La jornada electoral del domingo culminó, como se había previsto, con la victoria del candidato del movimiento popular “Gana Perú”, Ollanta Humala Tasso, quien obtuvo algo más del 31% de las adhesiones formalmente reconocidas.
Este resultado constituye el reflejo del rechazo ciudadano a un “modelo” que hace agua por todas partes y que la derecha más reaccionaria considera “intocable” porque es el que le ha permitido acumular, en los últimos veinte años, incalculables beneficios.
Las cifras confirman el triunfo de Humala en gran parte del país. Virtualmente todo el sur peruano, el Trapecio Andino y la región central, han confirmado la victoria del único candidato que enfrentó la corrupción, la dependencia y el desgobierno en el que está insumida nuestra patria como consecuencia del manejo soberbio de una clase envilecida y en derrota.
Incluso una buena parte del norte y del oriente peruano ha registrado la victoria del candidato nacionalista, por lo que la representación parlamentaria del mismo lo ha convertido ya en la primera fuerza congresal.
Sin tener mayoría absoluta -ocupará 44 de los 130 escaños- y con una bancada mucho más cohesionada y sólida, podrá erguirse como la nueva fuerza dominante procurando una elemental política de alianzas.
Para alcanzar mayoría absoluta en el legislativo, requerirá de 22 votos adicionales, que podría alcanzar sin mucha dificultad sumando a sus tareas a sectores medios y partidos menores.
¿Qué significado han tenido, en el contexto concreto las elecciones peruanas celebradas el 10 de abril?
En primer lugar, han mostrado la existencia de una fuerza uniforme y cohesionada -Gana Perú- que se ha convertido en la primera expresión de la política peruana afirmando la esperanza y venciendo largamente al miedo.
En segundo lugar, ha permitido asegurar la victoria de los sectores más deprimidos de la sociedad. Los pobres han impuesto largamente su voluntad derrotado a las expresiones políticas de la clase dominante.
Las clases “acomodadas”, integrantes de los denominados segmentos “A” y “B”, han sufrido una categórica derrota producto de su quiebra política, pero también de su dispersión y desesperanza.
Las candidaturas de Pedro Pablo Kuzcynski y Luis Castañeda representaban más claramente los puntos de vista de estos sectores que hoy han quedado en minoría, porque incluso Alejandro Toledo buscó -aunque sin éxito- expresar más bien el punto de vista de los más golpeados por la crisis.
También segmentos pobres fueron los que ubicaron a Keiko Fujimori en el segundo lugar de la votación asegurando su presencia en la segunda ronda electoral que se celebrará el 5 de junio.
El tercer rasgo distintivo de los comicios recientes fue la catastrófica derrota del gobierno de Alan García y el desgarramiento dramático de su Partido, el APRA.
Cuando en 1990 García concluyó su primer mandato con resultados catastróficos, su Partido logró alcanzar, sin embargo, algo más del 20% de los votos y una fracción parlamentaria no desdeñable.
Hoy -no obstante los pregonados “éxitos” de su gestión gubernativa- apenas ha logrado superar el 5% de la valla minima requerida para salvar su legalidad y obtener representación congresal que, por primera vez en su historia, será más bien simbólica.
A la quiebra del APRA se ha sumado la confirmación de la crisis generalizada de los Partidos Políticos en el Perú de hoy. Los pocos que alcanzarán representación congresal: Acción Popular, el Partido Popular Cristiano y aún el Partido Aprista tendrán representaciones muy reducidas por lo que verán severamente mermadas sus posibilidades de gestión.
La Izquierda oficial, no correrá distinta suerte. Sus voceros formales tampoco alcanzaron el favor del electorado.
Pero como no todo es victoria, Humala deberá enfrentar en la segunda ronda a Keiko Fujimori, que pudo captar alrededor del 22% de los votos desplazando a Kuczynski, el hombre de las transnacionales.
Tras las siglas del Partido de los Fujimori -“Fuerza 2011”- se cobijó una votación proveniente -en su mayoría- de los segmentos “D” y “E”, es decir, sectores muy golpeados por la crisis, que mostraron su “gratitud” por algunos “servicios” que les fueran adjudicados en su momento por la dictadura depuesta a inicios de este siglo.
Alberto Fujimori Fujimori –condenado hoy a 25 años de prisión por crímenes, robos, y otros delitos- se dio maña, en su gobierno, por mantener “asistida” a diversos núcleos de la población como una manera de dar “sustento social” a su política que fue la que le abrió las puertas al “modelo” neo liberal ahora en quiebra.
La Fujimori, contrariando realmente el sentido de su votación, representa sin embargo los intereses de la Mafia más corrupta y envilecida que aflorara en la vida nacional.
Su equipo de gobierno y su representación parlamentaria lo acreditan de manera fehaciente. Y lo confirma el hecho que, tanto en el debate del domingo 3 de abril como la noche de ayer en su manifestación pública, su vocera haya ratificado su identificación con las acciones de su padre.
La probabilidad negada de su eventual triunfo en la consulta del 5, sería el hecho más funesto y denigrante de la historia peruana en lo que va del presente siglo.
El hecho que a la segunda ronda electoral pasen entonces Ollanta Humala y Keiko Fujimori crea entonces una situación ciertamente complicada. Pero, sobre todo, coloca al candidato de Gana Perú ante un imperativo inexcusable: tiene que ganar, cueste lo que cueste.
Podrá hacerlo, sin duda, porque la mayoría de los peruanos rechaza la violencia, la violación sistemática de los derechos humanos, el saqueo de la hacienda pública, el pillaje en la administración del Estado y el crimen organizado. Pero deberá procurar convencer que estos rasgos son los que predominan en las canteras del fujimorismo.
Mientras en el escenario formal el debate se plantea entre estas dos candidaturas, en la vida cotidiana los peruanos mantienen muy en alto la esperanza. Y su voluntad de lucha, alimentada por expresiones de heroísmo tan definido como lo ocurrido recientemente en Islay, en la región Arequipa; se mantiene enhiesta.
La disyuntiva electoral el 5 de junio -sin embargo- puede servir también de pretexto para que fuerzas “golpistas” busquen anular estos comicios y pretendan convocar otros nuevos, asegurando, para este efecto, la unidad electoral de la derecha que esta vez compitió dividida en tres segmentos.
Aunque difícil alternativa en la actual coyuntura continental, e incompatible, además con el escenario peruano de nuestro tiempo, una acción de este tipo –desesperada en extremo- podría ser tentada.
Para el movimiento popular, la única salida es ganar otra vez. El pueblo, no tiene más camino, sino confirmar su victoria.
Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
No hay comentarios:
Publicar un comentario