¿Qué se está jugando Francia en Mali?
En Lucha
El presidente de Francia, François Hollande, del Partido Socialista francés, declaró en relación a la intervención militar en Malí que “no estamos defendiendo ningún tipo de interés político o económico en Malí, defendemos simplemente la paz”. Y para dotar de mayor concreción a su cruzada pacifista, Hollande ha asegurado que la operación bélica “durará lo que sea necesario para disipar la amenaza terrorista”. Así, de nuevo, los halcones se hacen pasar por palomas para reavivar la doctrina de la “guerra contra el terror”.
La espectacular toma de rehenes de la planta de gas argelina quizás haya contribuido a reforzar la imagen sesgada del terrorismo en el imaginario colectivo. Sin embargo, también ha señalado una de las claves del conflicto: los recursos naturales del norte de África. Como todas las incursiones occidentales en el continente, detrás de la grandilocuencia de palabras como “civilización”, “progreso” o “paz”, sólo había intereses económicos.
En el caso de Francia, las empresas galas están muy bien posicionadas en sectores importantes de la economía malí. La compañía Orange controla el sector de la telefonía, Dagris cuenta con una posición privilegiada tras la privatización del monopolio estatal Compañía Malí para el Desarrollo del Textil (aportaba el 15% del PIB) y Bouygues domina el sector eléctrico y una parte importante de la minería del oro –Malí es el tercer productor de oro de África–. Por cierto, la ONG Human Rights Watch denuncia que en la minería malí se trabaja con mano de obra infantil –hasta 40.000 menores de edad– y en condiciones de extrema precariedad, sin que Francia haya movido un dedo para remediarlo.
Tratamiento aparte merece el caso de Areva, gigante estatal de la producción de uranio. La compañía francesa explota dos grandes yacimientos en el norte de Níger –vecino de Malí–, de donde extrae el 30% del uranio que consume Francia. El país galo, además, es el país que más depende de la energía nuclear –el 70% de la electricidad proviene de esta fuente. Las prospecciones indican que en el norte de Malí, cerca de la frontera con el Níger hay cuantiosos yacimientos de uranio.
En 2007 un levantamiento tuareg fue aprovechado por el gobierno de Níger para acabar con el monopolio francés del uranio –acusaron a Areva de estar detrás de la insurrección. No es de extrañar que la rebelión tuareg de enero de 2012, en la que tomaron el norte de Mali y que ha desencadenado los hechos posteriores, haya propiciado la oportunidad de remendar el error que cometieron entonces. Ahora Francia interviene directamente porque quiere asegurarse su influencia tras el conflicto.
A Hollande le interesa hablar de un concepto monolítico de “terroristas” cuando se refiere a las diferentes milicias que batallan por el norte de Mali, pero lo cierto es que la composición étnica es muy compleja –a causa de las fronteras artificiales del colonialismo–, aunque la mayoría son musulmanes con diferentes interpretaciones del islam. Aquí, la “guerra contra el terror” es el hijo natural que la historia del colonialismo y el imperialismo ha engendrado, aspecto que trataremos en el siguiente número del periódico En lucha.
La guerra en Mali será larga –ahora con Francia y, luego, ésta junto con algunos países africanos–, pero no podrá acabar bien. Primero, devastará un país ya de por sí depauperado, especialmente tras la crisis de la deuda de los 80 y los planes de austeridad neoliberales del FMI y el Banco Mundial, que multiplicaron por 30 la deuda del país. Segundo, va a alimentar todavía más el odio hacia los países occidentales, lo cual puede propiciar nuevos ataques armados contra la población civil. Y tercero, si Hollande consigue sus objetivos, en nada va a beneficiar a la mayoría de la población europea, africana y mundial; solo a una minoría que va a poder hacer más negocio sobre la tierra quemada que habrá dejado la guerra.
Porque en el fondo, ésta es una guerra imperialista más. Es decir, en un contexto de creciente competencia económica en el continente africano –recordemos que China se está posicionando rápidamente en el este y el centro de África– las antiguas potencias coloniales, cuando no tienen con quien negociar, no dudarán en utilizar sus armas para defender su expolio de los recursos naturales y su acceso a los mercados africanos. Es decir, la guerra como continuación de la política capitalista.
Luis Zhu es militante de En lluita / En lucha.
http://enlucha.org/site/?q=node/18206
La espectacular toma de rehenes de la planta de gas argelina quizás haya contribuido a reforzar la imagen sesgada del terrorismo en el imaginario colectivo. Sin embargo, también ha señalado una de las claves del conflicto: los recursos naturales del norte de África. Como todas las incursiones occidentales en el continente, detrás de la grandilocuencia de palabras como “civilización”, “progreso” o “paz”, sólo había intereses económicos.
En el caso de Francia, las empresas galas están muy bien posicionadas en sectores importantes de la economía malí. La compañía Orange controla el sector de la telefonía, Dagris cuenta con una posición privilegiada tras la privatización del monopolio estatal Compañía Malí para el Desarrollo del Textil (aportaba el 15% del PIB) y Bouygues domina el sector eléctrico y una parte importante de la minería del oro –Malí es el tercer productor de oro de África–. Por cierto, la ONG Human Rights Watch denuncia que en la minería malí se trabaja con mano de obra infantil –hasta 40.000 menores de edad– y en condiciones de extrema precariedad, sin que Francia haya movido un dedo para remediarlo.
Tratamiento aparte merece el caso de Areva, gigante estatal de la producción de uranio. La compañía francesa explota dos grandes yacimientos en el norte de Níger –vecino de Malí–, de donde extrae el 30% del uranio que consume Francia. El país galo, además, es el país que más depende de la energía nuclear –el 70% de la electricidad proviene de esta fuente. Las prospecciones indican que en el norte de Malí, cerca de la frontera con el Níger hay cuantiosos yacimientos de uranio.
En 2007 un levantamiento tuareg fue aprovechado por el gobierno de Níger para acabar con el monopolio francés del uranio –acusaron a Areva de estar detrás de la insurrección. No es de extrañar que la rebelión tuareg de enero de 2012, en la que tomaron el norte de Mali y que ha desencadenado los hechos posteriores, haya propiciado la oportunidad de remendar el error que cometieron entonces. Ahora Francia interviene directamente porque quiere asegurarse su influencia tras el conflicto.
A Hollande le interesa hablar de un concepto monolítico de “terroristas” cuando se refiere a las diferentes milicias que batallan por el norte de Mali, pero lo cierto es que la composición étnica es muy compleja –a causa de las fronteras artificiales del colonialismo–, aunque la mayoría son musulmanes con diferentes interpretaciones del islam. Aquí, la “guerra contra el terror” es el hijo natural que la historia del colonialismo y el imperialismo ha engendrado, aspecto que trataremos en el siguiente número del periódico En lucha.
La guerra en Mali será larga –ahora con Francia y, luego, ésta junto con algunos países africanos–, pero no podrá acabar bien. Primero, devastará un país ya de por sí depauperado, especialmente tras la crisis de la deuda de los 80 y los planes de austeridad neoliberales del FMI y el Banco Mundial, que multiplicaron por 30 la deuda del país. Segundo, va a alimentar todavía más el odio hacia los países occidentales, lo cual puede propiciar nuevos ataques armados contra la población civil. Y tercero, si Hollande consigue sus objetivos, en nada va a beneficiar a la mayoría de la población europea, africana y mundial; solo a una minoría que va a poder hacer más negocio sobre la tierra quemada que habrá dejado la guerra.
Porque en el fondo, ésta es una guerra imperialista más. Es decir, en un contexto de creciente competencia económica en el continente africano –recordemos que China se está posicionando rápidamente en el este y el centro de África– las antiguas potencias coloniales, cuando no tienen con quien negociar, no dudarán en utilizar sus armas para defender su expolio de los recursos naturales y su acceso a los mercados africanos. Es decir, la guerra como continuación de la política capitalista.
Luis Zhu es militante de En lluita / En lucha.
http://enlucha.org/site/?q=node/18206
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