Los términos moderados y concertadores en los que el candidato ganador de LA PRIMERA vuelta electoral encara la segunda ronda en la que espera que, el 5 de junio, la ciudadanía ratifique su voluntad de cambio; contrastan con la histérica reacción, llena de encono y ánimo polarizador, de sectores radicales de derecha que quieren hacer de la nueva justa electoral una confrontación fratricida entre peruanos.
Mientras el postulante de Gana Perú se ha declarado abierto a hacer concesiones y ha reiterado sus garantías de defensa de la legalidad, la democracia y la libertad de expresión; quienes fracasaron al intentar detener su avance con las negras armas de la guerra sucia, persisten en la insidia y la mentira, atribuyéndole propósitos que nunca ha manifestado y actitudes en las que jamás ha incurrido.
En ese afán, no escuchan las propuestas de dialogar de igual a igual, con humildad, para hacer realidad el crecimiento para todos que, en definitiva, todos los candidatos han prometido y que es el derecho y la demanda de la sociedad, cansada de tanta desigualdad y exclusión.
Quieren guerra, como si la guerra que intentaron armar no les hubiera sido contraproducente, como si las mismas mentiras e insultos que hoy lanzan no hubieran sido algo así como el combustible que impulsó al candidato de Gana Perú al triunfo, el que intentan soslayar evitando sistemáticamente reconocerlo como ganador, con artificios como el de sostener que en LA PRIMERA vuelta hubo “dos ganadores” (¡con ocho puntos de diferencia!).
Y afirman que es preferible la sombra de la dictadura que ha vuelto de la mano de la hija del condenado por crímenes de lesa humanidad, si se trata de evitar el cambio con responsabilidad, gradual y sin sobresaltos económicos que promueve el candidato ganador de LA PRIMERA vuelta.
Temen que sus privilegios, sus negocios al amparo de la corrupción –que nada tienen que ver con la libertad económica- se vean afectados, y por ello promueven hasta el racismo para evitar que el pueblo le otorgue La Victoria al candidato más votado el pasado domingo.
En ese mezquino empeño, no les importa los crímenes, las víctimas de la dictadura, el envilecimiento de la democracia y sus instituciones, la mercenarización y la desmoralización de las Fuerzas Armadas y todo el daño, en fin, que dejó la dictadura de la década de los 90. No les interesa que llegue a la presidencia quien abrirá las cárceles a los criminales y los corruptos, comenzando por el principal de ellos, para vergüenza del Perú ante el mundo.
Felizmente, se alzan cada vez más voces de prestigio, como la del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que no transan con los resabios de la dictadura que encandilan a una porción del pueblo aún engañada con el recuerdo del asistencialismo populista de un régimen de oprobio. Estas voces, ajenas y hasta críticas del candidato ganador, ayudarán a que la sensatez y la democracia se impongan el 5 de junio.
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