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La invasión y ocupación de su territorio por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial sigue siendo el mayor trauma de la historia moderna de Francia. El 14 de junio de 1940, París caía en manos de los nazis. Mientras que los simpatizantes de la extrema derecha en el seno del ejército francés y de las élites políticas, partidarios del mariscal Philippe Petain, pactaban con el ocupante nazi e instalaban un gobierno de colaboración en Vichy, el general Charles de Gaulle se refugió en Londres y declaró [por radio] a los franceses que él representaba el único gobierno legítimo de Francia.
De Gaulle insistió en proseguir la guerra contra la ocupación alemana. Para recoger información de inteligencia, garantizar la comunicación con los movimientos locales de resistencia en el interior de Francia y organizar operaciones de sabotaje en territorio enemigo, De Gaulle fundó en Londres el Buró Central de Inteligencia y Acción (BCRA, siglas en francés). Los agentes del BCRA saltaban en paracaídas sobre el territorio francés para efectuar allí misiones clandestinas que costaron muchas vidas. Por la naturaleza de sus misiones, de su entrenamiento y su equipamiento, el BCRA –disuelto antes del fin de la guerra– dejaba entrever lo que sería posteriormente el ejército secreto francés, al que pasaron muchos ex miembros del BCRA. Después del desembarco aliado en Normandía, el 6 de junio de 1944, y de la liberación de Francia por los estadounidenses, el general De Gaulle entró triunfalmente en París y se puso a la cabeza del Estado. El mariscal Petain, quien había colaborado con Hitler, fue condenado a muerte, pena que sería más tarde conmutada por cadena perpetua.
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial nace en Francia la IV República (1946-1958), que se caracterizó por su inestabilidad política y militar y por las luchas entre los diferentes partidos que se disputaban el poder [1]. A la izquierda, el Partido Comunista Francés (PCF) gozaba de gran popularidad, esencialmente debido al importante papel que había desempeñado en la Resistencia contra el régimen de Vichy: «El PCF había adquirido un inmenso prestigio y una especie de autoridad moral por haber sido la punta de lanza de la Resistencia (…) su patriotismo era incuestionable.» [2]
En el bando de la derecha, los colaboradores de Vichy en el seno del ejército y de los círculos industriales y de negocios no soportaban la idea de ver a Francia caer en manos del comunismo, ya fuera a través de un golpe de Estado o de una victoria del PCF en el marco de elecciones democráticas. Y sobre todo, Estados Unidos y Gran Bretaña estaban decididamente en contra del PCF por estimar que ese partido estaba al servicio de Moscú. Es por esa razón que, al igual que en Italia, después de 1945 una guerra secreta se desató en Francia, guerra en la que los miembros del PCF y de los sindicatos de izquierda tenían que enfrentar a la CIA y a ciertos elementos de los aparatos político, militar y policial de ese país.
«Primeramente, ellos [la CIA] tratan de impedir que la izquierda llegue la poder y sobre todo de evitar que los comunistas entren al gobierno. Esa es para la CIA, evidentemente, la prioridad de prioridades, y eso es válido para todos los países de la alianza atlántica», explicaba el ex agente de la CIA Philip Agee [3]. Así fue, en ningún país de Europa, con excepción de Italia, tenían los comunistas tanta influencia como en la Francia de la posguerra. Washington temía que Moscú ordenara al PCF tomar el poder mediante un golpe de Estado. Stalin, sin embargo, no estimulaba a los comunistas franceses a emprender ese camino y, a pesar de que algunos de los más jóvenes soñaban con un destino más épico, la antigua e institucionalizada dirección del PCF no tenía intenciones de tomar el poder por la fuerza. Sus miembros intuían con razón que hacerlo implicaría para ellos la pérdida de su legitimidad, si simplemente no eran barridos antes por el ejército estadounidense, estacionado aún en Francia a raíz de la reciente Liberación.
El PCF tenía mucho más que ganar si se conformaba con seguir los procedimientos democráticos.
De Gaulle había nombrado dos ministros comunistas en su nuevo gobierno y al mismo tiempo había logrado, en noviembre de 1944, convencer a los movimientos de resistencia comunistas para que entregaran las armas a cambio de la promesa de elecciones democráticas y justas. El resultado de las elecciones municipales de la primavera de 1945 fue una victoria del PCF, que obtuvo el 30% de los votos. Los otros dos partidos participantes, el recientemente fundado Movimiento Republicano Popular (MRP) y los socialistas franceses, quedaron en segundo y tercer lugar, con el 15 y el 11% de los sufragios respectivamente. Esa tendencia se confirmó el 21 de octubre de 1945 en las primeras elecciones nacionales, en las que el PCF –con el 26% de los votos– obtuvo 160 escaños en la Asamblea Constituyente, frente a 142 escaños de los socialistas (24% de los votos). Con el 23,6% de los votos, el MRP quedaba en último lugar. Juntos, los dos partidos de izquierda disponían de una estrecha mayoría.
A pesar de la indiscutible victoria del PCF y de las promesas que anteriormente les había hecho, De Gaulle se negó a poner los principales ministerios de su gobierno en manos de los comunistas. Estos protestaron enérgicamente al verse con sólo 4 carteras ministeriales –las de Economía, Armamento, Industria y Trabajo– y un puesto de ministro de Estado concedido al secretario general del PCF, Maurice Thorez. Los comunistas utilizaron su tribuna en el parlamento para denunciar la guerra que Francia libraba por entonces por la reconquista de su antigua colonia de Indochina.
Durante un debate en la Asamblea Nacional, la diputada Jeannette Vermeersch declaró que, en las aldeas de Vietnam, los soldados franceses «se estaban convirtiendo en culpables de las mismas atrocidades» que los nazis [habían cometido] sólo unos años antes. Aquella denuncia provocó un escándalo en el hemiciclo y el presidente le respondió en los siguientes términos: «¡Señora, cortésmente le digo (…) es de su parte un insulto intolerable a esta Asamblea y a la Nación!» Al insistir la deputada Vermeersch, declaró el presidente: «Señora, yo nunca hubiese pensado que una mujer fuera capaz de tanto odio.» A lo que la diputada Vermeersch respondió: «Sí, siento odio cuando pienso en los millones de trabajadores que ustedes explotan. ¡Sí, yo odio a la mayoría de esta Asamblea!» [4]
El radicalismo del PCF inquietó mucho a los miembros conservadores de la sociedad francesa, que además se escandalizaron cuando los comunistas, como reacción ante su estrecha representación en el gobierno, presentaron dos proyectos de ley. Uno limitaba los poderes del ejecutivo y el otro reducía el presupuesto de la Defensa en un 20%. La adopción de ambas leyes por el parlamento, de mayoría comunista, llevó a De Gaulle a presentar solemnemente su dimisión el 20 de enero de 1946. Proseguía, sin embargo, la lucha por el poder al proponer el PCF una distribución de los ministerios entre comunistas y socialistas, lo cual no hubiese sido más que la justa consecuencia de la opinión que los franceses habían expresado democráticamente en las urnas. Pero los socialistas se negaron. Comprendían claramente que, al igual que Italia, Francia sólo disponía en aquella época de una soberanía limitada, y que Estados Unidos jamás concedería a un gobierno izquierdista los beneficios del Plan Marshall de reconstrucción económica que tanto necesitaba el país.
La posición de la Casa Blanca contradecía cada vez más la voluntad democráticamente expresada por el pueblo francés, que nuevamente concedió un rotundo respaldo al PCF en las elecciones nacionales de 1946 al otorgarle el mejor resultado de su historia (el 29% de los votos) mientras que el MRP y los socialistas mostraban, por su parte, un ligero retroceso. La tentación y la influencia del comunismo en Francia seguían siendo una realidad. En términos de importancia, la única fuerza política similar al PCF en todo el oeste de Europa era el poderoso Partido Comunista Italiano (PCI).
En Suiza, el Partido Comunista había sido declarado ilegal. Su homólogo británico no era más que una pequeña célula bajo control del Partido Laborista mientras que, en Bélgica, si bien los comunistas eran comparativamente más influyentes, sólo ocupaban algunos puestos menores en el gobierno. El PCF, por su parte, decía contar con cerca de un millón de miembros. Su órgano central, el diario L’Humanité, era en aquel momento, con su edición Ce Soir, el periódico más leído de Francia y el partido comunista controlaba las principales organizaciones juveniles –incluyendo la «Unión de Juventudes Republicanas»– así como los mayores sindicatos de trabajadores, principalmente la Confederación General del Trabajo (CGT).
El embajador de Estados Unidos en París, Jefferson Caffery, ferviente anticomunista, enviaba semana tras semana informes cada vez más alarmantes al presidente Truman. Washington y sus servicios secretos estaban convencidos de la necesidad de emprender una guerra secreta para desbaratar el PCF. El 26 de noviembre de 1946, el general Hoyt Vandenberg, director del CIG (la futura CIA), envió a Truman un memorando advirtiéndole que el poderío del PCF podía llevarlo a tomar el poder cuando quisiera: «Excluyendo la posibilidad de que pueda formarse un gobierno sin la participación de comunistas, el embajador Caffery sostiene (…) que los comunistas han ganado peso suficiente como para tomar el poder cuando les parezca oportuno».
Subrayaba Vanderberg que, según los servicios de inteligencia estadounidenses, el PCF no tenía sin embargo intenciones de alcanzar el poder mediante un golpe de Estado: «Su renuncia a tomar el poder por esa vía se explica por el hecho (1) que prefieren alcanzarlo por medios legales y (2) que sería contrario a la política actual del Kremlin» [5].
El Plan Bleu
Por iniciativa de las Fuerzas Especiales estadounidenses y del SAS británico [Special Air Service, principal cuerpo de operaciones especiales del ejército británico. Nota del Traductor.] se creó en Francia un ejército secreto, designado en código como «Plan Bleu» [En español, “Plan Azul”. NdT.], cuya misión consistiría en impedir clandestinamente la llegada del PCF al poder. En otras palabras, el Plan Bleu debía contrarrestar la “Amenaza Roja”. Un veterano de aquel ejército secreto, Victor Vergnes, recuerda que el impulso lo dieron los británicos inmediatamente después de la guerra. «Yo vivía entonces en Sete, en la casa del comandante Benet, un oficial de la DGER que había realizado misiones en la India. Muchas reuniones se desarrollaban por entonces en aquella casa.» El SAS, especializado en las guerras secretas, entró en contacto con el joven servicio francés de inteligencia, la Direction générale des études et recherches (DGER) [En español, Dirección General de Estudios e Investigaciones. NdT.], y pactó con ese órgano la instalación de un ejército secreto en el noroeste de Francia, en la región de Bretaña. Recuerda Vergnes que «un día, después de recibir la visita del teniente Earl Jellicoe del SAS, me dijo: “Estamos creando un ejército secreto, sobre todo en la región de Bretaña”.» [6]Las células de aquel ejército secreto se propagaron rápidamente por todo el territorio. Numerosos agentes y oficiales de la DGER formaban parte de aquel ejército clandestino. Hay que señalar que, bajo la dirección de André Devawrin, la DGER empleó a ex miembros de la Resistencia comunista. La presencia de estos en la DGER constituía, en opinión de los agentes más conservadores y sobre todo de los estadounidenses, un evidente riesgo para la seguridad, sobre todo tratándose de operaciones altamente secretas contra los comunistas franceses, como la Operación Plan Bleu. La DGER fue por lo tanto desmantelada en 1946 y sustituida por un nuevo servicio secreto militar, ya ferozmente anticomunista: el SDECE, encabezado por Henri Alexis Ribiere. Con la sustitución de la DGER por el SDECE, los comunistas perdían una importante batalla de la guerra secreta y se veían así ante un adversario mucho más peligroso. El SDECE reclutó anticomunistas formados en Grecia, durante la guerra civil de ese país, confirmando así un claro viraje a la derecha. «Los angloamericanos estaban en estrecho contacto con los conspiradores, sobre todo con Earl Jellicoe, que acababa de regresar de una campaña anticomunista en Grecia.» [7]
Mientras masivas huelgas de inspiración comunista paralizaban Francia, los agentes del Plan Bleu se dedicaban en secreto a recoger entre industriales ricos los fondos que necesitaban para financiar su guerra secreta. «Yo me reuní con los hermanos Peugeot en sus oficinas», cuenta Vergnes recordando sus contactos con la industria automovilística. «Discutíamos sobre lo que convendría hacer en caso de huelgas y de ocupaciones generalizadas de fábricas. Estuvimos trabajando durante 2 meses en la elaboración de un plan detallado. Estábamos divididos en secciones y teníamos a nuestra disposición autos, garajes y hoteles.» [8]
La tensión se incrementó en el país al producirse en las fábricas Renault una importante huelga, con apoyo del PCF y de la CGT. El primer ministro socialista Paul Ramadier ordenó congelar los salarios, en total contradicción con los reclamos de los trabajadores que exigían mejor remuneración. La situación estaba convirtiéndose en una prueba de fuerza. Los comunistas votaron contra el congelamiento de los salarios que proponía Ramadier mientras que los socialistas trataban de convencerlo de que no dimitiera cuando, el 4 de mayo de 1947, en una sorpresiva maniobra, Ramadier utilizó su condición de primer ministro para expulsar de su gobierno a todos los comunistas. Estupefactos, estos últimos no se inmutaron ante la noticia y la aceptaron, creyendo que sólo podía ser algo temporal. Pero los comunistas tendrían que esperar más de 30 años para volver al consejo de ministros. Sólo al cabo de mucho tiempo se descubrió que Washington había estado implicado en aquella maniobra. «El general Revers, jefe del Estado Mayor, reveló que el gobierno americano había presionado a Ramadier para que expulsara a los ministros [miembros] del PCF.» Además, «los socialistas ya venían discutiendo el asunto de antemano con el embajador Caffery», quien dio a entender claramente a los socialistas franceses que no habría ayuda económica de Estados Unidos mientras los comunistas estuviesen en el gobierno [9].
Un mes después de haber expulsado de sus funciones a los ministros comunistas, los socialistas franceses arremetieron contra la derecha y la CIA y sacaron a la luz la existencia del ejército secreto Plan Bleu. El 30 de junio de 1947, el ministro del Interior socialista, Edouard Depreux, reveló el secreto y, para sorpresa general, anunció que en Francia se había creado un ejército clandestino de paramilitares de derecha a espaldas de los políticos y que la misión de aquella fuerza era desestabilizar el gobierno francés. «Hacia fines del año 1946 nos enteramos de la existencia de un red de resistencia parda, conformada por combatientes de extrema derecha, colaboradores de Vichy y monárquicos», explicó Depreux. «Tenían un plan secreto de acción llamado “Plan Bleu”, que debía entrar en aplicación a fines del mes de julio o el 6 de agosto [de 1947].» [10]
Según las declaraciones altamente reveladoras del ministro del Interior, la CIA y el MI6 tenían proyectado, en colaboración con paramilitares franceses, la realización de un golpe de Estado para el verano de 1947. Aquellas revelaciones condujeron a una serie de arrestos e investigaciones. Entre los conspiradores detenidos estaba el conde Edmé de Vulpian. Su propiedad de «La Forêt», cerca de Lamballe, en la región de Bretaña, había servido de cuartel general para los últimos preparativos del golpe de Estado. El comisario a cargo de la investigación, Ange Antonini, descubrió allí «armas pesadas, órdenes de batalla y planes de operaciones». Aquellos documentos permitieron comprobar que, en el marco del Plan Azul, los conspiradores, quienes trataban de deteriorar el clima político ya tenso en Francia, habían planificado actos de terrorismo con los que pretendían acusar a la izquierda para crear condiciones favorables para su propio golpe de Estado, «estrategia de la tensión» que ya se había puesto en práctica en Grecia, Italia y Turquía. «Incluso habían previsto asesinar a De Gaulle para exacerbar el descontento público», agrega Roger Faligot, especialista francés en el estudio de los servicios secretos [11].
Si bien admiten que en Francia se financió una guerra secreta inmediatamente después del fin de la Segunda Guerra Mundial, otras fuentes niegan rotundamente la tesis del golpe de Estado de 1947. «Al revelar la existencia del Plan Bleu, Depreux estaba tratando de afectar a la derecha, después de haber asestado ya un golpe a la izquierda», declaró Luc Robert, personalmente implicado en la conspiración, al referirse a la expulsión de los comunistas del gobierno el mes anterior. «Por otro lado, era un intento de debilitar el ejército francés, que tenía tendencia a actuar por cuenta propia.» [12] Asombrosamente, la investigación sobre la implicación del SDECE estuvo cargo del director del propio SDECE, Henri Ribiere. Este último concluyó que la culpabilidad recaía en la CIA y el MI6, que habían promovido el Plan Bleu aunque aparentemente nunca habían proyectado derrocar el régimen que se encontraba en el poder. «Las armas encontradas en todo el país habían sido pagadas por Londres y Washington. Pero habían sido entregadas para oponer resistencia contra los comunistas, no para fomentar un golpe de Estado», concluyeron los investigadores [13].
Por sugerencia del embajador Jefferson Caffery, quien supervisaba estrechamente la guerra secreta contra el comunismo en Francia, la CIA, después de las maniobras que habían llevado a la expulsión de los comunistas del gobierno a finales de 1947, se volvió entonces contra la CGT, columna vertebral del comunismo francés. En su memorando al presidente Truman, el general estadounidense Vandenberg subraya con razón que los «medios de acción [de los comunistas] por la fuerza o la presión económica a través de la CGT, como indica el embajador Caffery, los protegen principalmente contra una exclusión del gobierno» [14]. La CIA logró crear una división en el seno de la CGT, organización dominada por los comunistas, sacando de ella a los moderados del sindicato Force Ouvriere, que la propia CIA financiaba a principios de los años 50 con más de medio millón de dólares al año [15].
Aquella operación debilitó considerablemente al PCF.
El último blanco de aquella guerra secreta, aunque no el menos importante, fue la policía francesa, que también sufrió los ataques de la CIA. Después de la expulsión de los ministros comunistas del gobierno se aplicó en toda la administración una purga que eliminó a todos los elementos de extrema izquierda, mientras que los anticomunistas más fervientes recibían promociones en el seno de la policía. Entre estos últimos se hallaba el comisario Jean Dides, quien había colaborado con la OSS [Office of Strategic Services, la antecesora estadounidense de la CIA. NdT.] durante la Segunda Guerra Mundial y que fue puesto a la cabeza de una policía secreta anticomunista conformada con paramilitares y dependiente del ministro del Interior Jules Moch. La embajada de Estados Unidos se felicitó por los progresos logrados y, a principios de 1949, envió al Departamento de Estado un cable anunciando que para «combatir la amenaza comunista, Francia ha organizado células de policías poco numerosos pero eficaces (…) Italia también está creando escuadrones de policía anticomunista bajo el control del ministro del Interior Mario Scelba, recurriendo a los cuadros de la antigua policía fascista.» [16]
Paix et Liberté
Junto a otros dirigentes de las fuerzas policiales anticomunistas comprometidas con la guerra secreta en Europa Occidental, Dides participó habitualmente en las reuniones de «Paix et Liberté» [En español, Paz y Libertad. NdT.], estructura que la CIA controlaba por debajo de la mesa y encabezada por el anticomunista francés Jean-Paul David [17]. El historiador estadounidense Christopher Simpson estima que las unidades clandestinas de acción como «Paix et Liberté» fueron fundadas y financiadas por la CIA durante la guerra fría a un costo de «fácilmente más de 1 000 millones de dólares al año» [18].Con ramificaciones en varios países europeos, «Paix et Liberté» se encargaba de realizar en Europa Occidental las operaciones de guerra sicológica que la CIA concebía y de propagar las ideas anticomunistas mediante la impresión de carteles, financiando un programa de radio, distribuyendo proclamas y organizando manifestaciones específicas. La rama italiana, bautizada «Pace e Liberta» se hallaba bajo la dirección de Edgardo Sogno y tenía su cuartel general en Milán. En 1995, la investigación sobre la red Gladio permitió descubrir que Paix et Liberté había actuado bajo las órdenes directas de la OTAN. El ministro francés de Relaciones Exteriores Georges Bidault parece haber sugerido en 1953, durante una reunión del Consejo Atlántico de la OTAN, que Paix et Liberté realizara una reorganización de los servicios de inteligencia de la OTAN y que sirviera de base y motor a la coordinación de las acciones internacionales contra el Kominform [19]. En su historia de la influencia de Estados Unidos en la Francia de posguerra, Irwin Wall consideró que, junto al sindicato francés Force Ouvrière, «Paix et Liberté representaba el principal ejemplo de una organización anticomunista popular promovida por la CIA en la Francia de los años 1950» [20].
La Rosa de los Vientos
La revelación de la existencia del Plan Bleu y su interrupción en 1947 no pusieron fin a la guerra secreta contra el comunismo. Por el contrario, el primer ministro socialista Paul Ramadier se las arregló para que sus leales dirigentes en el seno de los servicios secretos militares no se vieran implicados en el escándalo. Al amainar la tormenta, a fines de 1947, Ramadier ordenó al director del SDECE, Henri Ribiere, y a su adjunto, Pierre Fourcaud, que crearan un nuevo ejército secreto anticomunista con el nombre de código «Rose des Vents» [En español, Rosa de los Vientos. NdT.], en referencia a la estrella símbolo de la OTAN. El nombre resultó perfecto ya que, al establecerse la OTAN en París en 1949, el SDECE realizó su guerra secreta en estrecha colaboración con la alianza atlántica [21]. Los combatientes de la sombra entendían todos que, en el contexto marítimo, la rosa de los vientos es la referencia debajo de la aguja de la brújula que indica el rumbo a seguir y que se usa para determinar las correcciones necesarias si el barco parece desviarse de su trayectoria.En 1951, al intensificar la cooperación secreta con Estados Unidos, el SDECE abrió una oficina en Washington [22]. Según el plan conjunto de lucha contra el comunismo en Europa Occidental que la CIA y la OTAN habían adoptado, el ejército llamado Rose des Vents tenía como misión, dentro del SDECE, localizar y combatir los elementos comunistas subversivos en el interior de la IV República. También debía planificar medidas de evacuación para proporcionar una base adecuada de repliegue en el extranjero. Sus hombres estaban entrenados para la realización de acciones de sabotaje, de guerrilla y de obtención de información de inteligencia en condiciones de ocupación enemiga. El territorio francés estaba dividido en numerosas zonas geográficas stay-behind en las que se mantenían células clandestinas y cada zona estaba bajo el control de un oficial del SDECE. Una base para el repliegue de un gobierno francés en el exilio fue instalada en Marruecos y el SDECE envió parte de sus archivos en microfilmes a Dakar, en Senegal [23].
- Francois de Grossouvre (1918-1994) y Francois Mitterrand (1916-1996)
Como consejero especial del presidente Mitterrand, De Grossouvre desempeñó un papel considerable en la guerra clandestina en Francia a principios de los años 1980. Pero en 1985 fue separado de sus principales funciones cuando su inclinación por el secretismo acabó por exasperar a los colaboradores más virtuosos de Mitterrand. Parece que, a pesar de ello, Mitterrand y De Grossouvre siguieron manteniendo buenas relaciones ya que cuando, como consecuencia de las revelaciones sobre la dimensión europea de Gladio, Mitterrand se vio en pleno centro del escándalo y tuvo que desmantelar la red francesa, «consultó primeramente a su “eminencia gris” Francois de Grossouvre» [25]. En el momento de su muerto, no subsistía ya duda alguna sobre la participación de De Grossouvre en la guerra secreta. «Fue reclutado por los servicios secretos de espionaje francés y contribuyó a la edificación del Gladio, un plan apoyado por los americanos tendiente a crear un movimiento de resistencia armada contra una invasión de los soviéticos en Europa Occidental», decía la nota necrológica del diario británico The Economist, publicada cuando De Grossouvre, ya con 76 años, se «suicidó» en la sede de la presidencia de la República Francesa, el 7 de abril de 1994 [26]
El ex agente de la CIA Edward Barnes fungió como oficial de enlace con la red stay-behind Rose des Vents hasta 1956. Luego de las revelaciones de 1990 sobre los ejércitos secretos, Barnes recordó que no sólo Washington sino también los franceses temían que los comunistas tomaran el poder. «Un gran número de franceses querían estar listos para intervenir si algo pasaba.» Según Barnes, la primera motivación del Gladio francés era la resistencia ante una invasión soviética y la promoción de las actividades políticas anticomunistas en Francia «podía ser un objetivo secundario» [27]. También según este ex agente de la CIA, el programa stay-behind francés consistía en «varias decenas» de hombres reclutados individualmente por la CIA para que cada uno creara a su vez su propia pequeña red. Si cada uno reclutaba y entrenaba a otros 10 hombres, como ya se ha visto en otros países, se puede deducir de las declaraciones de Barnes que el Gladio francés contaba alrededor de 500 soldados.
Es muy difícil determinar con exactitud la cantidad de participantes en aquella guerra secreta contra el comunismo. Después de que se descubriera la existencia de los ejércitos secretos de la CIA, la Intelligence Newsletter basada en París indicó que «un director del servicio de inteligencia francés de la época había ofrecido poner a la disposición de la CIA unos 10 000 “patriotas” entrenados y armados seleccionados entre los efectivos de las fuerzas armadas franceses» y entrenados para intervenir «en el caso hipotético de que un gobierno comunista llegara al poder». Barnes afirmó que la CIA «no tenía idea del número de hombres que aparecerían por todas partes. No había forma de calcularlo. Entre los que yo pude ver había tanto campesinos como gente de la ciudad o comerciantes.» La mayoría de ellos no necesitaban mucho entrenamiento porque ya habían peleado en la Segunda Guerra Mundial y habían realizado operaciones especiales tras las líneas enemigas por cuenta del BCRA [28].
Para garantizar la independencia material de los soldados de la sombra, la CIA y el SDECE habían diseminado escondites secretos de armas a través de todo el país. «Había montones de artefactos de todo tipo escondidos en lugares remotos, prácticamente todo lo que podíamos necesitar», incluyendo armas, explosivos, monedas de oro o bicicletas. Los transmisores de radio y los códigos eran la primera prioridad. En aras de garantizar la clandestinidad de la red, la regla era que las informaciones sólo podían conocerlas las personas estrictamente implicadas. Barnes precisó que él mismo no estaba autorizado a reunirse más que con una decena de personas reclutadas por la CIA «por temor a que alguien pudiera descubrir a esas personas a través de mí o descubrirme a mí a través de ellas. Usted no podía pedirle simplemente a un tipo “Desentiérrame eso, fulano”. Seguramente hubo bastantes confusiones. Algunos de aquellos tipos enterraban las cosas en cualquier parte y luego te indicaban un lugar diferente.» [29]
Operación Demagnetize
El ministro italiano de Defensa sabía que el SDECE y la CIA estaban reclutando un ejército secreto para combatir a los comunistas. En octubre de 1951, en una carta al ministro de Defensa Marras, el general Umberto Broccoli indicaba que existían ejércitos de ese tipo en los Países Bajos, Bélgica, Noruega y Dinamarca y que «Francia ya había montado ese tipo de operaciones en Alemania y en Austria así como en su propio territorio, hasta los Pirineos» [30]. ¿Hasta dónde se extendía aquella red francesa en la Austria y la Alemania ocupadas después de la derrota. No lo sabemos, pero al parecer existieron zonas controladas por las tropas francesas hasta que los aliados se retiraron de esos dos países. En su informe titulado «Un SID paralelo – El caso Gladio», el primer ministro italiano Giulio Andreotti confirmaba que los ejércitos anticomunistas secretos estaban en permanente contacto con la OTAN y que «redes de resistencia habían sido creadas por Gran Bretaña en Francia, en los Países Bajos, en Bélgica y probablemente también en Dinamarca y Noruega. Los franceses se encargaron de los sectores de Alemania y Austria que ellos controlaban así como de su propio territorio, hasta los Pirineos.» [31]Un memorando altamente secreto del Joint Chiefs of Staff, el Consejo del Estado Mayor Conjunto estadounidense, fechado el 14 de mayo de 1952 y titulado «Operación Demagnetize», explicaba detalladamente cómo había que realizar «operaciones políticas, paramilitares y sicológicas» para «reducir la influencia del partido comunista en Italia y (…) en Francia» [32]. «El objetivo final de este plan es reducir el poder de los partidos comunistas, sus recursos materiales, su influencia en el seno de los gobiernos italiano y francés y particular sobre los sindicatos», precisaba la nota confidencial del Pentágono, «ello, con el objetivo de limitar lo más posible los riesgos de que el comunismo gane en extensión y amenace los intereses de Estados Unidos en ambos países». Los ejércitos secretos reclutados por la CIA y dirigidos por el SDECE eran conformados y entrenados en aquel contexto estratégico ya que, como especificaba el documento, «limitar la influencia de los comunistas en Italia y en Francia es un objetivo prioritario. Hay que alcanzarlo por todos los medios». La guerra había que librarla en el mayor secreto y no era «indispensable que los gobiernos italianos y franceses sean informados del plan “Demagnetize” ya que este [pudiera] ser visto como una violación de su soberanía nacional» [33].
El entrenamiento de los soldados clandestinos de la Rose des Vents se desarrollaba en varios lugares, en Francia y en el extranjero, en estrecha colaboración con las Fuerzas Especiales francesas, sobre todo con la 11ª Semi-brigada Paracaidista de Choque –11ª de Choque–, fuerza de comandos especializados en operaciones especiales. Ambos cuerpos mantenían estrechas relaciones y, varias veces, oficiales del 11º de Choque integraron la Rose des Vents. Al igual que el SAS, cuyos miembros efectuaban las operaciones secretas y trabajos sucios del MI6, el 11º de Choque servía al SDECE de brazo armado después de la Segunda Guerra Mundial. Según el especialista del Gladio francés Brozzu-Gentile, «los instructores de la red stay-behind francesa eran todos miembros del SDECE o cercanos a él» [34]. En 1990, la prensa francesa reveló que los miembros del Gladio francés habían recibido entrenamiento en manejo de armas y en el uso de explosivos y de transmisores de radio en el Centro de Entrenamiento de la Reserva Paracaidista (CERP) del 11º de Choque en Cercottes, cerca de Orleáns, y en otros dos lugares de entrenamiento del 11º, uno en los Pirineos, cerca de la frontera española, y el otro en Calvi, en Córcega, no lejos del cuartel general del Gladio italiano en Cerdeña [35].
Debido a su condición de unidad de élite especializada en guerra secreta y trabajos sucios, el 11º de Choque operaba sobre todo en Indochina y en África, donde la Francia de la posguerra trataba desesperadamente de conservar sus colonias de Vietnam y Argelia. «La unidad a cargo de los trabajos sucios, la punta de lanza de las operaciones clandestinas durante la guerra de Argelia de 1954 a 1962 era claramente el 11º Batallón de Paracaidistas de Choque», indicó el especialista en servicios secretos Roger Faligot [36]. En 1954, 300 hombres de esa fuerza especial fueron desplegados en Argelia. La mayoría tenía una buena experiencia en misiones clandestinas y contraguerrilla ya que venían directamente de Vietnam, donde Francia había tenido que renunciar a sus colonias aquel mismo año, a raíz de la derrota de Dien Bien Phu. Uno de los más famosos miembros del 11º fue Yves Guerain-Serac, un célebre soldado de la sombra que había servido en Corea y en Vietnam y que más tarde estuvo directamente implicado en las operaciones del ejército anticomunista secreto portugués. Desde su célula, el soldado del Gladio italiano y terrorista de extrema derecha Vincenzo Vinciguerra confesó su admiración por la personalidad fascinante y las inigualables habilidades de Guerain-Serac como estratega del terror [37].
Operación Résurrection
A medida que se intensificaban la guerra secreta contra los comunistas en Francia y la guerra contra el Frente de Liberación Nacional en Argelia, aquella estrategia mostró sus límites cuando los políticos de París perdieron el control sobre los soldados de la sombra, lo cual provocó en el Francia una grave crisis que precipitó el fin de la IV República. La lucha por la independencia de Argelia comenzó verdaderamente en mayo de 1958. El debilitado gobierno de la IV República no sabía bien cómo reaccionar mientras que los servicios secretos y los militares franceses estaban firmemente decididos a hacer lo que fuera para que Argelia siguiera siendo una colonia francesa. En las filas del SDECE y del ejército muchos consideraban a los responsables políticos de la IV República «débiles, corruptos o corruptibles, una categoría de hombres pusilánimes y dispuestos a abandonar Argelia y huir de allí» [38]. Cuando el FLN ejecutó los primeros prisioneros franceses, los estrategas de la guerra secreta en los servicios secretos franceses y en el ejército comenzaron a fomentar un golpe de Estado para reemplazar el gobierno de París por otro régimen.El 11º de Choque desempeñó entonces un importante papel a ambos lados de la línea del frente. El 24 de mayo de 1958, soldados con base en Calvi, en la costa norte de Córcega, emprendieron la primera fase de la operación con el despliegue de comandos de paracaidistas en toda la isla. Pronto corrió el rumor que los soldados de la sombra pensaban derrocar el gobierno legítimo y poner en el poder al general De Gaulle. Otros miembros del 11º, que no aprobaban aquella guerra antidemocrática contra el gobierno de París, abandonaron aquel mismo día la base de Cercottes y se agruparon para defender los blancos y objetivos amenazados por los conspiradores gaullistas y por las unidades paramilitares que los apoyaban [39]. Uno de aquellos blancos era el propio jefe del SDECE, el general Paul Grossin. Cuando este último tuvo conocimiento del plan, ordenó inmediatamente que la sede del SDECE, en el parisino Boulevard Portier, fuese protegida por elementos del 11º que se mantenían fieles a él. Francia se sumió en el caos durante aquel mes de mayo de 1958. El jefe de la DST (la Dirección de Vigilancia del Territorio, siglas en francés.), Roger Wybot estaba a punto de activar un plan secreto anticomunista bautizado «Operación Résurrection». Aquel plan, que incluía esencialmente el lanzamiento en paracaídas de tropas del 11º de Choque, consistía en controlar en muy poco tiempo los centros vitales de París: el ministerio del Interior, la sede de la policía, los edificios de la televisión y la radio, las centrales eléctricas y otros lugares estratégicos de la capital. «El plan preveía también el arresto de cierto número de personalidades políticas, entre las que se encontraban Francois Mitterrand, Pierre Mendes France, Edgar Faure, Jules Moch y todos los cuadros del partido comunista.» [40]
Pero el 27 de mayo, «apenas unas horas antes del inicio de la Operación Résurrection contra la capital francesa», De Gaulle anunció que había «iniciado el procedimiento regular necesario para el establecimiento de un gobierno republicano» [41]. Una larga serie de acciones, rápidas y capitales, se produjeron entonces, sellando la suerte de la IV República. El 28 de mayo, el presidente de la República René Coty declaró que había llamado a De Gaulle a conformar un gobierno. En sólo 24 horas, el general se presentó ante la Asamblea Nacional y solicitó plenos poderes para gobernar por decreto durante 6 meses, impuso a los diputados 4 meses de «vacaciones» y solicitó la posibilidad de presentar él mismo un proyecto de nueva Constitución. Las propuestas del general fueron aceptadas por 329 votos contra 224. «La IV República prefirió suicidarse antes de que la asesinaran […] el ejército y sus servicios de seguridad.» [42]
Muchos de los militares y miembros de los servicios secretos que habían apoyado el golpe de De Gaulle esperaban que el general optara firmemente por la «Argelia francesa», o sea que hiciera cualquier cosa para que Argelia se mantuviera bajo la tutela colonial de Francia. Para su gran asombro, De Gaulle, con el respaldo de numerosos políticos de la IV República, proclamó el derecho de los argelinos a la autodeterminación, lo que llevó a la independencia de Argelia en 1962. Los soldados de la sombra estaban furiosos. «Siguiendo el ejemplo del general De Gaulle, los presidentes de la IV República se apartaron progresivamente de sus servicios secretos hasta no considerarlos ya como una carta de triunfo sino una carga.» [43]
Los combatientes de los ejércitos secretos estaban divididos. ¿Debían seguir las órdenes de De Gaulle y retirarse de Argelia o luchar contra el gobierno francés? La traición final del 11º de Choque se produjo en 1961, cuando la mayor parte de sus miembros optaron por la Argelia francesa y, para promover su política, fundaron junto a oficiales del ejército francés la Organización del Ejército Secreto (OAS, siglas en francés.). Los dos objetivos declarados de la OAS eran: conservar el control de la Argelia colonial, lo cual implicaba proseguir por todos los medios la lucha contra el FLN, a pesar de las órdenes que llegaran de París; derrocar la V República del presidente De Gaulle y reemplazarla por un Estado autoritario y resueltamente anticomunista.
El golpe de Estado de los generales
La OAS pasó a la acción el 22 de abril de 1961, cuando 4 generales del ejército francés encabezados por el general Challe tomaron el poder en Argelia esperando mantenerla bajo control francés. Al parecer, soldados del ejército stay-behind de la OTAN, respaldado por la CIA, que se habían unido a la OAS estuvieron implicados en aquel golpe de Estado. Los combatientes de la sombra «se unieron a un grupo de generales que resistían, a veces de forma violenta, a los intentos de De Gaulle de negociar la independencia de Argelia y el fin de la guerra», escribió el autor estadounidense Jonathan Kwitny en su artículo sobre los ejércitos secretos en Europa Occidental [44]. Habría que investigar más a fondo sobre esa implicación de la red stay-behind francesa en el golpe de Estado de 1961, que constituye uno de los episodios más delicados de la historia de la guerra clandestina en Francia. Las pruebas de las que hoy disponemos indican que los ejércitos stay-behind desempeñaron un papel en los putschs de 1967 en Grecia, de 1980 en Turquía y en el que fracasó en derrocar el gobierno francés en 1961 [45].Todo conduce a la conclusión de que aquel golpe de Estado fomentado contra De Gaulle había recibido la aprobación de la CIA y de su director Allen Dulles, así como de los partidarios de la guerra secreta en el seno de la OTAN y del Pentágono en Washington. Inmediatamente después de la intentona golpista, «voceros del Elíseo» [la sede de la presidencia francesa, NdT.] habían dado a entender «que el complot urdido por los generales había tenido el respaldo de los responsables más ferozmente anticomunistas del ejército y del gobierno americanos», según se publicó en el Washington Star. «Tanto en París como en Washington, los hechos están ahora comprobados, aunque nunca se reconocerán públicamente», escribió Claude Krief, ya en mayo de 1961, en el semanario francés L’Express. «Los más altos personajes del Estado francés lo admiten naturalmente en privado: la CIA desempeñó un papel directo en el golpe de Estado de Argel, y con certeza influyó mucho en la decisión del general Challe de realizar el putsch.» Poco antes de los hechos, Challe había ocupado las funciones de comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa Central, lo cual implicaba estrechos vínculos no sólo con el Pentágono y con representantes de Estados Unidos sino también con la red stay-behind de la OTAN, así como contactos cotidianos con oficiales del ejército estadounidense. Challe había actuado por lo tanto, concluía Krief, bajo las órdenes directas de la CIA: «Todos los que lo conocen bien están profundamente convencidos de que la CIA lo animó a continuar por ese camino» [46].
En el momento en que Krief publicó su artículo sobre el golpe de Estado fomentado contra el general De Gaulle con el respaldo de la CIA, la existencia de los ejércitos secretos stay-behind no se había revelado aún. Al analizar la guerra clandestina internacional, Krief indicaba sin embargo que 10 días antes del golpe, el 12 de abril de 1961, una reunión secreta se había desarrollado en Madrid, con la participación de «numerosos agentes en representación de diferentes países, entre ellos varios de los conspiradores de Argel quienes comunicaron sus planes a los agentes de la CIA también presentes». En aquella reunión, los estadounidenses al parecer declararon coléricamente que la política que estaba aplicando De Gaulle «paralizaba a la OTAN y hacia imposible la defensa de Europa» y presuntamente garantizaron a los generales golpistas, a Challe entre ellos, que si ellos o sus sucesores triunfaban, Washington reconocería el nuevo gobierno en 48 horas [47].
De Gaulle, quien venía maniobrando para que Francia y Europa fuesen menos dependientes de Estados Unidos y de la OTAN, se enfureció ante la hipocresía de la CIA. No se sabe si el presidente Kennedy, enfrascado por entonces en el desembarco del 15 abril en Bahía de Cochinos que debía permitir el derrocamiento de Fidel Castro, había sido informado o no del golpe de Argel. Sólo se sabe que Kennedy estaba muy irritado debido al fracaso de la CIA en Cuba y que Washington no se apresuró a reconocer el régimen que los generales habían instaurado en Argel, régimen que se derrumbó en 4 días. El primer diario francés, Le Monde, resumió el asunto de la siguiente manera: «El comportamiento de Estados Unidos durante la reciente crisis no fue particularmente acertado. Parece demostrado que agentes americanos más o menos estimularon a Challe» mientras que «por supuesto, Kennedy ignoraba totalmente la situación» [48].
La Organización del Ejército Secreto (OAS)
Después del fracaso del golpe de Estado, los soldados de la sombra se volvieron completamente incontrolables. La OAS comenzó rápidamente a asesinar representantes del gobierno argelino, a cometer masacres indiscriminadas de civiles musulmanes y asaltos de bancos [49]. En noviembre de 1961, los hombres de la OAS operaban abiertamente en las calles de Argel, cometiendo innumerables crímenes con la esperanza de sabotear así el proceso de paz que debía desembocar en la independencia de Argelia. Para los militares y policías franceses era muy difícil luchar contra la OAS ya que muchos de ellos lo hacían de mala gana e incluso fracasaban de forma deliberada, porque en realidad aprobaban los objetivos políticos de aquella organización. La violencia se intensificaba y la OAS extendió la guerra al territorio francés, donde asesinó al alcalde de la ciudad francesa de Evian, sede de las conversaciones entre los representantes del gobierno francés y los del FLN. La OAS realizó incluso acciones violentas contra el gobierno de París y el propio De Gaulle escapó milagrosamente, el 8 de septiembre, a un intento de asesinato en Pont-sur-Seine. Los servicios especiales franceses devolvieron cada uno de aquellos golpes: en noviembre de 1961, varias explosiones destruían 6 cafés de Argel en los que se reunían simpatizantes de la OAS.Fuera de Francia, los soldados del ejército secreto operaban también en otros países de Europa, como España, Suiza y Alemania donde escuadrones especiales del 11º de Choque organizaron el asesinato de varios líderes del FLN y de personas que prestaban apoyo financiero al FLN o le proporcionaban armas [50]. En Alemania occidental, los soldados de la sombra parecen haber cooperado con la red stay-behind local y con los servicios secretos alemanes de la RFA, el BND. Los alemanes pusieron a la disposición del 11º de Choque el centro de entrenamiento de paracaidistas de Altenstadt, en Baviera, que sirvió de base de retaguardia en las misiones contra el FLN. «Miembros de Gladio y numerosos agentes del BND fueron también reclutados con vistas a otras operaciones especiales», subraya el especialista de los servicios secretos alemanes Erich Schmidt Eenboom. Los franceses que perpetraron aquellos asesinatos de activistas del FLN en Alemania nunca fueron capturados. «La policía parecía incapaz de atrapar a los autores de aquellos ataques relámpago», escribe Eenboom [51].
La guerra secreta sumió Francia en una pesadilla de violencia. Ambos bandos daban muestras crecientes de brutalidad. En el momento más tenso, Maurice Papon, por entonces prefecto de policía de París, impuso un toque de queda, después de la muerte de 11 de sus agentes. El FLN, responsable de aquellos ataques, respondió organizando en la capital una marcha de protesta, el 17 de octubre de 1961, con la participación de 40 000 argelinos. Papon, quien posteriormente fue reconocido culpable de la deportación de más de 1 500 judíos en la época de la ocupación alemana, ordenó reprimir brutalmente aquella manifestación, lo cual dio lugar a una verdadera masacre [52].
Según el testimonio de Constantin Melnik, fechado en 1988, por lo menos 200 personas –posiblemente más de 300– fueron asesinadas por los policías deseosos de vengar la muerte de sus colegas [53]. Melnik fue consejero de seguridad del gobierno del general De Gaulle y jefe máximo de los servicios secretos entre 1959 y 1962. Al ser interrogado sobre la red stay-behind, Melnik insistió en la amenaza que representa cualquier tipo de ejército secreto: «Cualquier grupo de hombres con el equipamiento de radio y el entrenamiento necesarios representaría un verdadero peligro para la seguridad de Francia» [54]. «Yo vi gente desplomarse bañada en sangre.
Los cuerpos se amontaban en vagones antes de lanzarlos al Sena desde el puente de la Concorde», atestiguó Saad Ouazene, obrero metalúrgico de 29 años y simpatizante del FLN. «De no haber sido tan fuerte, yo nunca habría salido vivo», agregó este testigo, que sufrió una fractura del cráneo. «Desde que los argelinos iban saliendo del autobús al llegar a la puerta de Versalles, los recibían con golpes en la cabeza», recuerda el policía francés Joseph Gommenginger, que estaba de servicio aquella noche. «Los que realizaban aquellas cacerías de árabes llegaron incluso a amenazarme a mí. Se habían quitado el número de identificación del uniforme. Yo estaba indignado.
Nunca hubiera creído que la policía fuera capaz de hacer algo así.» Decenas de cuerpos fueron encontrados en las aguas del Sena, hasta la altura de la ciudad Rouen, en los días posteriores a la masacre [55]. A pesar de todo, no se abrió una investigación oficial por lo que la revista Les Temps Modernes de Jean-Paul Sartre calificó aquello de verdadero pogromo [56].
La guerra secreta de la OAS, con el apoyo de los combatientes de las redes stay-behind de la OTAN, no logró derrocar a De Gaulle ni impedir la independencia de Argelia. En marzo de 1962, el FLN y el gobierno francés finalmente firmaron en Evian los acuerdos que ponían fin a las hostilidades en Argelia y proclamaban la independencia de aquel país, provocando así el derrumbe de la OAS, que proclamó la tregua el 17 de junio de 1962, casi un año después de su creación. Sólo una fracción de irreductibles, encabezados por el coronel Jean-Marie Bastien-Thiry, se negó a deponer las armas y organizó otro atentado contra el general De Gaulle, en la localidad francesa de Petit Clamart, el 22 de agosto de 1962.
De Gaulle, que acostumbraba a restar importancia a su propia seguridad, se escandalizó de que pudieran atacarlo de aquella manera, hallándose en compañía de su esposa y tomó el asunto como una cuestión personal. En septiembre, los hombres de la OAS implicados en aquel atentado fueron arrestados en París. Todos fueron condenados a muerte, pero Bastien-Thiry fue finalmente el único ejecutado [57]. La mayoría de los soldados del 11º de Choque, muchos de los cuales se habían unido a la OAS, vieron sus tronchadas sus carreras. Los demás fueron puestos bajo estrecha vigilancia por las autoridades gaullistas.
La ruptura con la OTAN
En el contexto de caos y violencia de la crisis argelina, el ejército secreto formado por la CIA y destinado por la OTAN a la lucha contra el comunismo se había implicado en actividad internas que nada tenían que ver con una hipotética invasión soviética. El peligro de la guerra secreta estaba, en ese caso, en la total ausencia de control por parte de las instituciones y, a veces, ni siquiera por parte del propio gobierno sobre los combatientes clandestinos. En 1990, el almirante Pierre Lacoste, quien había dirigido los servicios secretos militares franceses de 1982 a 1985, confirmó que grupos «de un pequeño número de hombres» de la red stay-behind francesa habían realizado «acciones terroristas» contra el general De Gaulle. El almirante subrayó, sin embargo, que aquellas operaciones antigaullistas fueron las únicas que cometió el Gladio francés dentro de las fronteras nacionales y precisó que, en el tiempo que él estuvo a la cabeza de los servicios secretos, él mismo había compartido la opinión de que los planes de enfrentamiento de una hipotética invasión soviética justificaban plenamente el programa stay-behind [58].Antes de dejarle la presidencia de Francia a Georges Pompidou, en abril de 1969, y de su muerte, un año después a la edad de 80 años, Charles de Gaulle tuvo más tiempo que nadie para conocer los engranajes de la guerra secreta que se desarrolló en Francia. El general había estado al mando de la Resistencia contre la ocupación alemana, había recurrido a las maniobras clandestinas para alcanzar el poder al final de la IV República y, durante la V República, había sido él mismo objeto de golpes de Estado e intentos de asesinato. Mucho antes de que la existencia de los ejércitos de la OTAN saliera a la luz pública, De Gaulle había sentido envidia de Estados Unidos, teniendo en cuenta su propio aislamiento en Europa Occidental, y había cultivado a la vez cierta desconfianza hacia la CIA, a la que consideraba sospechosa de recurrir a la manipulación y las operaciones clandestinas.
Al llegar al poder, el general había anunciado su intención de aplicar su política exterior únicamente a través de sus diplomáticos, no mediante «servicios secretos irresponsables», que habían recibido además órdenes de cortar los contactos con la CIA, de la que dependían buena parte de sus actividades de inteligencia [59]. Para De Gaulle, «el Estado francés se halaba bajo el asedio de fuerzas ocultas. ¿Quién era el responsable? Seguramente la CIA, pensaba él» [60].
Al crearse la OTAN, en 1949, fue en Francia donde se construyó su cuartel general, que albergaba esencialmente las oficinas del SHAPE. Francia estaba por lo tanto especialmente expuesta a las operaciones secretas de la OTAN y de la CIA, para desagrado de De Gaulle, ya que el CPC –el comité director de la red secreta Gladio– también se encontraba en París, como lo reveló un documento italiano fechado en junio de 1959 y titulado: «Las Fuerzas Especiales del SIFAR y la Operación Gladio». «(…) En cuanto a la OTAN, hay que señalar las siguientes actividades: 1. La actividad del CPC (Clandestine Planning Committee) de París dependiente del SHAPE» [61]. Por otro lado, el otro órgano de comando de Gladio, el ACC, también se reunía regularmente en París. Causó por lo tanto verdadera conmoción en Washington la decisión de De Gaulle, tomada en febrero de 1966 y por razones estratégicas y personales que son aún objeto de debate entre los historiadores, de desafiar la supremacía de Washington y dar la orden a la OTAN y a Estados Unidos de poner sus bases militares en territorio francés bajo el control de París o desmantelarlas. Estados Unidos y la alianza atlántica no respondieron al ultimátum, así que el 7 de marzo de 1966 el general tomó la histórica decisión de sacar a Francia de la estructura militar de la OTAN y de expulsar del territorio francés a todos los órganos de la alianza atlántica y a sus agentes.
El cuartel general europeo de la OTAN tuvo entonces que trasladarse a Bélgica, lo cual provocó la cólera de Washington y del Pentágono. Los nuevos edificios, que aún sirven de sede a la OTAN en Europa, se construyeron en Bruselas, Mons y Casteau. La investigación del parlamento belga sobre Gladio y las operaciones de guerra clandestina lo confirmaron posteriormente: «En 1968, la sede del CPC se trasladó a Bruselas» [62]. Las investigaciones realizadas en Bélgica revelaron también que la última reunión internacional del ACC, el centro de comando de las operaciones de guerra clandestina, tuvo lugar en Bruselas el 23 y el 24 de octubre de 1990 [63].
Jan Willens, autor belga especializado en el Gladio, subrayó que cuando De Gaulle retiró el ejército francés del comando militar integrado de la OTAN, aquello provocó la anulación de ciertos acuerdos secretos existentes entre Francia y Estados Unidos. «Fue en aquel momento que se reveló la existencia de acuerdos secretos sobre la lucha contra la subversión comunista, firmados bilateralmente por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.» [64] De Gaulle denunció aquellos acuerdos como una violación de la soberanía nacional. Se descubrió la existencia de cláusulas secretas similares en otros países de la alianza atlántica. Giuseppe de Lutiis descubrió que en el momento de integrarse a la OTAN, en 1949, Italia había firmado, además del Pacto Atlántico, toda una serie de protocolos secretos que estipulaban la creación de una organización no oficial «encargada de garantizar el alineamiento de la política interna italiana con la del bloque occidental por todos los medios necesarios, aunque la población manifestara una inclinación diferente» [65].
En un artículo dedicado a Gladio, el periodista estadounidense Arthur Rowse escribió que una «cláusula secreta del tratado inicial de la OTAN de 1949 estipulaba que todo país candidato a la adhesión tenía que haber creado de antemano una autoridad de Seguridad nacional de lucha contra el comunismo basada en grupos clandestinos de ciudadanos» [66].
Aunque parezca sorprendente, incluso después de los dolorosos momentos de la crisis argelina, las unidades secretas stay-behind no fueron disueltas definitivamente en Francia. Sólo fueron objeto de una simple reestructuración. En 1998, el especialista en servicios secretos Jacques Baud observó con toda razón que «aunque no se han encontrado las pruebas, ciertos expertos han dado a entender que las actividades de la red stay-behind francesa se desarrollaron bajo la cobertura del Servicio de Acción Cívica» [67].
Después de la disolución de la OAS, De Gaulle se las arregló al parecer para debilitar la red Rose des Vents mientras fortalecía su «Servicio de Acción Cívica», también conocido como SAC. El SAC era una especie de guardia pretoriana gaullista, un santuario del más puro gaullismo que reflejaba la desconfianza del general hacia todos los partidos políticos, incluyendo el suyo propio. La misión que aquellos hombres se habían fijado era apoyar la acción del general De Gaulle [68]. Fundado inmediatamente después de la guerra, el SAC era el brazo armado del RPF –el Reagrupamiento del Pueblo Francés– que trataba en vano de conformar una oposición contra los comunistas y los socialistas franceses. Creado oficialmente como un grupo destinado a mantener el orden en los actos del RPF, el SAC era en realidad la sección anticomunista del RPF a cargo de los trabajos sucios. Sus unidades realizaban operaciones clandestinas contra los obreros en huelga o contra los militantes comunistas que se especializaban en perturbar con sus gritos los discursos de los oradores en los mítines gaullistas. Los hombres del SAC se encargaban también de proteger a los políticos y a los grupos de personas que salían a pegar carteles del RPF [69].
A pesar de las acciones que realizaba el SAC como su brazo armado, el RPF no logró ganar ninguna elección durante la IV República y fue por lo tanto disuelto en 1954. Sus más leales elementos, sin embargo, se mantuvieron al parecer en contacto ya que participaron en el golpe de 1958 que puso fin a la IV República y trajo nuevamente a De Gaulle al poder. Jacques Foccart, el director e ideólogo del SAC, como buen guerrero de la sombra y partidario del general, se encargó de la coordinación de las operaciones, gracias a sus relaciones dentro de los servicios secretos, del ejército y entre los ex miembros de la Resistencia, para organizar la ocupación de Córcega por los soldados del 11º de Choque estacionados en Calvi, el 24 de mayo de 1958 [70]. Esto fue lo que llevó al experto en servicios secretos Porch a la conclusión de que el SAC y Foccart en realidad «gestaron el regreso de De Gaulle al poder en 1958» [71].
- Jacques Foccart (1913-1997) y Charles De Gaulle (1890-1970)
El Servicio de Acción Cívica, guardia pretoriana del gaullismo
El papel que desempeñó Foccart en la guerra secreta que se desarrolló Francia sigue sin aclarar. «La amplitud de los poderes de que dispone Foccart es tan misteriosa como la manera en que los adquirió originalmente.» [72] Nacido en la isla de Guadalupe, Jacques Foccart fue movilizado en 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pero logró escapar en el momento de la capitulación de Francia. Colaboró después con el ejército alemán. Pero hacia el final de la guerra volvió a cambiar de bando y se unió a la Resistencia en Normandía. Incluso recibió la medalla de la Libertad del ejército estadounidense [73]. Después del armisticio, Foccart entró al círculo cercano al general De Gaulle y creó el SAC. El centro de entrenamiento para operaciones que fundó el propio Foccart en Cercottes, cerca de Orleáns, «se convirtió en lugar de peregrinaje para los miembros del SAC en los años 1950» [74]. En los años de la posguerra, el servicio contaba cerca de 8 000 «reservistas», entre los que se hallaban miembros en activo del Servicio de Acción del SDECE y de su unidad élite, el 11º de Choque. Todos se entrenaban en Cercottes y, a raíz de las revelaciones de 1990, se consideró aquel centro como uno de los principales lugares de formación de los miembros del Gladio francés [75].A falta de una investigación oficial sobre la historia del ejército secreto francés, resulta por el momento difícil para los investigadores distinguir las diferencias entre la red stay-behind Rose des Vents y el SAC, cuestión que amerita estudios detallados. Parece, sin embargo, que el SAC también realizó operaciones anticomunistas secretas. Para que se abriera una investigación parlamentaria hubo que esperar a la llegada de los socialistas franceses al poder, en 1981. En julio de 1981, cuando un ex jefe del SAC, el inspector de policía Jacques Massié, apareció muerto en Marsella con toda su familia, los diputados comunistas exigieron una investigación sobre el Servicio de Acción Cívica. En diciembre del mismo año, después de 6 meses de audiencias, la comisión parlamentaria presentó un voluminoso informe en el que concluía que las actividades de los agentes del SDECE, del SAC y de la OAS en África estaban «íntimamente vinculadas». Los diputados descubrieron que el financiamiento del SAC era de origen dudoso y provenía esencialmente de los fondos del SDECE y del tráfico de estupefacientes [76].
«Los motines estudiantiles de mayo de 1968 constituían el campo de acción típico de una red “Gladio”», comentó la Intelligence Newsletter luego de las revelaciones de 1990 [77]. La comisión parlamentaria creada para investigar el SAC había descubierto, en efecto, que el Servicio había registrado una cantidad record de efectivos durante los disturbios de mayo de 1968, con no menos de 30 000 hombres. Es por lo tanto posible que haya intervenido en los disturbios. En 1981, el SAC contaba aún con 10 000 miembros. «Se estima que entre el 10 y el 15% eran policías. Pero también había en sus filas oportunistas, gángsteres y partidarios de la extrema derecha.» [78]
La comisión parlamentaria denunció el SAC como un peligroso ejército secreto que había servido de policía paralela, se había infiltrado en organizaciones públicas para influir en las decisiones de estas y había cometido actos de violencia. Como conclusión de lo que era en aquel entonces la investigación parlamentaria más profunda que se había realizado en Francia sobre una red secreta, los diputados estimaron que la existencia del SAC era «incompatible con las leyes de la República», y el gobierno del presidente Francois Mitterrand ordenó su desmantelamiento en julio de 1982 [79].
Una limpieza anunciada que nunca ha llegado a concretarse
El gobierno de Mitterrand, cada vez más preocupado por el papel que los servicios secretos han desempeñado en las democracias modernas, la emprendió con los servicios secretos militares franceses que desde hacía años eran el eje de las operaciones clandestinas desarrolladas en Francia. Una investigación parlamentaria sobre las actuaciones clandestinas de los servicios de inteligencia, realizada en 1982 y dirigida por el diputado socialista Jean-Michel Bellorgey, concluyó que agentes de la inteligencia que actuaban bajo la influencia de la paranoia típica de la guerra fría y la obsesión del «enemigo interno» habían infringido la ley varias veces mientras que los servicios secretos acumulaban «fracasos, escándalos y operaciones dudosas» [80]. Al leer aquella edificante conclusión, Mitterrand apoyó la solicitud de los comunistas que, con el respaldo de un grupo de socialistas, hacía tiempo que venían pidiendo la disolución del SDECE.Pero aquella decisión, que podía tener graves consecuencias, finalmente no se adoptó y el SDECE no fue desmantelado sino solamente reformado. Cambió de nombre para convertirse en Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE) y el almirante Pierre Lacoste fue nombrado director. En colaboración con la OTAN, el almirante Lacoste siguió dirigiendo el ejército secreto que se había puesto bajo su responsabilidad y, en 1990, después de las revelaciones sobre Gladio, defendió su convicción de que los planes de enfrentamiento de una hipotética invasión justificaban plenamente el programa stay-behind [81]. La «Operación Satanique», durante la cual agentes de la DGSE dinamitaron –el 10 de julio de 1985– el Rainbow Warrior, barco de Greenpeace que protestaba pacíficamente contra los ensayos nucleares franceses en Polinesia, puso fin a la carrera del almirante Lacoste. Al descubrirse su implicación en el asunto, al igual que la del ministro francés de Defensa Charles Hernu e incluso la del propio presidente Francois Mitterrand, el almirante Lacoste se vio obligado a dimitir.
En marzo de 1986, la derecha ganó las elecciones legislativas, instaurando un régimen de cohabitación entre el presidente socialista Francois Mitterrand y su primer ministro gaullista Jacques Chirac. En 1990, al aumentar las revelaciones sobre los ejércitos secretos en Europa, Chirac no estuvo realmente entusiasta ante la idea de que se sacara a la luz del día toda la historia del ejército secreto francés. Una investigación de ese tipo podía arruinar la brillante carrera política de quien se convertiría un día en presidente de la República Francesa, sobre todo porque el propio Chirac había presidido el Servicio de Acción Cívica en 1975.
A Francia le costó por lo tanto mucho trabajo asumir la historia de su guerra secreta contra el comunismo. No hubo investigación oficial. Los representantes del gobierno trataron de minimizar los daños con mentiras y verdades a medias. El 12 de noviembre de 1990, el ministro de Defensa Jean-Pierre Chevenement reconoció pesaroso ante la prensa que «[era] exacto que una estructura [había] existido, construida a principios de los años 1950 y destinada a garantizar el enlace con un gobierno obligado a refugiarse en el extranjero en caso de ocupación». Después de declarar lo anterior, el ministro mintió al afirmar que «Esa estructura fue disuelta por orden del Presidente de la República. Hasta donde yo sé, no desempeñó otro papel que el de red durmiente y enlace» [82]. Al día siguiente, el presidente Mitterrand tuvo que hacer frente a las preguntas de la prensa. «Cuando yo llegué al poder», afirmó, «ya no había mucho que disolver. No quedaban más que unos pocos elementos sobre cuya existencia me enteré con sorpresa ya que todo el mundo los había olvidado» [83].
El primer ministro Jacques Chirac se negó a abordar el tema. Pero a su homólogo italiano Giulio Andreotti no le agradó que el gobierno francés minimizara así su responsabilidad en la cuestión del Gladio ni que pusiera en duda sus propias declaraciones, que señalaban que el Gladio había existido en la mayoría de los países de Europa Occidental. Así que Andreotti declaró a la prensa que, lejos de estar disuelto desde hacía mucho tiempo, el ejército secreto francés incluso había enviado representantes a la reunión del ACC que se había realizado en Bruselas el 23 y el 24 de octubre de 1990, revelación que provocó considerable malestar en Francia.
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