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Lo que mas preocupo a la derecha sin embargo fueron las moderadas propuestas nacionalistas de Humala para acabar con la corrupción, fortalecer la soberanía estatal sobre los recursos naturales a través de impuestos a las sobreganancias de las empresas mineras, y la expansión del incipiente sistema de seguridad social existente en el país a través de una reforma educativa y pensiones para las personas mayores de 65 años. Si bien estas medidas no representan mayor peligro a la bien arraigada economía neoliberal en el Perú, en los antecedentes militares y el nacionalismo de Humala las elites perciben las incomodas resonancias del mas extenso y coherente programa de nacionalizaciones y Reforma Agraria del gobierno del general Velasco Alvarado durante la década de 1970. Para estas elites las mas modestas de las reformas representan una amenaza inaceptable al “boom” económico peruano de la ultima década de tasas de crecimiento similares a las alcanzadas por China. Ha sido empero un sector muy reducido de la población peruana el que se ha beneficiado de las grandes inversiones extranjeras responsables del crecimiento económico del país.
El 55% de los votos obtenidos por Ollanta Humala y Keiko Fujimori expresaron claramente que la mayoría de los peruanos tiene una visión muy diferente a la del “milagro económico” promovido por los tres candidatos derechistas que resultaron perdedores de la primera ronda electoral. Si bien, de acuerdo a cifras oficiales del gobierno peruano, la población en estado de pobreza se redujo en los últimos años, el crecimiento macroeconómico ha dado escasos beneficios tangibles para la tercera parte de la población que sobrevive debajo del nivel de pobreza. Esto es especialmente cierto para el 60% de la población de las zonas rurales que vive en la pobreza. El modelo económico exportador-extractivista ha exacerbado mas bien las seculares desigualdades regionales, étnicas, sociales y de genero que fracturan a la sociedad peruana. Gran parte de la riqueza del país se mantiene concentrada en la ciudad capital de Lima, sede de las grandes corporaciones mineras exentas de impuestos a las sobreganancias y responsables del despojo sistemático y destrucción de las comunidades, economías y el medio ambiente de las regiones andinas y amazónicas mas empobrecidas de todo el pais. Las concesiones a empresas mineras, gaseras y petroleras para exploración y explotación de recursos naturales cubren casi el 70% del territorio nacional representan una amenaza a la supervivencia cultural de comunidades indígenas y campesinas. Las protestas de estas comunidades en contra de grandes represas, empresas mineras y petroleras en defensa del medio ambiente y la soberanía nacional no han encontrado otra respuesta del gobierno de Alan García que la represión policial. La primera ronda electoral coincidió con paralizaciones regionales en contra de concesiones mineras y petroleras y proyectos hidroeléctricos en los departamentos de Ancash, Arequipa, Cajamarca y Moquegua. La segunda vuelta electoral a su vez estuvo enmarcada por una dramática huelga general de tres semanas en el departamento de Puno que dio lugar al cierre de la frontera entre Perú y Bolivia y la paralización total del comercio y el turismo. Los gobiernos regionales electos por voto popular, cuyo mandato constitucional es el de disminuir las diferencias regionales, se han mostrado inefectivos debido a que el gobierno central mantiene jurisdicción absoluta sobre los recursos naturales, concesiones mineras y petroleras, y la distribución de recursos fiscales.
Son estas desigualdades estructurales las que sostienen el fuerte apoyo a Humala en las regiones del Sur Andino y la Amazonia, así como la popularidad de Fujimori sobre todo entre los asentamientos urbanos pobres de Lima. El programa de Humala ofrece a estos sectores la esperanza de una mas equitativa distribución de los recursos generados por el “boom” económico. Por su parte el populismo y distribución de enseres y alimentos por parte de Keiko Fujimori durante su campaña satisfacían la nostalgia popular hacia los programas de alivio a la pobreza y el prestigio de la presidencia de su padre quien impuso ley y orden en un país devastado por una cruenta guerra interna. Hallado culpable por su papel en secuestros, asesinatos, sobornos y desfalco durante sus diez años como presidente, su padre Alberto Fujimori se encuentra en la cárcel cumpliendo una pena de 25 años. Después de ver derrotados a los tres candidatos durante la primera vuelta electoral, y dando prioridad a sus propios intereses sobre los mas elementales principios democráticos y de respeto por los derechos humanos, la derecha se reagrupo en apoyo a Fujimori ignorando su clara conexión con las políticas autoritarias, violaciones a los derechos humanos, y corrupción rampante durante la presidencia de su padre.
Las elecciones también resaltaron la intensidad con la que los miedos raciales y de clase siguen animando la política peruana. Para las elites los dos candidatos representaban un incomodo recordatorio que la mayoría de los votantes en el Perú no son como ellos. La atracción de Fujimori entre los pobres (sobre todo urbanos) significo para las elites la oportunidad de contener a las masas de piel oscura mediante modestos programas de gobierno con las clases bajas como clientes pasivos de la beneficencia estatal. Los simpatizantes de Humala, de otro lado representaban una población de clase trabajadora, campesina e indígena en demanda de reformas fundamentales al modelo económico reinante. Ante esta opciones las elites cerraron filas poniéndose en contra de su propio Premio Nóbel el conservador Mario Vargas Llosa. Después de su condena publica de las tendencias autoritarias y fascistas de Keiko Fujimori y el anuncio de que votaría por Ollanta Humala, el y su familia sufrieron ataques verbales públicos, a través de la prensa y las redes sociales. El audaz apoyo de Vargas Llosa hacia la candidatura de Humala fue critico en ganar votos entre votantes indecisos de las clases medias y altas. Las tendencias autoritarias de Keiko Fujimori y su historial de corrupción sin embargo importaron poco para las elites económicas y políticas cuyas actitudes hacia las clases populares llevan todavía la huella colonial de la oligarquía del siglo diecinueve.
Mientras por el momento es todavía temprano para predecir el rumbo que tomara el gobierno de Humala, su victoria electoral ha infringido un duro golpe tanto a la derecha peruana como a los intereses norteamericanos en América Latina. La elección de Humala ciertamente debilitara la recientemente formada Alianza del Pacifico entre México, Colombia, Chile y Perú. Auspiciada por los Estados Unidos, como tímida expresión de la fracasada Área de Libre Comercio de las Américas del presidente G. Bush, con el objetivo de contrarrestar los esfuerzos de la UNASUR y de recuperar el terreno perdido por inversionistas norteamericanos ante el empuje de capitales chinos, europeos y sudamericanos. La elección de Humala representa también una rotunda derrota para el presidente peruano Alan García. Con su desembozado apoyo a Keiko Fujimori García no solo violo las leyes peruanas sino que también puso los recursos del estado a disposición de la “guerra sucia” mediática en contra de Humala. Su partido, APRA, solo logro elegir cuatro congresistas.
La derrota mas significativa de la elección del 5 de Junio la sufrieron empero los tecnócratas fujimoristas que formaron parte del circulo de funcionarios y asesores del ex-presidente Alberto Fujimori y que constituyen piezas claves de su proyecto populista autoritario. La victoria electoral de Humala sobre Keiko Fujimori bien puedes marcar el principio del fin del fujimorismo como movimiento político organizado. Aunque la alianza electoral fujimorista, Fuerza 2011, logro el segundo numero de asientos en el congreso queda por ver que forma de alianzas lograran establecer con las por el momento agobiadas fuerzas de la derecha política peruana.
Muchos han interpretado la elección de Humala como una victoria para la izquierda latinoamericana. En la medida en que gano a pesar de la agresiva oposición de la poderosa derecha peruana, y con el apoyo de movimientos sociales regionales, indígenas, juveniles, esta interpretación es cierta. Mas aun, Humala gano como parte de una coalición electoral (Gana Perú) que incluyo a veteranos políticos e intelectuales de izquierda. Queda por ver empero hasta que medida (o tal vez que tan rápido) Humala se distanciara de aquellos miembros de su coalición que se mantienen presionando por cambios sustantivos al sistema político y económico, y que tanto será capaz de escuchar y responder a los rebeldes movimientos regionales, indígenas, campesinos y anti-extractivistas que hicieron posible su elección. Tampoco contara Humala con la ventaja de un organizado y coherente partido político o sostén ideológico. Si bien el Partido Nacionalista fue instrumental en congregar apoyo para Humala en algunas regiones del país, el apoyo mas significativo lo dio una amplia gama de movimientos sociales incluyendo movimientos anti-corrupción y anti-fujimori, grupos de derechos humanos, feministas y sobre todo los movimientos indígenas, campesinos, anti-minería y regionales que conforman la mas importante oposición al neoliberalismo en el país. Estas fuerzas fueron sobre todo importantes durante las ultimas semanas de la campaña cuando el movimiento “No a Keiko” organizo marchas masivas en Lima y otras ciudades del país. Su papel en la elección de Humala, y sobre todo en la resistencia al neoliberalismo, sugiere un posible giro dentro del país en la medida que los actores políticos en las regiones ganan mayor prominencia vis a visel tradicional control político ejercido por Lima. Esperamos que estos mismos actores políticos y movimientos sociales que hicieron posible la elección presidencial de Humala forzaran al nuevo gobierno a cumplir con las reformas económicas, sociales y políticas que demandan los movimientos sociales para empujar al Perú mas allá del neoliberalismo.
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