lunes, 26 de noviembre de 2012

República Dominicana
La cárcel del pueblo

Comenzaron los juicios populares a Leonel y a su corporación protegida por Danilo.
El valor de los mismos dentro de e sta primavera juvenil reside en que expresan una enorme desconfianza popular en el sistema judicial derivado de la Constitución vigente y atado a una dictadura institucionalizada pintada de morado.


Eso es válido para todos los poderes del Estado en fase de putrefacción.

La sociedad se las ingeniado para crear tribunales paralelos a los existentes, capaces condenar simbólicamente a los ladrones impunes, estafadores y traficantes de influencias que nos han gobernado. Y esas condenas simbólicas tienen mas fuerza que la impunidad derivada de una legalidad falsificada y una institucionalidad impuesta.

En los juicios populares realizados en la Capital (Parque La Lira) y en San Francisco de Macorís (Parque Duarte) repuntó la perspectiva de la derrota política de Leonel y sus Ladroneles, la cual de paso arrastra a Danilo como autor del “paquetazo” encubridor y de la obstrucción de la acción de justicia a través de su Procurador subalterno, Domínguez Brito.

Solo que este es el principio de un final posible y deseable, que precisa salirle al paso a algunos desvíos que se han expresado persistentemente en el periodo post-electoral y que en el juicio popular escenificado en el Parque La Lira intentó resurgir a manera de propuesta formulada por el politólogo pro-perredeísta Pedro Catrain, en la que se le plantea a los movimientos políticos- sociales en lucha aliarse al PRD y a otros partidos electorales para asumir una política frente a la crisis.

En verdad eso estuvo de más y es una manera de manipular una convocatoria atractiva, que tiene en su centro enjuiciar a Leonel y a su régimen político. Y no es democrático montarse sobre ella para lanzar desde arriba esa idea sin posibilidad de debate, favoreciendo otra cara del régimen en descomposición.

La gente fue allí a otra cosa: a reclamar cárcel para Leonel y CIA y a contribuir a derribar los obstáculos que este régimen le interpone a los anhelos de justicia, no a que le propongan desnaturalizar esta hermosa primavera de la democracia de calle y las fuerzas potencialmente transformadoras.

No se trata de impedirle a nadie que asista a las protestas. Incluso es válido estimular a que las bases y sectores disidentes de los partidos del sistema se indignen y participen en ellas.

Pero cuidemos al movimiento político-social emergente, su diversidad e independencia actual, de los pactos de cúpulas con una u otra de las facciones de la partidocracia corrompida y neoliberal, siempre comprometidas con propuestas carentes de sentido alternativo y de contenido transformador.

Pongamos las miras en desarticular y superar la dictadura institucionalizada a través de una Constituyente Popular creada en el proceso de crecimiento de esta democracia de calle con la juventud al frente.

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