El anuncio de la muerte de Bin Laden acentúa la brecha entre buena parte de los ciudadanos y los gobiernos que les representan. Los foros de opinión en los medios principales rebosan de comentarios excépticos respecto a la veracidad de lo que nos cuentan las fuentes oficiales.
Mostrar / Ocultar ▼▲Gripe A
La Gripe A levantó la liebre. Cientos de miles de personas, hasta entonces ajenas a teorías conspiranóicas de cualquier índole, por primera vez empezaron a coquetear con este tipo de información. Vídeos como el de la monja Teresa Forcades, denunciando el más que presunto complot perpetrado únicamente para vender millones de dosis de vacunas, se propagaron como la espuma. Medios main stream, tipo El País, se vieron incluso obligados a publicar reportajesdefendiendo la versión oficial, cosa hasta ese momento insólita. Las conspiraciones durante lustros habían sido asuntos relegados a programas de misterio. Mero entretenimiento, ubicadas en la misma categoría temática que las historias de fantasmas, los ovnis o las psicofonías. Pero de pronto mucha gente advirtió que, después de todo, sí que era posible que en las más altas esferas algo, sino mucho, oliera a putrefacto. Sensación que aumentó cuando nos percatamos que la Gripe A, con sus grandes y alarmantes titulares , quedó en nada, teniéndose que desechar las millones de dosis que previamente habíamos comprado (con dinero público) a las dos únicas farmacéuticas que las producían.
Esto sucedía a finales del 2009. La edad de oro de la conspiración (del descubrimiento de las conspiraciones, en realidad) había empezado. Pocos meses después, llegó Wikileaks. Cientos de miles de filtraciones que evidenciaban, entre otras cosas, la enorme distancia que a menudo existe entre lo que los mandatarios del mundo dicen a quienes supuestamente representan y lo que en realidad piensan, conversan o acuerdan privadamente. ¿Para quién trabajan los jefes de Estado y ministros? ¿A quién se deben? Preguntas que siempre habían estado en el aire y que tanto la Gripe A como Wikileaks acabaron por bajar definitivamente a tierra, popularizándolas.Wikileaks
Crisis económica
Mientras tanto, la crisis económica seguía haciendo estragos. Una crisis originada por entidades financieras controladas por otras entidades que se debían a ellas no hacía sino urgar más en la herida. Especialmente cuando los políticos, en vez de meter mano a los tiburones de wall street que la habían ocasionado o a los paraísos fiscales que sirven para evadir fortunas gigantescas, se dedicaron a recortar derechos ciudadanos y a forzar rescates que hipotecarán el futuro de naciones enteras durante décadas. ¿Para quién están trabajando? ¿A quienes se deben? Las mismas preguntas, repetidas cada vez con más fuerza y rabia.
Corrupción
¿Y a escala micro? ¿Qué decir de la corrupción inherente a practicamente todos los gobiernos regionales y provinciales, al menos en España? Decenas de tejemanejes y chanchullos, perpetrados por políticos adscritos a practicamente todos los partidos con responsabilidad de gobierno, desde el municipal hasta el regional, no hacen sino acrecentar entre la ciudadanía la sensación de que se nos engaña sistematicamente. Y se nos engaña a través de los medios tradicionalmente utilizados para contarnos sus versiones oficiales.De modo que la crisis de credibilidad, fundada, que padecen los gobiernos del mundo, es también una crisis extensible a los medios de comunicación convencionales, los de toda la vida. Lo cual queda de manifiesto a poco que abren los comentarios en sus versiones digitales.
Revueltas de Oriente Medio
Gripe A, Wikileaks, crisis económica, corrupción local… factores determinantes a la hora de minar la ingenuidad del más crédulo. Pero las revueltas en Oriente Medio también nos han mostrado lo poco que se puede confiar en el criterio de nuestros gobernantes, sean del signo que sean. Hoy se sacan la foto con el dictador de turno y mañana le declaran la guerra por razones humanitarias que casi todo el mundo percibe supeditadas a los recursos energéticos de la zona.
Afirman haber matado a Bin Laden
Y, a todo esto, llega el anuncio de la muerte de Bin Laden. Todos los medios main stream, dan por buena la versión oficial estadounidense. El terrorista más buscado de todos los tiempos es eliminado mientras estaba en su casa. Y se le arroja al mar. No hay fotos, no hay pruebas más allá de la palabra de unos gobernantes que han demostrado tantas veces haber faltado a la verdad. Y estos mismos medios, que transmiten fielmente las verdades oficiales, ni siquiera mencionan hechos tan importantes como que una primera ministra paquistaní (país clave en todo esto) anunció la muerte de Bin Laden hace ya algunos años, siendo asesinada sólo un mes después de haber hecho tales declaraciones. Lo ignoran completamente.
La gente se rebela
Pero la gente se está rebelando. En los comentarios de todos y cada uno de los medios que los admite, rebosa el mismo mensaje: “no nos creemos nada”. Y, ciertamente, razones hay para no creérnoslo. Ellos, los medios oficiales, se hayan en una posición sumamente incómoda. Se alimentan de versiones oficiales y a su vez alimentan con ellas a sus lectores. Pero sus lectores cada vez recelan más de tales versiones. Pueden cerrar los comentarios, o censurar salvajemente, pero con ello lo único que conseguirán será obligar a los lectores a buscar otras fuentes de información, en las que se les deje opinar. Ahora todo el mundo quiere poder opinar. Se nos ha acostumbrado a ello, y no vamos a renunciar. Por eso, los medios main stream están ante una encrucijada que sólo admite dos posibles salidas: O siguen dando pávulo a las versiones oficiales, poniendo en su contra el sentir general; o empiezan a poner en duda todas y cada una de las informaciones que les llegan de fuentes oficiales, como la mayoría ya estamos haciendo. La elección es suya.
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