la Dirección Siria de Antigüedades y Museos ha publicado un informe detallado sobre actos de vandalismo y excavaciones ilegales realizados por grupos armados y ladrones extranjeros en toda Siria. La Dirección ha documentado violaciones de sitios arqueológicos y museos sirios, así como el fenómeno emergente de falsificación de artefactos. En Alepo, la división de Antigüedades informó de que las cuevas al-Diriyah en la Montaña Samaan sufrieron actos de sabotaje y agregó que “los terroristas han saqueado el equipo de excavaciones, columnas y vigas de madera”.
Asimismo, esta semana, Human Rights Watch publicó un informe, después de una investigación de cuatro días en las provincias de Latakia e Idlib, de que combatientes respaldados por Arabia Saudí-Catar-EE.UU. destruyeron sitios religiosos. Según HRW, una Husseiniyah (sala de congregación para ceremonias chiíes de conmemoración) fue destruida por combatientes en Idlib, y dos iglesias cristianas fueron saqueadas en Latakia. La directora para Medio Oriente de Human Rights Watch, Sarah Leah Whitson, afirmó que Siria “perderá su rica diversidad cultural y religiosa si los grupos armados no respetan los lugares de culto”.
Ante este trasfondo, no es sorprendente que mi anfitriona de la UNESCO me echara de su oficina, literalmente, menos de medio minuto después de entrar. Una declaración en francés de la directora Irina Bokova de la sede de la UNESCO en París. Dice:
Antes de que pudiera terminar de leer, la señora exclamó: “¡Estos testimonios del pasado!...” elevando la voz y mirándome mientras señalaba los afiches de sitios históricos de Siria de la pared, “la destrucción de este patrimonio de la que vuestras sanciones son parcialmente responsables. Vuestro gobierno es responsable hoy y lo será mañana ante toda la humanidad.” Cuando finalmente pude expresar una palabra, expliqué que había ido a verla precisamente porque he estado estudiando las sanciones inmorales, ilegales y “no de los estadounidenses” y estaba pasando mi tiempo en Siria para ver de primera mano el terrible desprecio de las sanciones a las preocupaciones humanitarias del pueblo sirio, en contradicción con lo que dicen repetidamente los funcionarios estadounidenses.
Cuando agregué que no conozco a ningún estadounidense que justificaría lo que el Congreso y nuestro gobierno están haciendo si conociera los hechos en el terreno, se calmó un poco y dijo que comprendía lo que estaba diciendo y estaba más o menos de acuerdo. Entonces mencionó una encuesta nacional realizada el 13 de enero por la Campaña por un Mundo Mejor, una organización que trabaja para apoyar las relaciones entre EE.UU. y las Naciones Unidas, que mostró que un 83% de los ciudadanos de EE.UU. cree que es importante que su país financie a la UNESCO, levante las sanciones contra este organismo y pague las contribuciones retenidas, que suponen un 22% del presupuesto de la agencia especializada de la ONU.
“¡Permítame que le diga algo!” exclamó y comenzó a describir los calamitosos efectos de las actuales sanciones dirigidas por EE.UU. sobre el trabajo de la UNESCO por la preservación y protección de sitios históricos. Desde su punto de vista, el ataque estadounidense a la UNESCO y su trabajo comenzó cuando la UNESCO cometió el pecado en marzo de 2011 de admitir a Palestina como miembro pleno.
Explicó que: “Durante meses nuestras oficinas habían sido advertidas por funcionarios israelíes y luego estadounidenses de que nos pasarían una cuenta considerable si admitíamos a Palestina”. Y así fue. En octubre de 2011, EE.UU. eliminó el financiamiento de la UNESCO por admitir a Palestina como miembro, y en noviembre de 2012 EE.UU. fue uno de los nueve Estados de los 193 que componen la Asamblea General que, por cuenta de los ocupantes sionistas de Palestina, trataron de impedir, sin éxito, que Palestina obtuviera la condición de Estado observador no miembro en la ONU.
El personal de la UNESCO y otros miembros de las ONG en este país afirman que gran parte del daño ocurrido aquí podría haberse impedido si se hubiera levantado el recorte del presupuesto de la UNESCO por parte EE.UU. en 2011. Como resultado directo, la UNESCO ni siquiera puede reemplazar a más de 400 personas que la abandonaron por desgaste normal o incluso contratar “vigilancia de vecindario”, personal voluntario local, para coordinar la protección de numerosos sitios arqueológicos en toda Siria.
Respecto a otros efectos de las sanciones dirigidas por EE.UU. contra la población civil de este país, próximamente se publicará un estudio de las ONG sobre el impacto de las falsas excepciones de “medicinas y alimentos”. Su recusación de las sanciones dirigidas por EE.UU. es severa. Contrariamente a la mitología de Washington y de la OTAN, las exenciones de “medicinas y alimentos” no existen en realidad porque los proveedores temen que los acusen de violar alguna de las muchas cláusulas de las sanciones. Washington y Bruselas están perfectamente informados de este hecho.
Entre los datos que se presentarán en el análisis que pronto se publicará hay casos de pacientes de cáncer que necesitan medicinas todas las semanas pero ahora solo pueden recibirlas dos veces al mes, con las terribles consecuencias previstas. Lo mismo vale para muchos otros pacientes de atención a largo plazo que necesitan medicinas específicas, así como genéricas como penicilina, que ya no están disponibles como antes de las sanciones dirigidas por EE.UU.
Cuando me preparaba para abandonar su oficina, la señora suavizó un poco su tono y me dijo, “Verá, generalmente me gustan los estadounidenses que vienen a tomar contacto, pero, ¿cómo pueden explicar estas sanciones?, ¿o las de Irak o Afganistán que han matado a tanta gente?”
Traté de explicar que existe un choque cultural en EE.UU. que significa que muchos estadounidenses apoyan a la UNESCO y el trabajo de las dieciséis Agencias Especializadas de la ONU, pero también tenemos políticos como el senador por Arizona John McCain y el senador por Carolina del Sur, Lindsay Graham, que nunca vieron una guerra que no les gustara. El primero acaba de volver de otra visita a la región y al parecer no aprendió nada excepto que sigue deseando una solución militar.
El segundo, conocido por sus chistes en el Congreso de que como “verdadero sureño” nunca superó la Guerra Civil estadounidense o lo que hizo a la sociedad de EE.UU., ha expresado repetidamente su punto de vista sobre las sanciones “económicas” de EE.UU. y ha declarado recientemente: “¡Las sanciones son buenas pero tienen que ser más duras! Cortad las rodillas a los bastardos”.
El senador Graham también se mostró de acuerdo con la ex Secretaria de Estado Madeleine Albright que hizo la repulsiva declaración de que “valió la pena” la muerte de 500.000 niños en Irak como resultado de un régimen de “sanciones económicas” de EE.UU. que “excluía alimentos y medicinas” pero en realidad fue un programa de hambruna.
Irónicamente fue el archienemigo de la Confederación, el general yanqui William Tecumseh Sherman, quien podría estar de acuerdo con Graham respecto a las sanciones contra una población civil. Lo que molestó al senador Graham desde que estudió la Guerra Civil en la escuela, según una fuente del Congreso, es que el 17 de febrero de 1865 los yanquis capturaron la capital estatal de Graham de Columbia, Carolina del Sur. No fue nada bonito y destruyeron la mayor parte del centro de la ciudad. Pero los yanquis y los confederados podrían estar de acuerdo con el ataque a poblaciones civiles con sanciones económicas. Sherman escribió, poco antes de su Marcha hacia el Mar que cortó fatalmente en dos el Sur:
Cuando abandoné la oficina de la UNESCO estaba algo alicaído. No por la aspereza mostrada por la dama, sino más bien por haber comprendido, una vez más, que nuestra especie simplemente no aprende mucho de la historia y al parecer la repetirá eternamente. Que Dios proteja de los políticos a todos los pueblos por doquier.
Franklin Lamb realiza trabajo de investigación en Siria. Contacto: fplamb@gmail.com
Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article33726.htm
rCR
Pero eso fue entonces y ahora estamos en primavera en Damasco, o por lo menos eso nos parece a los que estamos acostumbrados a los eneros de Nueva Inglaterra. Ahora el tiempo aquí es templado y agradable. Las flores primaverales estallan por doquier y los parques de la ciudad están repletos de madres con sus cochecitos de bebés, niños jugando y jóvenes enamorados en los bancos. Trabajadores del parque rastrillan las hojas muertas y otros podan las palmeras y amontonan ordenadamente las ramas en camiones de plataforma.
¿Qué “guerra civil”? ¿Qué “crisis”? Uno se siente tentado a preguntárselo a pesar de que siguen habiendo intermitentes “batacazos” y de vez en cuando un jet pasa como un rayo por encima, al parecer de camino a los suburbios donde estallan intermitentemente los enfrentamientos.
Ha sido un invierno duro y tal vez lo que estamos viviendo sea una primavera falsa. Pero uno siente un innegable alivio e incluso un poco de optimismo cuando habla con los ciudadanos, personal de las ONG y algunos funcionarios. Podrá deberse en parte al maravilloso tiempo pero también tal vez a la idea de que pueden estar mejorando las cosas, de que se restaurarán la paz y la seguridad y de que terminará la matanza. Se ven algunos refugiados que vuelven a Damasco. Sirios y palestinos del Líbano, aunque todavía hay embotellamientos de coches repletos de pertenencias personales que cruzan hacia el Líbano en el puesto fronterizo Masnaa. Mientras tanto el Ministerio del Interior de Damasco promete diversas formas de ayuda a los que escuchan el llamado del gobierno a “volver a casa, a vuestro pueblo”.
Revitalizado por el excitante ambiente del parque me decido a caminar hasta la sede de la UNESCO para acudir a una cita. Además, estos días puede ser bastante difícil encontrar un taxi.
Tal vez debería haberme quedado en el parque. Dios sabe que bastantes mujeres iracundas me han gritado durante años. El hecho de que me criasen tres hermanas mayores y una categórica madre alemana/italiana y que todas tratasen despiadadamente de corregir mi conducta fue solo un presagio de lo que me esperaba. Pero, incluso con ese “entrenamiento”, no estaba preparado para lo que me dijo la señora de la oficina de la UNESCO aquí en el centro de Damasco.
Y yo no había hecho nada.
Excepto, tal vez, que soy estadounidense y hay bastante indignación aquí entre el público sirio, las ONG y cada vez más la comunidad jurídica internacional, entre otros, no hacia el pueblo estadounidense sino hacia el gobierno de EE.UU. por los efectos de sus sanciones ilegales que afectan severamente a la población civil. Al mismo tiempo están contribuyendo directamente a que se dañen irreparablemente muchos sitios históricos de este país milenario.
Según arqueólogos expertos del país, Siria, con seis lugares declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO, que testifican su merecida reputación como una de las cunas de la civilización mejor preservadas arqueológicamente, podría ser pronto la más destruida sin freno de los últimos tiempos (Irak es la otra). Esta catástrofe, frecuentemente predicha, no solo es resultado de la guerra en el sentido usual, sino de la guerra en su forma más sutil de sanciones dirigidas por EE.UU. y orientadas a un cambio de régimen.
De particular preocupación para la UNESCO, cuyo mandato de la ONU incluye el registro y la protección de los sitios históricos del mundo, es la preservación de las Ciudades Antiguas de Damasco, Bosra, Palmira, Alepo, Crac de los Caballeros y el castillo de Saladino, así como las Antiguas Ciudades del norte de Siria.
Esta semana, la Dirección Siria de Antigüedades y Museos ha publicado un informe detallado sobre actos de vandalismo y excavaciones ilegales realizados por grupos armados y ladrones extranjeros en toda Siria. La Dirección ha documentado violaciones de sitios arqueológicos y museos sirios, así como el fenómeno emergente de falsificación de artefactos. En Alepo, la división de Antigüedades informó de que las cuevas al-Diriyah en la Montaña Samaan sufrieron actos de sabotaje y agregó que “los terroristas han saqueado el equipo de excavaciones, columnas y vigas de madera”.
Asimismo, esta semana, Human Rights Watch publicó un informe, después de una investigación de cuatro días en las provincias de Latakia e Idlib, de que combatientes respaldados por Arabia Saudí-Catar-EE.UU. destruyeron sitios religiosos. Según HRW, una Husseiniyah (sala de congregación para ceremonias chiíes de conmemoración) fue destruida por combatientes en Idlib, y dos iglesias cristianas fueron saqueadas en Latakia. La directora para Medio Oriente de Human Rights Watch, Sarah Leah Whitson, afirmó que Siria “perderá su rica diversidad cultural y religiosa si los grupos armados no respetan los lugares de culto”.
Ante este trasfondo, no es sorprendente que mi anfitriona de la UNESCO me echara de su oficina, literalmente, menos de medio minuto después de entrar. Una declaración en francés de la directora Irina Bokova de la sede de la UNESCO en París. Dice:
“Estoy profundamente angustiada por las noticias diarias sobre la escalada de daños al patrimonio cultural en toda Siria. Vimos el daño de la Ciudadela en julio y de los zocos hace diez días; y la Mezquita Umayyad, corazón de la vida religiosa de la ciudad, una de las mezquitas más hermosas en el mundo musulmán, se encuentra en grave peligro. En el norte de Siria, la región de las Antiguas Ciudades inscrita en la Lista del Patrimonio de la Humanidad en 2011 ha sido gravemente afectada y parece que el invaluable complejo bizantino San Simón puede haber sido incendiado”.
Antes de que pudiera terminar de leer, la señora exclamó: “¡Estos testimonios del pasado!...” elevando la voz y mirándome mientras señalaba los afiches de sitios históricos de Siria de la pared, “la destrucción de este patrimonio de la que vuestras sanciones son parcialmente responsables. Vuestro gobierno es responsable hoy y lo será mañana ante toda la humanidad.” Cuando finalmente pude expresar una palabra, expliqué que había ido a verla precisamente porque he estado estudiando las sanciones inmorales, ilegales y “no de los estadounidenses” y estaba pasando mi tiempo en Siria para ver de primera mano el terrible desprecio de las sanciones a las preocupaciones humanitarias del pueblo sirio, en contradicción con lo que dicen repetidamente los funcionarios estadounidenses.
Cuando agregué que no conozco a ningún estadounidense que justificaría lo que el Congreso y nuestro gobierno están haciendo si conociera los hechos en el terreno, se calmó un poco y dijo que comprendía lo que estaba diciendo y estaba más o menos de acuerdo. Entonces mencionó una encuesta nacional realizada el 13 de enero por la Campaña por un Mundo Mejor, una organización que trabaja para apoyar las relaciones entre EE.UU. y las Naciones Unidas, que mostró que un 83% de los ciudadanos de EE.UU. cree que es importante que su país financie a la UNESCO, levante las sanciones contra este organismo y pague las contribuciones retenidas, que suponen un 22% del presupuesto de la agencia especializada de la ONU.
“¡Permítame que le diga algo!” exclamó y comenzó a describir los calamitosos efectos de las actuales sanciones dirigidas por EE.UU. sobre el trabajo de la UNESCO por la preservación y protección de sitios históricos. Desde su punto de vista, el ataque estadounidense a la UNESCO y su trabajo comenzó cuando la UNESCO cometió el pecado en marzo de 2011 de admitir a Palestina como miembro pleno.
Explicó que: “Durante meses nuestras oficinas habían sido advertidas por funcionarios israelíes y luego estadounidenses de que nos pasarían una cuenta considerable si admitíamos a Palestina”. Y así fue. En octubre de 2011, EE.UU. eliminó el financiamiento de la UNESCO por admitir a Palestina como miembro, y en noviembre de 2012 EE.UU. fue uno de los nueve Estados de los 193 que componen la Asamblea General que, por cuenta de los ocupantes sionistas de Palestina, trataron de impedir, sin éxito, que Palestina obtuviera la condición de Estado observador no miembro en la ONU.
El personal de la UNESCO y otros miembros de las ONG en este país afirman que gran parte del daño ocurrido aquí podría haberse impedido si se hubiera levantado el recorte del presupuesto de la UNESCO por parte EE.UU. en 2011. Como resultado directo, la UNESCO ni siquiera puede reemplazar a más de 400 personas que la abandonaron por desgaste normal o incluso contratar “vigilancia de vecindario”, personal voluntario local, para coordinar la protección de numerosos sitios arqueológicos en toda Siria.
Respecto a otros efectos de las sanciones dirigidas por EE.UU. contra la población civil de este país, próximamente se publicará un estudio de las ONG sobre el impacto de las falsas excepciones de “medicinas y alimentos”. Su recusación de las sanciones dirigidas por EE.UU. es severa. Contrariamente a la mitología de Washington y de la OTAN, las exenciones de “medicinas y alimentos” no existen en realidad porque los proveedores temen que los acusen de violar alguna de las muchas cláusulas de las sanciones. Washington y Bruselas están perfectamente informados de este hecho.
Entre los datos que se presentarán en el análisis que pronto se publicará hay casos de pacientes de cáncer que necesitan medicinas todas las semanas pero ahora solo pueden recibirlas dos veces al mes, con las terribles consecuencias previstas. Lo mismo vale para muchos otros pacientes de atención a largo plazo que necesitan medicinas específicas, así como genéricas como penicilina, que ya no están disponibles como antes de las sanciones dirigidas por EE.UU.
Cuando me preparaba para abandonar su oficina, la señora suavizó un poco su tono y me dijo, “Verá, generalmente me gustan los estadounidenses que vienen a tomar contacto, pero, ¿cómo pueden explicar estas sanciones?, ¿o las de Irak o Afganistán que han matado a tanta gente?”
Traté de explicar que existe un choque cultural en EE.UU. que significa que muchos estadounidenses apoyan a la UNESCO y el trabajo de las dieciséis Agencias Especializadas de la ONU, pero también tenemos políticos como el senador por Arizona John McCain y el senador por Carolina del Sur, Lindsay Graham, que nunca vieron una guerra que no les gustara. El primero acaba de volver de otra visita a la región y al parecer no aprendió nada excepto que sigue deseando una solución militar.
El segundo, conocido por sus chistes en el Congreso de que como “verdadero sureño” nunca superó la Guerra Civil estadounidense o lo que hizo a la sociedad de EE.UU., ha expresado repetidamente su punto de vista sobre las sanciones “económicas” de EE.UU. y ha declarado recientemente: “¡Las sanciones son buenas pero tienen que ser más duras! Cortad las rodillas a los bastardos”.
El senador Graham también se mostró de acuerdo con la ex Secretaria de Estado Madeleine Albright que hizo la repulsiva declaración de que “valió la pena” la muerte de 500.000 niños en Irak como resultado de un régimen de “sanciones económicas” de EE.UU. que “excluía alimentos y medicinas” pero en realidad fue un programa de hambruna.
Irónicamente fue el archienemigo de la Confederación, el general yanqui William Tecumseh Sherman, quien podría estar de acuerdo con Graham respecto a las sanciones contra una población civil. Lo que molestó al senador Graham desde que estudió la Guerra Civil en la escuela, según una fuente del Congreso, es que el 17 de febrero de 1865 los yanquis capturaron la capital estatal de Graham de Columbia, Carolina del Sur. No fue nada bonito y destruyeron la mayor parte del centro de la ciudad. Pero los yanquis y los confederados podrían estar de acuerdo con el ataque a poblaciones civiles con sanciones económicas. Sherman escribió, poco antes de su Marcha hacia el Mar que cortó fatalmente en dos el Sur:
“No combatimos contra ejércitos enemigos, sino contra un pueblo enemigo, jóvenes y viejos, ricos y pobres, y deben sentir la mano de hierro de la guerra de la misma manera que los ejércitos organizados”.
Cuando abandoné la oficina de la UNESCO estaba algo alicaído. No por la aspereza mostrada por la dama, sino más bien por haber comprendido, una vez más, que nuestra especie simplemente no aprende mucho de la historia y al parecer la repetirá eternamente. Que Dios proteja de los políticos a todos los pueblos por doquier.
Franklin Lamb realiza trabajo de investigación en Siria. Contacto: fplamb@gmail.com
Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article33726.htm
rCR
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