Según el FMI su misión es «…contribuir a un nivel elevado de empleo y a la estabilidad económica, y hacer disminuir la pobreza.» [1] , pero lo que vivimos es todo lo contrario: el desempleo aumenta sin cesar, reina la inestabilidad económica, y en todos los lugares en los que actuó el FMI, la pobreza alcanza sus cotas más altas. Es inequívoco: el FMI fracasa en todas sus acciones, comenzando por los objetivos anunciados en el artículo 1º de sus estatutos: «Facilitar la expansión y el crecimiento armoniosos del comercio internacional y contribuir así a la instauración y al mantenimiento de niveles elevados de empleo y de ingresos reales, y al desarrollo de los recursos productivos de todos los Estados miembros, objetivos principales de la política económica.» [2]
Desprestigiado por los movimientos sociales y desacreditado por sus historias de corrupción, el FMI sufrió una falta de liquidez en el comienzo de la actual crisis: sus acreencias se fundieron, pasando de 106.800 millones de dólares a fines de 2003 a 15.500 millones de dólares a fines de 2007. [3] Podríamos entonces haber esperado una autocrítica de la institución que desembocara en una nueva orientación política hacia una mayor regulación. Pero eso es desconocer la razón de ser del FMI que, incapaz de apartarse de la doctrina neoliberal que lo constituye, está, a pesar de lo que diga su director general Dominique Strauss-Kahn, destinado a la continuidad sin ningún verdadero cambio estructural.
«Dar más dinero al FMI es como poner al lobo a cuidar las ovejas: se las va a comer»
En abril de 2009, los Estados occidentales, sin embargo en dificultad, decidieron reflotar el FMI por intermedio del G20 con el fin de ayudar a la institución financiera a retomar su rol de bombero pirómano momentáneamente frenado. [4] El FMI vio como sus recursos se triplicaban, pasando de 250.000 millones a 750.000 millones de dólares. Las reacciones no se hicieron esperar de parte de los movimientos sociales y también de algunos gobiernos progresistas: «Darle más dinero al FMI es como poner al lobo a cuidar las ovejas: se las va a comer», declaró el presidente boliviano Evo Morales. Por su parte, el presidente venezolano Hugo Chávez enfadado, afirmó: «Decidieron aplicar la misma medicina que está matando al paciente: un billón de dólares, más dinero para un hueco sin fondo; pero no sólo eso, sino que decidieron fortalecer a uno de los grandes culpables de la crisis que es el FMI, que por el contrario habría que cerrarlo». [5]
Confrontados a una crisis sin precedente, los gobiernos de los países industrializados llamaban a reformar el capitalismo, en todo caso se trataba de regularlo para mejorar su cara. Qué es lo que no habremos escuchado en aquella época: «Las agencias de calificación hacen un trabajo detestable», «Es necesario refundar el capitalismo» repetía el presidente francés Sarkozy en febrero de 2009. Un año más tarde, en enero de 2010, mientras que se esperaban más precisiones, el que se concedió un aumento del 172 % de su salario a contar desde 2008, [6] machacaba: «Francia no cuestiona el mercado. Pero un mercado sin reglas no es un mercado. Incluso si demasiadas reglas matan al mercado.» Decididamente, la tarea se pronostica mas bien difícil…
De todas maneras, las reglamentaciones y las regulaciones del capitalismo salvaje fueron fuertemente cuestionadas por los banqueros reunidos en el Foro Económico de Davos (Suiza) en enero de 2011. James Dimon, el patrón de JP Morgan Chase, delante de 2.500 patrones y dirigentes del planeta había advertido sobre los peligros de una regulación excesiva: «¡Demasiado es demasiado!» se sulfuró. Algunos días más tarde, Lloyd Blankfein, Presidente-Director General de Goldman Sachs, logró triplicar su salario para llegar a los 2 millones de dólares en 2011, «¿demasiado es demasiado?»
¿Otro G20 en vano?
Antes que a Estados Unidos, a Francia le toca la presidencia del G20 y del G8 en 2011. Excepto la foto de familia que clausura esas grandes ceremonias difundidas por todos nuestros medios comerciales, es muy difícil saber el coste que representa el evento para el contribuyente. Como ejemplo, según los cálculos suministrados por el gobierno canadiense, las ediciones precedentes del G8 y del G20 en Canadá en 2010 habrían costado 840 millones de euros, 712 de los cuales fueron para la seguridad. [7] Y es en este marco de las grandes y onerosas reuniones que los dirigentes de los países ricos intentarán regular un capitalismo sin aliento.
Para este propósito, Michel Camdessus, ex director general del FMI (1987-2000) aconseja a Nicolás Sarkozy para el G20 que debe celebrarse en Cannes en noviembre de 2011. Recordemos que el señor Camdessus está directamente implicado en las numerosas crisis que estallaron a causa de las políticas impuestas por el Fondo: México (1994), Tailandia (1997), luego toda Asia del sureste (1997-1998), Rusia (1998), Brasil (1999), Turquía (2001)… Muy cuestionado, Camdessus debió abandonar sus funciones el 14 de febrero de 2000, un año antes del fin de su tercer mandato y del estallido de la crisis en Argentina (2000-2001), no obstante un país considerado como alumno modelo del FMI.
¿Acaso Camdessus no había afirmado «Argentina tiene una historia que contar al mundo: una historia sobre la importancia de la disciplina fiscal, de los cambios estructurales y de una política monetaria rigurosamente mantenida»? [8]
En un informe [9] dirigido al jefe del Estado francés en enero de 2011, Michel Camdessus estima que la «regulación» debería estar gestionada por el FMI y aplicarla a los Estados , no a los mercados, ya que estos deben quedar libres y sin trabas con el fin de alentar la competencia más salvaje posible. Este informe preconiza especialmente «reforzar la vigilancia del FMI» sobre las «políticas presupuestarias, monetaria y financiera de los Estados» miembros y de imponerles «normas» de las que cualquier desvío podría ser sancionado. En forma clara, Camdessus aboga por «una disciplina eficaz» y una vigilancia acentuada del FMI con el objetivo de ir hacia un ajuste reforzado.
Elaborado por un panel de personalidades más liberales como Horst Koehler, ex director general del FMI, o Paul A. Volker, ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, el documento nos tranquiliza desde su primera frase: «La crisis mundial que se propagó a la casi totalidad de las economías desarrolladas y redujo el crecimiento mundial en el curso de la primera década de este nuevo siglo, está en vías de ser controlada» ¡Uf, dentro de poco ya estaremos a salvo! Es cierto que ya en mayo de 2008, el director general del FMI, Dominique Strauss-Kahn, había afirmado sobre el sector financiero: «las peores noticias están detrás de nosotros».
Por supuesto, habrá que esperar para que se produzca un cuestionamiento puesto que no es la hora de la autocrítica: «El objetivo de este informe no es sentar en el banquillo a todos los factores que contribuyeron a la crisis, ya se trate de la importancia relativa de las políticas económicas erróneas, de las debilidades estructurales de las instituciones financieras, de las debilidades de la regulación y de la supervisión o de las carencias de los dispositivos monetarios internacionales» Respondiendo a otro informe, [10] de la oficina independiente de evaluación del FMI, el señor Strauss-Kahn con medio millón de dólares de salario anual, dejará, aunque furtivamente, aparecer la incompetencia flagrante de la institución: «La incapacidad del Fondo de prevenir la posibilidad de una crisis sistémica de una manera suficientemente precoz, detallada y eficaz es un hecho que nos debe volver humildes…» [11]
El informe Camdessus es el enésimo informe que intenta una reforma del sistema para desarrollarse plenamente en un mundo sin crisis, pero lejos de buscar una vía salvadora y portadora de esperanza, se mantiene pegado a los fundamentos que llevan a los pueblos siempre hacia una mayor miseria. Es así como el FMI prosigue con su papel de gendarme de un mercado desregulado e impone sus sanciones a los países que no abdican. Encuadrar un capitalismo salvaje mediante unas reglas cada vez más estrictas del FMI siempre para mantener un liberalismo cada vez más desenfrenado, ésta es la única obsesión de los que detentan el poder de decisión. Sin embargo, el coste humano y ambiental de semejante gestión se ha vuelto tan gigantesco, que ya no se puede evitar la necesidad de juzgar a los jefes de orquesta de este lamentable desastre, en primer lugar el FMI del señor Strauss-Kahn.
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