Eduardo Galeano en el Primer Tomo de su trilogía “La Memoria del Fuego: Los Nacimientos”, cita el Diario del Descubrimiento de Cristóbal Colón, anotado por Manuel Alvar (1976), para recrear aquel primer momento del encuentro del Gran Navegante con las civilizaciones originarias de las tierras a las cuales llegó aquel 12 de octubre de 1492. Así Galeano describe aquel momento:
“Cae de rodillas, llora, besa el suelo. Avanza, tambaleándose porque lleva más de un mes durmiendo poco o nada, y a golpes de espada derriba unos ramajes.
Después, alza el estandarte. Hincado, ojos al cielo, pronuncia tres veces los nombres de Isabel y Fernando. A su lado, el escribano Rodrigo de Escobedo, hombre de letra lenta, levanta el acta.
Todo pertenece, desde hoy, a esos reyes lejanos: el mar de corales, las arenas, las rocas verdísimas de musgo, los bosques, los papagayos y estos hombres de piel de laurel que no conocen todavía la ropa, la culpa ni el dinero y que contemplan, aturdidos, la escena.”
Así comenzó la historia de la conquista española de las tierras americanas. Sería así el comienzo del genocidio americano.
En el año 1988 se desarrolló en México un interesante debate en anticipo a lo que serían las festividades del llamado Quinto Centenario. En España gobernaba como hoy el Partido Obrero Socialista Español bajo la presidencia de Felipe González en momentos en que España intentaba entrar en el Mercado Común Europeo dentro del marco de la conmemoración de la fecha.
En aquel momento del siglo XV, España acababa recién de expulsar a los musulmanes de sus tierras terminando la llamada Reconquista, más de siete siglos después del inicio de la ocupación musulmana de sus reinos. Igualmente, la unificación católica consumada, había abierto las puertas a la expulsión del suelo español a todo aquel o aquella que no profesara la religión oficial del Reino, la católica, conllevando tal medida la expulsión de los españoles que profesaban la fe judía. Así las cosas, la España que hoy conocemos, alcanzaba su unificación territorial, religiosa y política. El proyecto de exploración de nuevas rutas comerciales, que fue la propuesta sometida por Colón a los Reyes Católicos, no buscaba sino una nueva ruta, más corta, para España acceder a los mercados asiáticos y sus materias primas. El encuentro de aquellas tierras no esperadas por Colón en su viaje y las cuales se interponían en un pretendido viaje hacia India, supuso el reclamo de las mismas para la Corona Española y para el beneficio de los nuevos conquistadores.
El debate desarrollado en México de cara a las la fecha del Quinto Centenario, como lo refleja el ensayo escrito por Enrique Dussel, titulado 1492: Diversas posiciones ideológicas (1991), abrió profundas heridas en los debates desarrollados por muchos de sus interlocutores. Entre las posiciones más discutidas se encuentran: (1) No fue un “Descubrimiento” porque no hubo como tal un invento; lo que hoy es América ya estaba allí como estaba allí su población, su cultura y sus instituciones; (2) No debe hablarse de “Conquista”, ya que el concepto deriva del entendimiento de los efectos de la llegada de los españoles a estas tierras como una prolongación de la “Reconquista” iniciada en Covadonga en el año 718 y no culminada sino hasta la expulsión de los musulmanes y judíos a finales del Siglo 15; (3) No puede hablarse de “evangelización”, sino más bien del transculturación o inculturación, ya que la función jugada por el cristianismo fue la sobreimposición de una visión cultural muy particular sobre las religiones que profesaban los habitantes de los territorios reclamados por los europeos; (4) No puede hablarse de “encuentro entre dos culturas”, cuando “la cultura europeo-ibérica tronchó las culturas autóctonas, que subsistieron mimetizadas en elementos dispersos de cultura, que pronto sobrevivirían en el folklore, en la cultura popular dominada- y en extinción, si no se produce una revolución popular…”
Quizás por eso, se habla de que la aventura iniciada por Cristóbal Colón no tuvo mucho de aventura sino de proyecto imperial. Se trata de un proyecto afín con la época de la acumulación originaria del capital y desarrollo del mercantilismo donde algunos estados políticos que habían llegado antes en su desarrollo económico a dicha etapa precapitalista, forcejeaban por posiciones de dominación dentro de las fronteras de los estados feudales europeos. Así las cosas, supuso la competencia entre varias naciones europeas por el control de nuevos regiones o mercados comerciales de donde extraer aquellas materias primas para las guerras y conflictos europeos en el proceso del desmantelamiento del feudalismo y el avance del capitalismo como modo de producción fundamental dentro de la definición de nuevas fronteras nacionales.
Desde el llamado hecho por el gobierno del Estado español previo a 1992 a que las distintas naciones latinoamericanas se sumaran en un convocatoria para la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América; pasando por las celebraciones oficiales de sus gobiernos integrados con algunas excepciones por representantes de las clases oligarcas que aún hoy, luego de más de cinco siglos desde aquel 1492 siguen excluyendo de sus gobiernos y derechos a los descendientes de aquellas poblaciones originarias; el reclamo de millones de personas en el Hemisferio americano es que no hay nada que conmemorar que no sea el recuerdo de millones de antepasados humillados, maltratados, explotados, asesinados, torturados, despojados de sus tierras, culturas, esperanzas y anhelos.
Más que un encuentro entre culturas, el inicio de la evangelización en estas tierras o el encuentro entre dos mundos, se trata del comienzo de un proceso sistemático de colonización que supuso la imposición a sangre y fuego de las culturas europeas sobre aquellas que existían en este Hemisferio. Se trata de un proceso de dominación imperial que en su implantación por parte de España, propiciaría, a través de la institución de la esclavitud, la interacción e integración de las poblaciones originarias y europeas con millones de esclavos traídos desde África, formando así un arcoíris de culturas y razas que hoy buscan y encuentran un asidero común en el denominador común de pueblos latinoamericanos.
A pesar de lo anterior, como indicáramos hace ya más de una década y media al referirnos a otra fecha análoga, aquella que marca la llegada de los españoles a Puerto Rico el 19 de noviembre de 1993, el 12 de octubre en el calendario de cada año, nos proporciona una oportunidad para desde dicha fecha, lograr que los puertorriqueños(as) afirmemos nuestra nacionalidad hoy definida y constituida desde el producto neto que forja la historia.
En una entrevista hecha a Fidel Castro por el Comandante de la Revolución Sandinista, Tomás Borge, en el libro titulado En un grano de maíz (1992), el dirigente cubano indica: “…la conmemoración del Quinto Centenario puede resultar útil en la medida en que pueda servir para destacar, entre todos los países latinoamericanos, los valores comunes de nuestra cultura, de nuestra historia, de nuestra ética, de nuestras tradiciones, de nuestras costumbres. Todo lo que contribuya a resaltar esos valores compartidos se convierte de hecho en un escudo protector que nos defiende de los que nos amenazan.”
Con un mismo sentido, entonces, se expresó la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, cuando indicaba que a esa fecha había que imprimirle un contexto distinto que permitiera convertir la misma en “una expresión de los pueblos”, sobre todo en una expresión de lucha y resistencia. En su caso particular como guatemalteca, indicaba, se trata de luchar por lograr el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas a su propia existencia; lo que en nuestro caso particular como puertorriqueños(as), podría traducirse en la reafirmación de nuestra identidad nacional como pueblo.
En nuestro caso particular como nación caribeña y latinoamericana, la dominación colonial ha supuesto, además, las consecuencias de una nueva invasión efectuada en 1898 por otra potencia imperial, esta vez no europea, pero que a su vez ha supuesto nuestra integración por más de un siglo con otra cultura, otra lengua y otras costumbres como es la estadounidense. En ese sentido podríamos hablar en Puerto Rico de dos invasiones, dos “encuentros de culturas”.
Valoramos las aportaciones que la herencia española ha dado al proceso de formación de la nación puertorriqueña, como valoramos las aportaciones de la herencia de la cultura originaria que encontraron los españoles a su llegada a Puerto Rico y valoramos también las aportaciones hechas en ese proceso de formación de la identidad nacional puertorriqueña, las aportaciones hechas por los hombres y mujeres arrancados como esclavos desde el continente africano y el conjunto de culturas correspondientes a sus pueblos de origen. En todo caso, como dijera el poeta cialeño Juan Antonio Corretjer, del conjunto de esas manos indias, negras y blancas salió a patria conocida y saldrá algún día, en conjunto con otras manos que hoy mañana se suman en el proceso de formación de una nacionalidad, la nueva patria liberada.
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