martes, 12 de julio de 2011

La pornografía y la industria del sexo

En sus raíces la pornografía aparece como una rebelión contra el puritanismo promovido por la derecha y la fe cristiana. Sin embargo, este legado no es nada más que historia, dado que ahora mismo refuerza la opresión sexual femenina en vez de jugar un papel de disensión. La pornografía es parte de la industria del sexo, pero este término también incluye la prostitución, los clubes de striptease y el baile erótico. Las ultimas dos manifestaciones presentan la cara respetable de un mundo basado en la cosificación del cuerpo de la mujer, pero también muestran el vinculo más destacado entre el sexo y el mercado.


Es bien conocido que la prostitución existía durante la época grecorromana y también en la antigua Mesopotamia. Pero en muchos aspectos estas mujeres estaban más liberadas sexualmente porque no sufrían la estigmatización social por tener hijos con varios hombres, e igualmente podían buscar una pareja, como por ejemplo las mujeres aztecas. Lo que inició el cambio fue la introducción de la propiedad privada y la introducción de la idea de la familia nuclear como definió muy bien el marxista Friedrich Engels. Engels explicó que nuestras relaciones con el mercado definen las relaciones personales y sexuales. Así la familia nuclear y la necesidad de hijos legítimos estaba motivada por la acumulación de la riqueza y la competencia que dominaba el mercado. Esto no sólo confinaba a la mujer dentro de los límites del hogar, sino que también le suministraba unos roles como el de ama de casa o el de cuidadora, haciendo el trabajo reproductivo. De esta forma el placer sexual se negaba entre la pareja y hacia hincapié en la función reproductiva del sexo.

Esto reforzó en gran medida la idea de gozar del sexo fuera del hogar, habitualmente con prostitutas.

Alienación de las emociones

Este proceso histórico tiene mucho que ver con el boom actual de la industria del sexo. De nuevo, los cambios económicos han creado una industria que provee un acceso fácil a la satisfacción sexual. El desarrollo de la tecnología y el ritmo de vida que llevamos nos ha convertido en maquinas, completamente alienados de nuestras propias emociones, y la industria del sexo ha respondido a esto. Ha convertido el sexo y los deseos humanos en productos vendibles y reclamos económicos. No debemos olvidar que una característica fundamental de los mercados es la de transformar las relaciones sociales. Se estima que los ingresos anuales de la pornografía son más altos que los de la industria del fútbol, béisbol y baloncesto juntas. Es tan rentable que cada año tiene unos beneficios que llegan a los 7.000 millones de dólares, una cifra que ni si quiera incluye a la prostitución.

La industria del sexo no existe en su propia burbuja sino en la red del capitalismo global. En el Estado español sólo dos trabajadoras del sexo de cada 100 son autóctonas, lo que muestra claramente la influencia de las reestructuraciones económicas encabezadas por el FMI, las cuales han empeorado la polarización y la pobreza mundial. Para muchas de las inmigrantes que están atrapadas en la industria del sexo debido a la falta de trabajo y la falta de papeles, simplemente no les queda otra opción. En ese aspecto son claves sindicatos y organizaciones que defiendan los derechos de las trabajadoras del sexo para evitar condiciones de trabajo aún más precarias.

Al contrario de lo que dicen las post-feministas la industria del sexo no es un ejemplo de la libertad sexual de la mujer, ya que fortalece la superioridad masculina como parte del sistema capitalista que intenta dividir a la clase trabajadora bajo falsos preceptos como el de las “razas” o el género. El ejemplo que muestra esto más claramente es el hecho de que los clubes de baile erótico y striptease están utilizados mayoritariamente por banqueros y hombres de negocios del sector financiero. No debe extrañarnos que este sector siga siendo uno de los más sexistas, donde las mujeres todavía deben enfrentarse a mucha presión a nivel sexual.

No se trata de entrar en el debate sobre la libertad femenina de poder eligir si entrar o no en esta industria, ya que las propias fuerzas del mercado y la manera en que se forma la cultura, ponen estas ideas de supuesta libertad en duda. La mayoría de las mujeres sienten una presión diaria de tener una imagen cosificada que domina nuestra cultura y que está apoyada por el mercado capitalista. La única manera de combatir esta opresión es a través, no sólo de una lucha feminista, sino a su vez, de una lucha anticapitalista. El sexismo no puede ser erradicado mientras el sistema que lo produce siga en pie.

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