El jefe de la Policía Nacional reaccionó amenazante ante el anunciado “proceso hacia la rebelión del pueblo” y el “Campamento !No más¡”, calificándolo de “inconstitucional”.
El derecho a la rebelión contra la tiranía, la opresión y las injusticias ha sido universalmente consagrado y reconocido. Y en estos tiempos ha retomado inusitada vigencia.
Aquí existe una dictadura institucionalizada al servicio de la oligarquía y del saqueo imperial. Una tiranía de la corrupción a beneficio de la partidocracia perre-pele-balaguerista y una opresión generalizada del pueblo empobrecido.
La ilegalidad, la inconstitucionalidad, el uso del presupuesto, las instituciones y los bienes del país como patrimonio de quienes dirigen los poderes ejecutivo, legislativo, judicial, militar, partidista y electoral… es el descaro oficial y oficioso de cada día.
Abundan confesiones diciendo que la necesidad del país “no es de Constitución y leyes nuevas”, sino que el problema reside en que las que están no se aplican.
Pero además, ¿habrá una institución más violadora de leyes, derechos consagrados y principios constitucionales que la Policía Nacional? ¿Habrá otra con más asesinatos, atracos, torturas, violaciones y delitos de todo tipo? ¡Quizás la DNCD esté en condiciones de competir!
Polanco Gómez debería callar y dejar de amenazar. Verse en el espejo de esa institución y del Estado que defiende, convertido en Estado delincuente y en narco-estado, bajo un acerado manto de impunidad inter-institucional.
Él y sus superiores no deberían inquietarse tanto por la convocatoria a las acampadas, ni estigmatizarlas de violentas y amenazarlas con anticipación, porque podría irle peor. La violencia la está ejerciendo el sistema dominante.
Las rebeliones pueden hacerse con flores, poesía, música, desobediencias razonables, expresiones de luto o recogimiento, velas, movilizaciones, paros, huelgas…democracia de calle.
El pueblo excluido, pateado y empobrecido, sus jóvenes, mujeres, campesinos, trabajadores/as, desempleados/as, chiriperos, productores nacionales… no tienen fusiles para montar campamentos armados de instrumentos destructivos. Su poder tendrá que ver con el calado multitudinario de su grito justiciero ¡NO MÁS!, siempre rodeado de razones, verdades, belleza y alegría.
Las armas de exterminio la poseen los cuerpos castrenses, la policía y las mafias; y lo que si podría atentar contra ese injusto monopolio, es si sus jefes enriquecidos recurren a masacrar al pueblo insumiso. Entonces, la latente hermandad entre el pueblo civil y los militares honestos, podría desplegarse para que reine la paz con dignidad.
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