La reciente resolución aprobada por las grandes potencias en el marco del Consejo de Seguridad de la Onu es un capítulo más de la hoja de ruta que se está desarrollando de forma paralela al modo en que se utilizó contra el pueblo iraquí.
Libia e Iraq son dos territorios con grandes reservas de petroleo. Saddam Hussein y Muamar el Gadafi, han sido dos dictadores megalómanos cuyas relaciones con las grandes potencias han fluctuado desde la sumisión (guerra iraquí de castigo contra Irán, campos de concentración libios de inmigrantes africanos...) a enfrentamientos bélicos prácticamente suicidas.
Las guerras del golfo y la próxima guerra de Libia han venido precedidas por una manipulación mediática para conseguir apoyos en gran parte de la población de los regímenes invasores. Sólo hay que recordar las imágenes del cormorán impregnado de petróleo o la falsa noticia de las incubadoras desenchufadas de Kuwait por el ejército de Sadam para poner en tela de juicio las noticias que hablan de supuestos bombardeos contra la población civil libia, de los que no se ha visto ningún vídeo o imagen. Más aún, se ha utilizado contra Gadafi un vídeo de ejecuciones, cuando los autores de esos asesinatos fueron las tropas rebeldes.
Tanto en Iraq como en Libia ha habido levantamientos armados contra los gobiernos e Saddam Hussein y Gadafi. George Bush padre, más inteligente y mejor asesorado que su hijo, dio este primer paso que se ensaya ahora con Libia, crear una zona de exclusión aérea para proteger, no tanto a la población civil, sino como a las fuerzas insurgentes. Lo cierto es que esa zona de exclusión aérea no impidió que las tropas de Saddam Husein se hicieran con el control de todo el sur del país y parte del Kurdistan. Las potencias occidentales son sabedoras que, aún sin el apoyo de la aviación, las tropas libias leales a Gadafi van a terminar reconquistando todo el país.
Repasada la reciente historia de Iraq, es fácil concluir que el imperio quiere para Libia un destino como el de Iraq. Es cierto que la invasión del estado iraquí han ocasionado miles de bajas, civiles y militares de ambos bandos, pero, al final, el petróleo está en manos de multinacionales norteamericanas.
El gobierno libio no se lo va a poner tan fácil a las potencias invasoras como hizo Sadam Hussein con la invasión de Kuwait. Gadafi ha aprendido la lección y en respuesta a la resolución de de la ONU, ha anunciado un alto el fuego y el respeto de los derechos humanos de su población. Este es un movimiento táctico del gobierno libio que intenta deslegitimar la invasión.
En el caso de Iraq o Libia el factor determinante para la intervención occidental es el control de las reservas de petróleo. Si se trata de acabar con las dictaduras, la OTAN debería invadir Arabía Saudita y todos las monarquías del Golfo pérsico. Si se trata de evitar el uso de armas por parte de los gobiernos contra manifestantes pacíficos la Alianza debería estar bombardeando a las tropas de Bahreín.
Si se trata de proteger a población civil, la OTAN debería dejar de bombardear a civiles de Afganistán y Pakistán. Por que lo más paradójico de los motivos alegados para la intervención es la protección de la población civil, cuando estos han muerto por miles en donde las tropas de la OTAN/USA han intervenido. Los mismos motivos que sirvieron para movilizarse contra la Guerras del Golfo son válidos para oponerse a la intervención en Libia. Saddam Hussein fue un dirigente que causó muchas más muertes y sufrimientos que el propio Gadafi: Guerra contra Irán, invasión de Iraq, asesinato y represión de militantes comunistas iraquíes, represión contra los chiíes y kurdos... Todo ello no fue obstáculo para que millones de personas saliéramos a la calle para defender vías pacificas de solución de conflictos.
Oponerse a las intervención de la OTAN en Libia no es apoyar a Gadafi. No se trata de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, sino de evitar la expansión imperial y, sobre todo, evitar más muertes de inocentes.
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