El ascenso de Humala al gobierno está vinculado a la necesidad de arbitrar la lucha de clases en Perú -de características explosivas- con algunas concesiones sociales
La "deschavización" del presidente electo de Perú, el ex militar Ollanta Humala, ya no sorprende a nadie, y menos a los pulpos mineros. Durante la semana posterior a su elección, Humala destacó la necesidad de mantener "la estabilidad macroeconómica" del país, y la voluntad de asociar al Estado con el capital privado para diversos emprendimientos. El ex militar rechazó enfáticamente cualquier nacionalización o estatización, y respondió que se incentivaría la inversión privada. Todo esto sirvió para que la Bolsa pudiera recomponerse de su estrepitosa caída de más del 12%, con alzas pronunciadas durante varios días posteriores. La caída había sido calificada por los analistas como "exagerada".
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Los nuevos voceros del Ollanta "aggiornado" son el ex presidente -neoliberal- Alejandro Toledo y Mario Vargas Llosa, el escritor derechista más reconocido del mundo -los verdaderos gestores mediáticos de la victoria ‘nacionalista'. Se da por descontado que el equipo económico de Ollanta estará integrado por "técnicos" del ex mandatario Toledo, es decir que los "neoliberales" van a copar el gobierno. Kurt Burneo, el ex presidente del Banco Central con Toledo, sería el nuevo ministro de economía, mientras que Beatriz Merino, ex jefe de gabinete de Toledo, ocuparía el mismo cargo en el gobierno de Humala. Merino es, además, intima amiga del escritor peruano y Premio Nobel de Literatura, Vargas Llosa. Asimismo, quedaría ratificado Julio Valverde, el actual titular del Banco Central, como señal de continuidad con las políticas de Alan García.
El aumento de los impuestos a las mineras o de las regalías petroleras, la principal preocupación de los pulpos, ya no parece preocupar. "Aunque la victoria de Ollanta Humala no es lo que los inversionistas esperaban, el resultado podría no ser tan negativo como muchos temen", afirmó Jorge Benavides, presidente del pulpo Zincore Metals de Vancouver (Wall Street Journal, 8/6). El mandatario electo solo cuenta con el 36% de las bancas en el Congreso, por lo que estaría obligado a gobernar por "consenso"; Ollanta llegó a hablar de un "gobierno de unidad nacional", quizá con el cálculo de que el amontonamiento que siguió a Keiko Fujimori no podrá evitar la extinción.
Humala ya anticipó que su intención de "redistribuir la riqueza" se limita una serie de subsidios asistenciales que, en cualquier caso, no superarían el 1% del PBI. Esos planes ya tienen nombre: "Pensión 65" (una jubilación mínima, disociada del salario, como impulsa el Banco Mundial), o planes de familia para asistencia de niños y adolescentes, como el que ya existe en Brasil.
Minería y rebelión social
Perú es el segundo país en materia de reservas de cobre luego de Chile, y uno de los principales exportadores de metales del mundo, pero al igual que en el resto de la región el saqueo minero de los pulpos ha dejado una brutal degradación social, con una secuela de levantamientos populares; Alan García debió atravesar sus cuatro años con una interminable cantidad de crisis políticas. La rebelión obrera y ambiental impuso un freno relativo a la actividad y paralizó inversiones multimillonarias.
Actualmente, se registran más de 230 conflictos sociales en Perú, de los cuales la mitad son protagonizados por los pueblos originarios que sufren el saqueo minero. Humala plantea el desarrollo de la "infraestructura" nacional en una asociación "pública-privada", con las constructoras brasileñas, que viabilizaría un inmenso corredor interoceánico que beneficiaría a las mineras. "Las inversiones en el interior del país son escasas, excepto en la industria minera (...) eso desconecta la economía moderna de la costa de lo que son los territorios andinos y la Amazonía, que son el 70% de la superficie del Perú", explicó Humala al diario El País. Este es el principal plan de "creación de empleo" del nacionalista.
El ascenso de Humala al gobierno está vinculado a la necesidad de arbitrar la lucha de clases en Perú -de características explosivas- con algunas concesiones sociales. Para lograrlo, Humala quiere colocar a Perú bajo la órbita de Brasil, o sea, de sus empresas constructoras, y repartir el negocio de las mineras y petroleras con nuevos actores. Perú se suma al pelotón de los países con una dirección nacionalista burguesa o pequeño-burguesa en un cuadro de agotamiento de estos regímenes políticos, y con la certeza de que la bancarrota capitalista se volverá a manifestar la región con la caída de precios de exportación y reflujo de capitales.
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