La izquierda se resiste a reconocer que la ciudadanía no quiere nada con la clase política actual y desea una alternativa a ella.
Ya hubo una primera señal al respecto con la candidatura presidencial de Max-Neef y sus "mosquitos" en la elección presidencial de 1993, en la cual logró 387.000 votos y un porcentaje de 5.55%, con lo que incluso superó al candidato Eugenio Pizarro de la Izquierda, en ese tiempo nucleada en el Movimiento de Izquierda Allendista, que logró 327.000 votos y el 4.70%. Este rechazo quedó demostrado nuevamente en la elección presidencial pasada, con la candidatura de Marcos E. Ominami.
La izquierda perdió la oportunidad histórica de haber levantado una alternativa al sistema neoliberal; hoy está olvidado ese anhelo, por el cual se luchó durante veinte años. Su actual política de alianzas con la Concertación y lo que queda de ella, quizás permita que la Concertación recupere el Gobierno, pero la izquierda quedará por muchos años imposibilitada de poder presentarse como alternativa. El viejo dicho de “dime con quién andas y te diré quién eres”, en este caso tiene plena validez.
El problema de la izquierda no es la derecha en el Gobierno, sino el hecho de que no tiene nada que ofrecer concretamente al pueblo: ni programa de Gobierno, ni actitud de querer gobernar como alternativa. Sólo ofrece un mensaje difuso -o mejor dicho confuso- expresado en la consigna y promesa de un “gobierno de nuevo tipo”, que en las próximas elecciones presidenciales sólo será percibido como más de lo mismo, cuando la gente vea este “nuevo” conglomerado, probablemente liderado por Michelle Bachelet. Quizás ella gane la Presidencia, pero eso no significará que el pueblo de Chile haya ganado. La experiencia demuestra que el pueblo ha sido traicionado una y otra vez, por la Concertación y ahora por la derecha.
La realidad en Latinoamérica indica que sólo levantando proyecto políticos diferentes a los viejos partidos del sistema y sus alianzas espúreas se puede generar movimientos que tengan opción de triunfo. Son los casos de Venezuela, Ecuador y Paraguay. En Perú, incluso en su época hasta Fujimori -independiente del carácter de su gobierno- ganó diferenciándose de los partidos tradicionales; y recientemente Humala, en un breve lapso de tiempo, levantó el movimiento político que lo llevó a la Presidencia.
El movimiento social en Chile tendrá, independientemente de lo que hoy existe, su expresión política. Y espero no equivocarme: no serán aquellos que hoy intentan, de una u otra manera, cooptarlo para sus particulares intereses.
Ya hubo una primera señal al respecto con la candidatura presidencial de Max-Neef y sus "mosquitos" en la elección presidencial de 1993, en la cual logró 387.000 votos y un porcentaje de 5.55%, con lo que incluso superó al candidato Eugenio Pizarro de la Izquierda, en ese tiempo nucleada en el Movimiento de Izquierda Allendista, que logró 327.000 votos y el 4.70%. Este rechazo quedó demostrado nuevamente en la elección presidencial pasada, con la candidatura de Marcos E. Ominami.
La izquierda perdió la oportunidad histórica de haber levantado una alternativa al sistema neoliberal; hoy está olvidado ese anhelo, por el cual se luchó durante veinte años. Su actual política de alianzas con la Concertación y lo que queda de ella, quizás permita que la Concertación recupere el Gobierno, pero la izquierda quedará por muchos años imposibilitada de poder presentarse como alternativa. El viejo dicho de “dime con quién andas y te diré quién eres”, en este caso tiene plena validez.
El problema de la izquierda no es la derecha en el Gobierno, sino el hecho de que no tiene nada que ofrecer concretamente al pueblo: ni programa de Gobierno, ni actitud de querer gobernar como alternativa. Sólo ofrece un mensaje difuso -o mejor dicho confuso- expresado en la consigna y promesa de un “gobierno de nuevo tipo”, que en las próximas elecciones presidenciales sólo será percibido como más de lo mismo, cuando la gente vea este “nuevo” conglomerado, probablemente liderado por Michelle Bachelet. Quizás ella gane la Presidencia, pero eso no significará que el pueblo de Chile haya ganado. La experiencia demuestra que el pueblo ha sido traicionado una y otra vez, por la Concertación y ahora por la derecha.
La realidad en Latinoamérica indica que sólo levantando proyecto políticos diferentes a los viejos partidos del sistema y sus alianzas espúreas se puede generar movimientos que tengan opción de triunfo. Son los casos de Venezuela, Ecuador y Paraguay. En Perú, incluso en su época hasta Fujimori -independiente del carácter de su gobierno- ganó diferenciándose de los partidos tradicionales; y recientemente Humala, en un breve lapso de tiempo, levantó el movimiento político que lo llevó a la Presidencia.
El movimiento social en Chile tendrá, independientemente de lo que hoy existe, su expresión política. Y espero no equivocarme: no serán aquellos que hoy intentan, de una u otra manera, cooptarlo para sus particulares intereses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario