Centroamérica
Imperialismo y Grupos de Poder
Definir a las clases dominantes locales a partir del
imperialismo es una tarea que los revolucionarios salvadoreños y
centroamericanos no hemos cumplido aun cabalmente. –Roque Dalton-
Nota inicialEn el libro escrito en 1973 “El Aparato Imperialista en Centroamérica”, Roque Dalton desnuda abiertamente la intervención imperialista de la que ha sido víctima la región centroamericana desde sus albores y desde que fue bautizado como tal; en esos años, él ya demostraba el matrimonio no feliz entre las clases dominantes con el dominio imperial y cómo la región actúa para satisfacer las necesidades el capital internacional para mantener su modelo. Sin embargo, este fenómeno que podría ser visible a todas luces -y bajo cualquier sombra- sigue siendo objeto poco comentado en el seno de las organizaciones populares.
Si bien la historia y actualidad de Centroamérica está sujeta a la historia de la dominación y repartición del mundo por fuertes grupos económicos internacionalizados, no siempre esta relación es visible, pues sigue en el imaginario la burguesía con rostros nacionales; aunque en el actual contexto es de cotidiano hecho, la disputa territorial entre la vida y la muerte entre la burguesía internacional y organizaciones populares nacionales o muy territorializadas.
Lo anterior implica entonces analizar la incidencia del gran capital transnacional en las políticas de los países centroamericanos, y cómo estas responden a los intereses de aquellos. Así como de revisar de manera breve, la trayectoria y actualidad del capitalismo en la región. Con este texto queremos presentar la lógica de incorporación de los países de la región al capital internacional transnacionalizado. Este es apenas un pequeño insumo para el debate, que esperamos sea enriquecido por las organizaciones que participan en el marco de la Escuela de los Movimientos sociales que impulsa la Red Alforja.
Grupos de poder: el imperio a las naciones
En la actualidad es difícil hablar de grupos de poder económico en Centro América sin entender el proceso de internacionalización de capitales del que son parte. Es de afirmar que desde que las pequeñas repúblicas se declaran “independientes”, la presencia de intereses externos en la región ha sido el sello con el que se ha marcado la incorporación del istmo a la economía mundial. Veamos un poco el origen de este proceso.
La historia de Centroamérica es la historia de su dependencia respecto a los países del centro del mundo. Desde que se configura como una región independiente del dominio español, paulatinamente se va constituyendo como una dependencia más del dominio mundial. De un viejo imperio, pasa inmediatamente a manos del nuevo imperio: de saqueo en saqueo, de España a los Estados Unidos.
Las repúblicas centroamericanas en unión familiar, con nobleza sin corona, se envuelven en disputas interminables. Los hijos rebeldes de la corona española, se repartieron para sí mismos lo que hacía algún tiempo era un territorio unificado; surgen entonces como dueños del paraíso grupos de poder que ingenuamente pretendían ser dependientes del dominio extranjero. Para diferenciarse de los viejos apoderados, hicieron exactamente lo mismo pero con una cuota más de salvajismo por las ansias de controlar los recursos que parecían inacabables.
Casaús (2010), detalla cómo se inicia la conformación de estos grupos:
La formación de las élites coloniales en América Latina ocurrió por dos vías complementarias: por el linaje, es decir por la transmisión patrilineal de privilegios concedidos por la Corona, o por alianzas que propiciarían el crecimiento y reproducción de los linajes por la vía de los casamientos de conveniencia. (Casaús. 2010: 2)
Así es como, bajo las mismas relaciones para acumular riquezas, estas familias descendientes de España, constituyen su poderío y posterior dominio de las ex colonias hispanas. Casaús (2010) define a estos grupos como “redes familiares”, las cuales se constituirían como los grupos de poder en este periodo incipiente, la autora los define como el
“conjunto de familias que configuran la élite de poder y que conforman en cada país el núcleo oligárquico. Estas redes están ligadas por cinco factores que le confieren una unidad y homogeneidad que le permiten constituirse como estructura de larga duración. A saber: a) Las alianzas a través del matrimonio; b) Las alianzas a través de los negocios; c) La proximidad geográfica y el factor socio-racial; d) La participación en asociaciones políticas, religiosas o socio-culturales; e) La formación de sus propios intelectuales orgánicos. (Casaús, 2010:8)
Es así que entre enlazamientos familiares y negocios comunes, se van consolidando estos grupos, atados evidentemente por el amor a sus fuertes intereses políticos y económicos. Los vínculos territoriales y de consanguineidad son la marca que les unifica, mientras que a su vez, son la esencia del reparto entre los países.
La constitución de los estados-nacionales, representó el vínculo directo para la negociación entre los grupos dominantes en cada país, con grupos dominantes de Estados Unidos.
Atomizada y por lo tanto más débil que nunca, América Central sería en adelante fácil presa de todas las ambiciones imperialistas, estadounidenses en particular. El hecho político de la ruptura de la Federación, determinado por una compleja constelación de causas internas sobre las que jamás dejaron de actuar elementos exteriores, devino, a su turno y por sí mismo, una condición propicia para el afianzamiento de un grado tal de dependencia que prácticamente convirtió a toda el área en una semicolonia norteamericana. (Cueva. 1983: 45)
Separada en repúblicas, la codicia de las clases dominantes por ajustar su propias reglas, fue factor para que se establecieran fuertemente las políticas estadounidenses; en manos de la ambiciosa nación del norte, se encomendó no sólo el espíritu de la pequeña región, sino que junto a él se abrió, como a un arca llena, el interior de las tierras que cedían sus riquezas.
Las pequeñas repúblicas sanguíneamente hermanadas y luego separadas por siniestros designios, comenzaron a obedecer a los mandatos de la hermana mayor del norte quien sería la dictadora del rumbo que habrían de obedecer. Es así, como sujetas al mandato del capitalismo internacional, la región se especializa en ser explotada, a través de la llegada de empresas interesadas por hacerse dueñas de los recursos y de la vida de la zona.
Tiempo después, abriría sus ojos a la luz abiertamente imperial, la república de Panamá, quien por su situación geoestratégica, fue ambicionada, por franceses que fracasaron en sus intenciones y EEUU que las consiguió abriendo un canal, con “esclusas y excusas” de intervención capitalista.
El cuadro doloroso de Centroamérica se completa con la independencia formal de Panamá (1903), a través de un proceso que en parte al menos corresponde a una dinámica interna, que no es más que la determinada por la automatización que el capital comercial ha alcanzado en esta área geográfica, hasta entonces integrada políticamente a Colombia. (Cueva, 1983:45)
Con el pasar de los años, la región completa y con particulares matices, asume el modelo agroexportador como el elemento integrador a la economía mundial, enclaves bananeros de empresas de capital estadounidense, plantaciones y fincas de café, serían los principales rubros con los cuales Centroamérica se sometería al concierto mundial de explotación capitalista.
Se delega a la región, la tarea de producir materias primas para las industrias del norte. Particularmente se desarrollan como repúblicas “bananeras” y “cafetaleras” en donde una mayor presencia de empresas extranjeras haría de los territorios base para la acumulación de capitales. De esta manera la integración ya estaba consolidada, volviéndose el socio pobre, de la contraparte que constantemente se enriquecía.
Esa integración productiva se da bajo una forma distinta a la que comenzará a operar desde fines del siglo pasado (XIX), mediante los llamados “enclaves”, que consistía en la simple anexión de áreas de producción (por lo general extractivas, aunque también agrícolas) a los centros industrializados, quedando esas áreas sustraídas a la estructura productiva nacional (…). Ahora se trata de la vinculación de capital extranjero a un sector de la estructura productiva nacional, lo que tiene por contrapartida su desnacionalización en términos de propiedad, aunque no su sustracción a la economía nacional. Conviene señalar que no toda inversión extranjera en la industria reviste ese carácter, ya que puede consistir, como ocurría en el caso del enclave, en un proceso de anexión económica. (Marini, 1977:10)
El dominio de una burguesía de carácter nacional, sedería incondicionalmente los intereses del capital internacional; serán las empresas transnacionales quienes orientarán las relaciones de explotación y saqueo del istmo, manteniendo y apoyando grupos internos que garantizarían esta intervención.
La unificación industrializada: El Mercado Común
No es intención de este texto agotar todos los periodos económicos en la historia de Centroamérica, sino, como lo hemos acotado, describir de manera sucinta el proceso y lógica de integración de la región al capitalismo internacional.
Es en ese sentido que nos parece importante revisar que luego de una consolidación del modelo agroexportador, una parte de las burguesías nacionales con el afán de modernizarse y emular a sus aliados del centro definieron, conjuntamente con las necesidades de la burguesía internacional, explotar no solo los recursos naturales sino establecer de una vez por todas, relaciones capitalistas de producción en esta región “atrasada”; para ello, impulsaron lo que se dio en llamar modelo de sustitución de importaciones, periodo en el cual se estableció con más fuerza la industrialización de los países centroamericanos.
Pero además, para garantizar que esta producción fuera consumida localmente, se impulsó -a partir de la década del 50- lo que se dio por llamar Mercado Común Centroamericano, con lo cual, se comenzó a presentar más claramente el modelo llamado de “industrialización”, en este marco de integración económica, se abrieron a las anchas las puertas al capital de los países centrales.
Esa penetración del capital extranjero en la economía latinoamericana, y en particular en su sector manufacturero, es presentada por algunos autores como un proceso de internacionalización del mercado interno. La expresión se presta a confusión. Aunque sea cierto, entre las décadas de 1920 y 1940 (en la región desde los 50), la industria latinoamericana logró, en algunos países, un peso importante en el mercado interno —lo que se conoce como primera fase de la industrialización sustitutiva de importaciones—, el hecho mismo de que se tratara de un proceso de sustitución indica que ello correspondía a un aumento de la participación de la producción nacional en un mercado ya constituido, y constituido precisamente con un carácter internacionalizado. Lo que caracteriza realmente el periodo de la posguerra es la reconquista de ese mercado por el capital extranjero, pero ya no a través del comercio, sino más bien de la producción. Más que de la internacionalización del mercado interno, se trata de la internacionalización (y la consiguiente desnacionalización) del sistema productivo nacional, es decir, de su integración a la economía capitalista mundial. (Marini, 1977:9)
Es así como un modelo que se presentaba como la vía de desarrollo capitalista desde y para Centroamérica, terminó siendo la consolidación de la presencia del capitalismo mundial y el dominio de esta en toda la región.
Si bien, los grupos tradicionales mantenían su presencia, la subordinación a las clases dominantes del mundo constituyó un hecho evidente. Los grupos tradicionales -que surgieron vinculados a la explotación agrícola- , mantenían cierta parte del dominio desde donde se extendieron, a otras actividades económicas, como la industria, la banca y la construcción.
Sin embargo, su principal eje de acumulación siguió siendo la agricultura tradicional de exportación, actividad de la cual surgían los excedentes para invertir en otros sectores. En este mismo período, y como consecuencia de la aplicación de la estrategia de industrialización sustitutiva de importaciones (ISI), surgieron nuevos grupos económicos vinculados a la industria tradicional y al comercio, algunos de ellos provenientes de clases medias (las cuales en buena medida se fortalecieron gracias a la expansión del empleo público) y de sectores vinculados a las fuerzas armadas, que en algunos países accedieron al control del Estado, desde donde impulsaron estrategias de acumulación en diversas actividades económicas. (Segovia, 2005:53).
Ahora bien, -dice Cueva- esta presencia del capital imperialista implicó al menos tres efectos negativos:
El primero y más obvio consiste en la desnacionalización de la economía latinoamericana, con todas las derivaciones, incluso políticas, que ello supone. El segundo radica en el hecho de que tales inversiones constituyen un elemento más de deformación del aparato productivo local, puesto que se ubican, como es natural, en puntos estratégicos para el desarrollo de las economías metropolitanas y no en los que mas interesarían para un desarrollo relativamente cohesionado de los países “anfitriones”. Y el tercero, en que tales inversiones son el vehículo más expedito para la succión de excedente económico. El capital imperialista fluye hacia América Latina atraído por la posibilidad de obtener superganancias en áreas donde, como lo señalara Lenin, “los capitales son escasos, el precio de la tierra relativamente poco considerable, los salarios bajos, las materias primas baratas” (Cueva, 1983:234)
Y más adelante este autor asevera:
En el curso de esta serie de transformaciones se constituye desde luego una cada vez mas importante franja de burguesía monopólica nativa, ligada como la uña y la carne con el capital imperialista. Este binomio nativo-extranjero (“transnacional” exactamente) teje a su vez una intrincada red de relaciones no solo ideológicas y políticas, sino también económicas, con las alturas de la tecnoburocracia civil y militar, configurando de esa manera el bloque monopólico. (Cueva, óp. cit, p. 234)
Llevada la región a una nueva fase de incorporación al capital internacional, no habría más opción que someterse sus intereses, de alguna manera solo hacía falta ser más explícito en esta relación, habría que extender más las cortinas para que las empresas transnacionales entraran a sus anchas y pudieran continuar con su dominio en la región.
Neoliberalismo y la “venta” de los Estados Nacionales
A finales de los años ochenta y principios de los noventa, se establece el neoliberalismo como doctrina económica, hecho que implicó la apertura de mercados y la privatización de las instituciones del Estado más rentables, las cuales pasaron a manos privadas y se colocaron bajo el control y al servicio de las empresas transnacionales.
Muchas de las empresas que hasta este momento habían sido estatales, pasaron a manos de empresas privadas locales o extraterritoriales, lo cual derivó en el control casi absoluto del aparato productivo, el comercio y las finanzas principalmente por parte de sectores privados con fines de acumulación capitalista.
La privatización abarcó empresas financieras, industriales, comerciales y de servicios públicos. La apertura económica consistió en la liberalización de precios de muchos bienes y servicios, de los tipos de cambio y las tasas de interés, la reducción de aranceles y la promoción de la inversión extranjera. En la reforma tributaria, lo fundamental consistió en reducir impuestos directos (renta, patrimonio y otros) y al comercio exterior (aranceles) y en aumentar la recaudación indirecta, sobre todo mediante el Impuesto Sobre el Valor Agregado. (Villalona, 2012:1)
Son los años del auge neoliberal en todo el mundo, se presentaba como el paradigma único con el cual la humanidad entera vería florecer un orden mundial sin impotencias de ningún tipo. Para el caso de la región, esto derivó en un aumento de la presencia del capital transnacional, por la vía de aumento en la “inversión” y por la entrada de mayores cantidades de capital y productos de las empresas transnacionales; los cuales se instalaron en las aéreas más rentables de las economías locales (banca, servicios, comercio).
La forma más clara de exportación de capitales, es aquel denominado financiamiento. Esta sería constituida fundamentalmente por emprestamos públicos y privados cuyo destino es el financiamiento (originado en países industrialmente desarrollados) de industrias y conglomerados extractivos o agrario-exportadores en los países atrasados. Nuevamente, es un cuadro bastante parecido con las formas de exportación de capitales que se reconoce hoy cuando das análisis sobre a globalización. (Vieira, 2011:33)
Y más adelante se firmarían el algunos países tratados de libre comercio con EEUU, con lo cual, ya se institucionalizaría el dominio de aquel país por sobre los demás intereses económicos.
Imperialismo y crisis civilizatoria
En todo este documento hemos venido hablando de imperialismo; no obstante es necesario establecer algunas definiciones.
El Imperialismo es una fase del capitalismo que se caracteriza por el surgimiento de los monopolios. Antes de su surgimiento, la economía se basaba principalmente por la libre competencia entre mercados; en cambio en el imperialismo se centraliza el capital, es decir, se fusionan las empresas con su capital constante, las empresas grandes se van tragando las empresas chiquitas, un burgués se traga a otro burgués. Esto favorece el crecimiento de la plusvalía, pero las ganancias se centralizan cada vez en menos personas.
En esta fase surge el capital financiero [1], que es la fusión del capital bancario, capital industrial y capital comercial y se impone el dominio de la burguesía financiera que es la que controla el capital financiero. Además se exportan capitales, lo cual consiste en que además de exportar productos, también se exportan préstamos e inversión directa de capital en países extranjeros, es decir que se montan empresas o da dinero en otro país para generar plusvalía. La fusión del capital industrial con el bancario y, en esta fusión, el capital bancario asume un papel dominante
Los diferentes monopolios se reparten el mundo y por consiguiente también los estados imperialistas se reparten el mundo, esto último fue la principal causa de las dos guerras mundiales del siglo XX y es el principal motivo para las consiguientes guerras alrededor del planeta, Afganistán, Iraq, por mencionar algunos casos.
La concentración y centralización características del período de monopolio asumirían dos formas básicas: vertical, integrando desde la materia prima hasta la elaboración y comercio del producto; y horizontal, integrando diferentes empresas de manufactura del mismo producto. O alto grado de concentración y centralización monopólicas conduciría, según Lenin y Bukharin, que retoman las tesis de Hilferding, al dominio de la economía por el capital financiero. Este capital pasa a ser entonces el motor de valorización del sistema. (Vieira, 2011:31)
Las empresas transnacionales controlan toda la cadena de producción y comercialización de un mismo producto, o bien se asocian con otras empresas o las subcontratan en ciertas fases del proceso. Todo bajo el dominio del capital financiero.
Ya Lenin en su libro sobre imperialismo -escrito en 1916- describía esta fase expresándolo de la siguiente manera:
“los grandes establecimientos, particularmente los bancos, no sólo absorben directamente a los pequeños, sino que se los "incorporan", los subordinan, los incluyen en "su" grupo, en su consorcio -según el término técnico- por medio de la "participación" en su capital, de la compra o del cambio de acciones, del sistema de créditos,” (Lenin, 1961:384)
En relación a esta parte, en otro texto, encontramos que:
En el análisis de los clásicos marxistas surge un tercer elemento que se junta a la concentración/monopolio del capital industrial y la formación del capital financiero en la caracterización del imperialismo como fase superior del capitalismo: el desarrollo de relaciones económicas internacionales. En la etapa imperialista del capitalismo habría, según Lenin, un extraordinario desarrollo de las relaciones económicas internacionales, llegando a un elevado grado de monopolización que implicaría el control del comercio mundial y del movimiento de capital por un grupo reducido de países industrializados y, dentro de ellos, de un número pequeño de empresas y conglomerados. (Vieira, 2011:32)
Para ejemplo podemos recordar el caso de los bancos: en primer lugar –hablaré del caso salvadoreño- estos estaban bajo la administración estatal, luego fueron vendidos a accionistas privados quienes se hicieron dueños de estos, más adelante, por las necesidades del capital transnacional de tener mayor presencia en la región, los capitalistas “nacionales” fueron vendiendo acciones a estas hasta que posteriormente la burguesía transnacional obtuvo mayor participación hasta fusionar los bancos locales con la banca internacional y adquirirlas completamente.
Es la concentración del capital y la consolidación de monopolios a su máximo nivel, situación que si bien aparenta caminar por un camino llano y sin límites, genera toda una serie de contradicciones que por no ser sostenibles, arrastran al mundo entero a una disputa insatisfecha por el control de la humanidad, los bienes naturales y la vida toda. Estamos en un periodo de crisis.
La crisis actual
Marcado por una fuerte crisis del sistema, basada fundamentalmente en lo económico, esta se expresa en todas las dimensiones de la vida; es por ello que autores como Robinson (2012), llaman al actual periodo como de crisis civilizatoria.
“Cuando se habla de crisis global civilizatoria –nos dice Robinson- no se habla solo de la crisis económica, sino de una crisis de la civilización, es decir de la civilización occidental capitalista. Una crisis como un momento de grandes cambios, transformaciones y luchas, pero también de trastornos”.
El capitalismo en esa vía, para seguir existiendo necesita de superar estas crisis, que en términos resumidos, tiene que ver con la caída de la tasa de ganancia de las empresas transnacionales y por la imposibilidad de seguir acumulando capital, esta crisis se genera en los países imperialistas, a partir de la generación de un capital ficticio, sin base material, es decir que no produce, pero que para sostenerse necesita entonces de volver al control de capital fijo; para ello ha diseñado una serie de mecanismos que bajo la necesidad de perpetuarse intentan impulsar en el conjunto de la sociedad.
Para detallar un poco el momento actual y basado en el mismo Robinson, los mecanismos que se imponen en este periodo son los siguientes:
1. Surgimiento del “capital verde”, como nueva estrategia para la acumulación de bienes materiales. Puesto que el sistema llega a límites ecológicos para su reproducción, busca bajo cualquier pretexto hacerse del control de los bienes naturales estratégicos, agua, tierra, biodiversidad para sustentarse materialmente, lo cual aumenta la magnitud de sus medios de violencia y de la reproducción simbólica a través de los medios de comunicación.
Así como anteriormente se diseñaron los conceptos de desarrollo sostenible y desarrollo sustentable, como un razonamiento que los bienes naturales no son ilimitados y que habría que poner ciertos límites para su explotación, la noción de capitalismo verde pretende venderse en esa línea; sin embargo sin la explotación agresiva de estos, el modelo económico capitalista no puede funcionar. En la actualidad son más evidentes los límites de la expansión extensiva e intensiva: no hay nuevos territorios, todos los países están integrados. La expansión intensiva también llega a límites, cada aspecto de la vida social se está mercantilizando.
2. Emergencia de una nueva clase capitalista transnacional, la cual es una facción económica de las viejas burguesías “nacionales” con la burguesía mundial. Aunque no es un fenómeno propio de este periodo, es cada vez más evidente como las burguesías que surgieron en cada país de la región, se van despegando de lo propiamente nacional formando parte del capital transnacional, es decir, como empresas que hasta hace poco tenían carácter “nacional” [2].
Como resultado de los procesos anteriores, y al igual que lo ocurrido en el resto de América Latina, se está produciendo en la región una extranjerización del aparato productivo, que está cambiando la estructura del poder económico a favor de las empresas transnacionales al desaparecer tanto la hegemonía estatal como la de algunas industrias tradicionales nacionales, y ha abierto paso una nueva clase empresarial liderada por filiales de empresas transnacionales (CELA, 2001, citado por Segovia, 2005:81)
3. Surgimiento de “aparatos de estado transnacionales (ETN)”. Para Robinson (1998), el aparato del ETN tiene varias capas:
Una de ellas son las organizaciones supra-nacionales tanto económicas como políticas, formales e informales. Fondo Monetario Internacional (FMI), al Banco Mundial (BM), la Organización Mundial de Comercio (OMC), a los Bancos regionales, etc. Los foros políticos supra-nacionales incluyen al Grupo de los 7 (G-7)(o de los 8), el Foro Económico Mundial, y el recientemente formado Grupo de los 22, entre otros, así como foros formales tales como las Naciones Unidas (UN), la Organización de Cooperación Económica para el Desarrollo (OCED), la Unión Europea (UE), etc. y las estructuras jurídicas, normativas y administrativas de la economía global.
Y agrega:
Las funciones del estado-nación están virando de la formulación de políticas nacionales a la administración de políticas formuladas a través de las instituciones supra-nacionales. Sin embargo, es esencial evitar la dualidad global-nacional: los estados nacionales no son externos al ETN sino que están siendo incorporados a él como partes componentes. Las organizaciones supra-nacionales funcionan en consecuencia con los estados nacionales transformados. Están atiborradas de funcionarios transnacionales que encuentran sus contrapartes en funcionarios transnacionales que atochan a los estados nacionales transformados. Estos cuadros transnacionales estatales actúan como parteras de la globalización capitalista.
Mientras que Vieira (2011) sostiene:
Las empresas capitalistas, en tanto, a pesar de actuar mundialmente permanecen nacionales, pues son organizaciones competitivas que buscan concentrar en sus bases nacionales de origen los activos estratégicos que permiten su proyección sobre la economía mundial. Los Estados-nacionales continúan, por lo tanto, siendo los actores fundamentales de la realidad. Ellos ofrecen a las empresas externalidades que constituyen servicios indispensables a la estructuración y potencialización de la acumulación de capital. Entre esos servicios están: la seguridad, centralizada en el poder público mediante los aparatos de coerción y de regulación jurídica; la absorción parcial de los costos de producción de la infraestructura de transportes y comunicaciones, y de la cualificación da fuerza de trabajo; y la referencia de identidad cultural que permite al capital reducir la movilidad da fuerza de trabajo y explorar en su beneficio los lazos de solidaridad nacionales. (Vieira, 2011:45)
Sobre esto es importante destacar que si bien, existe un aparataje transnacional, los estados-nacionales no desaparecen, por los argumentos arriba mencionados; es por ello que para garantizar el control de estos aparatos, la burguesía transnacional, mantiene una fuerte presencia en los partidos tradicionalmente burgueses, apoyan a los partidos pro-burgueses y financian campañas y acciones contra gobiernos que no les favorecen. Dando el carácter de conflictos en las democracias locales.
4. Nuevas relaciones de dominación transnacional. Las tres anteriores en su conjunto generan un ciclo mortal de despojo, explotación y marginalización. Lo cual a su vez va generando una “humanidad superflua” a través de la marginalización de la sociedad. No hay acumulación sin despojo, el control de los territorios implica inevitablemente la desterritorialización de una amplia mayoría de la población. Una tercera parte de la sociedad no tiene en apariencia ningún papel en el sistema (esto explica maras, emigración, etc.)
La crisis del 2001 derivó en varias estrategias para la sostenibilidad del imperio veamos las más relevantes:
-Acumulación militarizada: EEUU militariza la economía mundial a través de guerras, invasiones, etc. Lo cual deriva una economía global de guerra.
-Pillaje y saqueo de las finanzas públicas: La economía pasa de manos públicas a manos eminentemente privadas, se socializan las pérdidas mientras se privatizan las ganancias.
-Frenética especulación financiera: La inversión de los mercados de bienes raíces, mercados energéticos y de alimentos con fines de especulación financiera, lo cual se convierte en un “casino global”.
Es por esto que la carrera por el dominio del mundo es impulsado por una dictadura del Capital Financiero Transnacional; en el cual existen tres sectores del Capital Financiero Transnacional que se destacan por: a) el dominio del Capital Financiero Especulativo; b) un complejo militar industrial de “seguridad” para acumulación capitalista y; c) Capital extractivo-energético. [3]
Además que en este periodo aparece con más fuerza el narcotráfico, momento en el cual se colapsa el tejido social y desnuda la capacidad del Estado Nacional de organizar la nación, entra como sostén de las economías -aunque valga aclarar que las economías no se basan precisamente en el tráfico de drogas sino por la militarización de los países- movilizando un mercado de guerra que además sirve para aplastar posibles brotes de protesta social.
En este contexto es que los capitales “nacionales” de los países de Centroamérica se vinculan al capitalismo internacional global a través de las finanzas, comercio, servicios, maquilas, etc. Y se vuelven facciones transnacionalizadas de las élites de la región.
Hoy son precisamente estas multinacionales las que se aprovechan, como anteriormente lo hicieron los antiguos dueños, la oligarquía financiera, de la existencia de situaciones de monopolio y oligopolio en las principales esferas económicas, para poder así ventajosamente acrecentar sus niveles de rentabilidad y repatriación de utilidades. [4]
Centroamérica es una región de abundancia, sin embargo para la lógica del imperio dirigida por una deidad única, unilateral, los recursos naturales con los que cuenta están en tierra de herejes. Por ello cualquier razón para controlar estos bienes naturales estratégicos y ponerlos en función de los intereses imperialistas se justifica.
Una palabra que no es final
Como ha sido propósito de este documento, no hemos querido, además de no ser posible, agotar la lógica de subordinación de la región al capitalismo transnacionalizado. Esperamos que abra una puerta para el debate al interior de las organizaciones populares, principalmente las que están luchando por la recuperación y protección del territorio.
En periodos de crisis, básicamente solo hay dos salidas. Una es la vía capitalista que pretende seguir con la lógica de acumulación de capitales para las empresas transnacionales en base al dominio y control del territorio a través de la fuerza o el convencimiento. La otra es la vía revolucionaria que implica definir qué modelo económico es el que favorece al conjunto de la sociedad. Cualquier término medio, prácticamente solo favorece a la primera. Aunque es importante estudiar las contradicciones que se generan y las posibilidades y necesidades que tenemos para impulsar ese otro modelo.
Con todo lo que se mencionó anteriormente, basta decir, se mire un poco más allá de lo que cada territorio representa para visualizar lo que el conjunto de la sociedad está enfrentando con el avance del capitalismo, el cual no puede frenarse sólo en los límites del territorio y de lo nacional, pues este es un sistema “globalizado”, “mundializado”, con presencia en el todo el mundo. Nuestras luchas si tienen expresiones territoriales, deberían necesariamente estar articuladas internacionalmente.
Erick Barrera Tomasino. Educador Popular salvadoreño. e-mail: erick.ajmaq@gmail.com
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