Florencia recuerda ese día como si fuera ayer. Han pasado quince años, pero no olvida los gritos de la malgeniada enfermera que la acusaba de traer al mundo hijos como si fueran animales. Tampoco el maltrato del médico que le dijo que le iba a practicar una cesárea que no estaba indicada en ningún lado de su historia clínica.
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Hilario Castillo, su esposo, también vive con el recuerdo amargo. Todavía siente la impotencia del primer día.
“Estuve parado en la puerta de la posta y nadie me dijo nada, nadie me preguntó; cortaron a mi esposa y la cosieron como si fuera un bulto y yo sin saber nada, a solo unos pasos”, señala este carpintero que habla por primera vez ante un reportero.
Desde entonces, cada 8 de diciembre, Florencia Pablo García vive una mezcla de emociones. Debería ser un día de felicidad, por el cumpleaños de Pedro Aníbal, su segundo hijo, pero siempre termina siendo un día triste, por el recuerdo de aquella operación maldita que le hicieron en la posta de Ventanilla, en el Callao.
“Todos me gritaban; la enfermera, la auxiliar, el médico. Me decían que traía hijos como una coneja, pero ni siquiera me habían preguntado cuántos hijos tenía. El médico me dijo que en un año podría embarazarme otra vez si lo deseaba, y luego me botaron a la calle, solo una hora después de operarme”.
Le mintieron. Ni en un año ni en 20 podría tener otro hijo. Y contaba con solo 24 cuando violaron su derecho a elegir libremente cuántos hijos traer al mundo. “Hubiera querido tener un hijo más”, señala.
Y no solo eso, la intervención quirúrgica fue tan mal hecha que aún hoy tiene secuelas. “El dolor no me deja caminar ni trabajar, cualquier esfuerzo me produce dolor. A veces siento que soy carga para mi esposo y mis hijos”, explica.
En la Maternidad de Lima
Eugenia Valencia escucha el testimonio de Florencia y no puede evitar derramar lágrimas. Acaban de volver a su mente los terribles momentos que vivió en la Maternidad de Lima la tarde del 9 de setiembre de 1995, nueve días después de alumbrar a su noveno hijo, José, hoy de 15 años.
“Poco antes del trabajo de parto, cuando me estaban preparando, vino una enfermera a traerme un papel escrito a máquina. Era una solicitud que yo debía firmar, en la que supuestamente pedía que me esterilicen. Yo no firmé nada, agarré el papel y lo escondí debajo de mi almohada”, señala mientras muestra la hoja amarillenta que guarda como prueba de los abusos que se cometían en la Maternidad de Lima en tiempos de Alberto Fujimori Fujimori.
Dos días después, sin embargo, con el pretexto de operarla de la hernia inguinal que tenía, le ligaron las trompas, y tampoco, como ocurrió con Florencia, le informaron nada. “Lo que los jóvenes no saben y muchos mayores olvidan es que esto ocurrió en Lima, no en pueblitos alejados, fue en Lima”, insiste Eugenia.
Y sí, ocurrió a solo unas cuadras del Congreso, donde justamente el día en que le ligaban las trompas se debatía incluir las esterilizaciones forzosas como un método de planificación familiar.
Unidas por el dolor
Florencia se acerca y ofrece disculpas por interrumpir. Ha escuchado atentamente el relato de Eugenia y siente que el dolor las hace hermanas. La consuela y le da fuerzas para seguir luchando y encontrar la justicia que persigue desde hace 15 años, el mismo tiempo que ella ha vivido acallando su pena.
Pero no callará más. Ha decidido hablar y contarle al mundo que en 1996, cuando gobernaba al Perú un presidente que hoy está preso por ser cómplice de secuestros, asesinatos y actos de corrupción, se abusó de miles de mujeres pobres. Como ella, que fue esterilizada sin su consentimiento.
“Pido a la señora Keiko Fujimori que deje de mentir, que diga la verdad, ella fue parte de ese gobierno. Ojalá que no llegue al poder, porque si eso pasa, los delitos que se cometieron contra nosotras serán encubiertos”, dice Florencia.
Y Eugenia la apoya: “Lo sé por experiencia propia, cuando las autoridades están corrompidas, una no halla justicia”.
Claves
se entromete. El arzobispo de Lima, Luis Cipriani, dijo en un comunicado que el tema de las esterilizaciones no está en los planes de F-2011, como si un tema así fuera a figurar en un plan de gobierno.
COMPROMISO. Señala también que Keiko Fujimori le aseguró que defiende la vida y rechaza el aborto. Lo mismo dijo alguna vez su padre.
Testigo ratifica su versión
Rafael Rey negó haber visitado a Ligia Ríos Lizárraga en el hospital Arzobispo Loayza en 1997, y haberle pedido que no denunciara a la prensa su caso.
“Es absolutamente falso, nunca en mi vida fui al hospital Loayza, ni mucho menos conozco a Ligia Ríos, que es una pobre mujer que de repente se ha confundido con otras personas”, dijo Rafael Rey.
Por su parte, Ríos afirmó que Rey miente. “Ese hombre no tiene vergüenza, es un mentiroso. Él y Martha Chávez se ofrecieron a ayudarme siempre y cuando no siguiera con la denuncia. Si Rey ahora afirma que defendió a las mujeres que denunciaron la esterilización, ¿por qué archivaron mi caso? Yo denuncié a Alberto Fujimori”, sostuvo.
Ríos agregó que incluso visitó la oficina de Rey en la avenida Abancay. “En ese lugar me entregaron los útiles escolares para mis hijos y él me dijo que no podía dar más”, afirmó.
“¿A quién le creen, a mí o a esa pobre mujer?”, preguntó Rafael Rey: “Yo denuncié las esterilizaciones y denuncié al gobierno, ¿cómo se le ocurre a esa señora que le haya pedido que no denuncie?”, señaló.
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