Como ha venido ocurriendo a lo largo del amplio año y medio de crisis de la deuda soberana de los países periféricos de la zona euro, Alemania parece jugar otro partido y olvidarse de que más de dos tercios de su excedente comercial corresponden a sus intercambios con la zona euro. Ayer, el gobierno de la primera potencia de la unión monetaria frenó en seco la intención de los líderes de gobierno de convocar una cita extraordinaria este viernes para cerrar el segundo plan de préstamos para Grecia, dar respuestas a las preguntas que planteen los resultados de las pruebas de resistencia bancarias y respaldar las medidas italianas de ajuste presupuestario.
El no de Berlín marcó el desenlace de una jornada marcada por una retahíla de declaraciones que ampliaron la creciente confusión que rodea el proceso de toma de decisiones en la unión monetaria. Inicialmente, fueron la Comisión Europea y el Gobierno francés los primeros en solicitar una reunión extraordinaria para el viernes. La respuesta de la portavoz de Ángela Merkel fue tajante. “No hay planes concretos para una cumbre especial”. Porque lo “importante” es que sigan trabajando los ministros de Finanzas. Berlín argumenta que las necesidades financieras de Grecia están cubiertas hasta septiembre y subraya que queda tiempo para dar con una fórmula mágica que permita que el sector privado (bancos, fondos, aseguradoras) participe en el segundo paquete financiero sin que las agencias de calificación de riesgo declaren que se ha producido un impago parcial o selectivo.
Merkel se está ganando una reputación de Señora No que, en cierta medida, recuerda a Margaret Thatcher cuando repetía sin cesar: “¡Quiero que me devuelvan mi dinero!”. Lo más significativo es que, en su empeño porque el sector privado pague por su responsabilidad en la crisis griega de excesivo endeudamiento, se enfrenta no sólo a un devaluado Rodríguez Zapatero sino al todopoderoso Bundesbank. Juzguen el tono del banco respecto al debate tragicómico de las últimas semanas, dirigido, para más inri, por el joven ex asesor de Merkel Jens Weidmann. “El concierto de voces que se han expresado públicamente estas últimas semanas –y no sólo sobre la participación del sector privado– no ha contribuido a suscitar confianza en la capacidad de los políticos de resolver los problemas”, declaró ayer al semanario Die Zeit.
Algunos observadores consideran que Merkel está convencida de que sus electores no tolerarán un segundo rescate sin que la banca privada asuma parte del coste.
La falta de consenso europeo en cómo resolver la crisis de Grecia inquieta incluso al FMI, que ayer hizo público un comunicado en el que señala que el debate es en sí “un enorme problema” para infundir confianza en la economía helena. A la vista de las grandes cifras macroeconómicas griegas, el FMI concluye que el país no podrá volver a los mercados hasta el 2014.
Y mientras se expone a la luz pública este desacuerdo fundamental entre Frankfurt, sede del Bundesbank, y Berlín, los demás protagonistas del serial aportan su grano de arena a la confusión ambiente. Ayer sacó nota el futuro sucesor del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, el italiano, Mario Draghi, con un ejemplo práctico de lo que es más conveniente decir en privado que en público. En una intervención ante el Senado, el gobernador del Banco de Italia lamentó que los responsables políticos y monetarios hayan actuado siempre a remolque de la crisis de la deuda soberana. En su opinión, las “intervenciones parciales y temporales” para gestionar la crisis han incrementado la incertidumbre en los mercados. “Ahora debemos aportar certeza al proceso por el cual gestionamos las crisis de la deuda soberana, definiendo claramente los objetivos políticos, el diseño de los instrumentos y la cantidad de recursos”.
Coleaba también ayer la nueva degradación de la solvencia de la deuda irlandesa por la agencia Moody’s. “Incomprensible”, denunció la Comisión. Más lúcido fue el primer ministro, Enda Kenny. “El problema de Moody’s no es con Irlanda, el problema de Irlanda es con Europa”. Pero mientras esto ocurría, Fitch, la tercera agencia de calificación en discordia, rebajaba en cuatro escalones a Grecia, lo que coloca la deuda pública de este país al borde de la sentencia. Fitch justifica la rebaja en “la ausencia de un plan de financiación”.
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