La tercera economía de la zona euro sufre el acoso de los mercados y las agencias de calificación. Italia, que hasta la fecha había sorteado la crisis de la deuda, ha reaccionado siguiendo la receta del Fondo Monetario Internacional y las instituciones de Bruselas.
La especulación mira al corazón de Europa. Después de Grecia, Irlanda y Portugal, en el ojo del huracán de los mercados financieros ha acabado Italia, la
tercera economía de la zona euro. Bancos, fondos de inversión, hasta las más anónimas entidades financieras escondidas en remotos paraísos fiscales han empezado de repente a vender títulos accionarios italianos y bonos del Tesoro transalpino. En los pasados días se han dedicado a su deporte favorito: las ventas al descubierto.
El mecanismo es tan sencillo como paradójico (como muchas otras “reglas” del gran casino de los mercados): los fondos venden títulos que no son suyos.
¿Como es posible? La especulación se realiza sin compra previa de títulos, esperando un descuento de la cotización para poderlos adquirir más tarde a un menor precio. Los controladores de la Bolsa italiana han intentado poner remedio, prohibiendo esa practica, pero la especulación ha continuado por otros lados, golpeando sobre todo los bonos del Tesoro. Un blanco muy grande que supera los 1,8 billones de euros y que una vez derribado abre un abismo en el que puede caer toda la Eurozona, empezando por España. Roma y Madrid son demasiados grandes para “caer” sin llevarse consigo los otros países del continente.
La razón de la especulación cuyos efectos se propagan con rapidez desde los parqué de la Bolsa a la vida de millones de personas siempre es la misma: el dinero. Una explicación tan banal como eficaz; la crisis del área euro está causando montañas rusas en las Bolsas que suben y bajan con mucha rapidez creando un entorno ideal para conseguir ganancias rápidas y millonarias.
Sin embargo hay otros que, detrás de una preocupación de pura apariencia, sacan ventaja de este estado de shock. De hecho mientras los especuladores siguen con su labor, las instituciones de Bruselas y el Fondo Monetario Internacional aprovechan una ocasión irrepetible para proponer su receta de siempre: austeridad financiera y recortes; sangre, sudor y lágrimas.
Christin Lagarde, la ex ministra francesa recién nombrada directora gerente del FMI no ha perdido el tiempo y aconseja a Italia nuevos recortes de gastos y nuevas privatizaciones. Y el Parlamento transalpino (tanto la derecha de Berlusconi, como la supuesta y pálida oposición), con la solemnidad de los momentos de crisis ha aprovechado el momento para dar su visto bueno a un plan de “ajuste” de 47 mil millones de euros.
La aprobación se celebrará casi sin debates parlamentarios en un clima de máxima urgencia, necesaria (proclaman en Roma) para tranquilizar a los mercados. Que una vez más han conseguido su objetivo: desatar el miedo para imponer medidas impopulares con el sello del liberalismo económico.
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