EE.UU. tiene una larga y muy desagradable historia en Latinoamérica y el Caribe. Durante tantos años y en tantos países apoyó “las guerras sucias”, de los años setenta a comienzos de los noventa. Durante ese período nacieron en Panamá tanto el Comando Sur como la Escuela de las Américas (SOA, por sus siglas en inglés). Existe una larga lista de graduados de la Escuela de las Américas que de ahí pasaron a cometer algunas de las peores atrocidades contra los derechos humanos en la región. Detrás de la SOA está el Comando Sur, orquestando esas guerras sucias, golpes de Estado, e intervenciones militares directas de EE.UU. Ambos siguen muy activos en la región, sin embargo, la SOA se llama ahora WHINSEC, siglas en inglés del Instituto de Cooperación y Seguridad Hemisférica. Ahora el Comando Sur tiene un brazo que blandir, la 4ª Flota de la Armada de EE.UU.
EE.UU. resucitó la 4ª Flota de la Armada en el verano de 2008. Se estableció originalmente en 1941 para combatir a los submarinos alemanes, y con actividad de atacantes en superficie en las aguas del Caribe y el Atlántico Sur. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, la flota se sacó del servicio activo en 1947. Ahora, en la segunda década del Siglo XXI, ¿por qué necesita EE.UU. una flota en una región del mundo que no plantea ninguna amenaza militar seria? De hecho ni un solo país en Latinoamérica o el Caribe, incluidas Cuba o Venezuela, tiene armadas de alta mar.
Tal vez EE.UU. teme la amenaza de Bolivia y Paraguay, ambas sin salida al mar sin armadas. Una explicación más razonable es el viejo axioma: “diplomacia de cañoneras”. La influencia de EE.UU. en la región ha disminuido considerablemente durante la última década y media. Ya no puede influenciar o dominar a muchos de los gobiernos en la región del modo que lo hizo durante 200 años. Ahora EE.UU. tiene que volver a intimidar a los países más débiles, como Haití y Honduras. Cuando tratan de liberarse de la misma dominación estadounidense, EE.UU. reacciona directamente, como en Haití, o de modo encubierto, como en Honduras. Basta con mirar dónde tuvieron lugar los dos últimos golpes exitosos para probar ese hecho. Tanto Haití como Honduras fueron un bastión de corporaciones estadounidenses y canadienses que necesitaban mano de obra barata. Por lo tanto, cuando trataron de revertir esas condiciones, sus gobiernos fueron derrocados. Ambos golpes tuvieron el mismo tipo de apoyo del gobierno de EE.UU., sus militares o sus ONG.
Lo que sigue es lo que el depuesto presidente Manuel Zelaya dijo en Democracy Now! sobre el papel de EE.UU. y del Comando Sur de EE.UU. en el golpe (dirigido por graduados de la Escuela de las Américas) que depuso su presidencia.
MANUEL ZELAYA: Mire, a los ocho días de haber tomado posesión del gobierno, el embajador Charles Ford me preguntó si yo podía darle asilo político a Posada Carriles en Honduras. Y desde luego, lo mandé para afuera. Él habló con mi Canciller para eso. Es el mismo embajador que me prohibió sumarme al ALBA. Y ahora, este embajador, después que salió de Honduras, dejó una carta de un perfil político de este servidor suyo. Que ahí, el que lee ese perfil sabe que viene un golpe de Estado. Lo publicó WikiLeaks con todo el perfil que él dejó de mi persona, diciendo que Estados Unidos tiene que ver qué va hacer el otro año para detenerme. Porque yo estoy vinculado al narcotráfico, al terrorismo y a todo un montón de cosas. Él preparo el ambiente y él fue trasladado de la Embajada al Comando Sur; era el vínculo. Y si usted pregunta hoy dónde está, está en el Comando Sur. De aquí salió a preparar el golpe de Estado.
No olvidemos las similitudes entre ambos golpes, en Honduras y Haití. Los presidentes Manuel Zelaya y Jean-Bertrand Aristide fueron despertados en la madrugada a punta de pistola. Los arrestaron y los sacaron en avión de su país hacia otro sitio. En el caso de Aristide fueron los militares estadounidenses los que lo sacaron del palacio presidencial y lo llevaron a la República Centroafricana. El Presidente Zelaya fue llevado a Costa Rica, con una parada en la base aérea de EE.UU. en Palmerola, Honduras, para reabastecerse de combustible, ¡a pesar de que el vuelo a Costa Rica es cortísimo!
Cuando Honduras realizó una nueva elección presidencial en diciembre de 2009, la Armada de EE.UU. envió un barco de ataque anfibio a las aguas cerca y alrededor de ese país. Al escribir estas líneas la 4ª Flota no tiene ningún barco asignado a Honduras; se basa en barcos prestados por la 2ª y la 3ª Flota. Sin embargo, si Ileana Ros-Lehtinen, presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara, se sale con la suya, eso cambiará. Está a favor de asignar un grupo de batalla de portaaviones a la flota, y estacionarlo en la base naval en Mayport, Florida. Actualmente la armada tiene 11 portaaviones activos, y pronto tendrá uno nuevo por 9.000 millones de dólares, el USS Gerald Ford. Todo un grupo de batalla de portaaviones significa una inversión de 20.000 millones de dólares, y es el sistema de guerra naval en superficie más poderoso del mundo. Una vez más, ¿cuál es la amenaza en esa región que justifique gastos semejantes?
La verdad es que ningún país en Latinoamérica o el Caribe ha hecho alguna vez un disparo hostil hacia EE.UU. Incluso el infame llamado de guerra “Recordad el Maine” antes del comienzo de la Guerra entre España y EE.UU., fue en realidad, un accidente. Por otra parte, las intervenciones estadounidenses en Latinoamérica, abiertas o clandestinas, son más de 100. Con estos antecedentes, y el hecho de que cada vez más países se liberan de la dominación de EE.UU., es obvio que EE.UU. reaccionará. Es la verdadera razón por la cual la Armada de EE.UU. reactivó la 4ª Flota: dará la opción a EE.UU. de utilizar la “diplomacia de cañoneras” cuando le dé la gana.
No hay ningún otro país en el mundo, incluidas las armadas combinadas del mundo que tenga los navíos de la armada de EE.UU. En toda la historia de los imperios mundiales, no se puede llegar a ese nivel sin un ejército masivo. Nosotros, los griegos, necesitamos invadir Troya y construimos una flota de mil barcos. El Imperio Británico se edificó sobre las espaldas de su armada. Hasta la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña era la que poseía la mayor armada del mundo. Y ahora, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. ‘gobierna los mares’ con su armada.
En este tiempo de supuestas crisis presupuestarias, ya no podemos permitírnoslo (¿o necesitarlo?). No necesitamos grupos de batalla de portaaviones por 20.000 millones de dólares, o el presupuesto total de la armada de 149.000 millones de dólares, tenemos que darnos por enterados de que todo nuestro presupuesto militar asciende a 685.100 millones de dólares, (basado en el presupuesto de 2010). Tenemos que pedir el fin de la construcción de más portaaviones de la nueva clase Ford, a 9.000 millones de dólares cada uno. Los países de Latinoamérica y del Caribe no representan una amenaza a nuestra seguridad; no necesitamos una flota de la armada en sus aguas. Sin embargo, tenemos que ir más lejos; tenemos que terminar nuestras guerras y retirar nuestras tropas. También debemos desmantelar nuestro arsenal nuclear y abandonar el uso de los drones Predator. Es hora de que nos demos cuenta que es más barato construir puentes y no bases o barcos, o bombas nucleares. ¡En este país necesitamos libros, alimentos y servicios sociales, no bombas!
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