El miércoles 20 de abril de 2011, el señor Jack Lang, diputado por el Partido Socialista, acudió a un programa de gran audiencia: “Le Grand Journal” (El Gran Noticiero) del Canal + con el supuesto de debatir diversos temas relacionados con la política interna francesa; pero para sorpresa de muchos espectadores, el periodista de ese canal Jean Michel Aphatie entonó su conocida estridencia anticubana para precisarle a Lang su enfoque de predilección: “¿Es Fidel Castro un dictador de la peor especie?” “Por sus prisioneros políticos y las personas que apenas pueden respirar, mientras solo quedan algunos comunistas.”, apostilló Aphatie, en un contexto en que se presentaban imágenes de Fidel acompañado del presidente cubano Raúl Castro Ruz, en el plenario del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Cabría preguntarle a Aphatie por qué, con tantos temas en Francia y en la agenda de la política mundial, siempre tiene que hacerle a sus entrevistados la misma pregunta, como si su repertorio se resumiera a una interpelación, como si le pagaran por repetir una y varias veces la palabra “dictadura”. Ante esta situación extravagante, se podría sugerir a los lectores buscar el nombre de Aphatie en la nómina del Cuban Money Proyect, un centro de pago a los periodistas de diversos países para que entrevisten en contra del gobierno cubano; por lo que, en adelante, habría que dilucidar si Aphatie ya aparece o si aspira a que lo tengan en cuenta en la lista del dinero ante la reducción creciente del “poder adquisitivo” en su entorno. La ruta del dinero en Aphatie sería una investigación interesante que ayudaría a despejar la causa de su maligna actitud hacia Cuba, pues, hasta ahora, se me ocurren tres hipótesis fundamentales: es una cuestión de mercenarismo al servicio de grandes potencias; es un apego ciego, sin límites, a la ideología anticomunista; se trata de una compleja patología mental todavía no diagnosticada.
Pero sigamos. A la brutal tortura del antipático Aphatie, quien repetía a ritmo de ritornelo: “dictadura, dictadura, dictadura”, con voz segunda de un conjunto musical, Lang intentó hilvanar palabras, las cuales tejió tal vez “inconscientemente” a favor del objetivo de su entrevistador, que consistió en llevarlo a una posición indigna hasta que cayó como una endeble caña brava a la orilla de un rio, algo que siempre sucede tras el azote de vientos huracanados.
El ruido de aquel estribillo subliminar con acento de Aphatie perturbó la inteligencia de Lang, quien confesó a su inquisidor que, a toda prueba, tenía razón: “Fidel Castro es un dictador, un opresor que impuso un régimen político a su pueblo”. Desde entonces, Lang siguió en completa sintonía de jolgorio con Aphatie, hasta recordar bellas palabras del iluminismo francés: “Castro es un déspota ilustrado, que obtuvo logros en cultura, cine, educación y salud”. Así que en un sistema cruel y de opresión pueden lograrse semejantes conquistas sociales, las mismas que hoy existen en Cuba, y se trabaja intensamente para su ampliación y perfeccionamiento.
Pero Lang traía en su plegaria contra Fidel una verdad revelada, y ese era el momento para publicarla: “Sí, evidentemente, Cuba es una dictadura”. Y lo dijo con la transparencia del agua bendita que corre por el hermoso Sena. Claro, para mostrar asimismo que es un candidato ideal e idóneo al nuevo puesto de “defensor” de los derechos humanos.
Lang retozó con la acreditación mediática de Fidel y Cuba de dictador y dictadura respectivamente, y quiso matizar sus criterios con visos de una apócrifa imparcialidad cuando benefició a Obama (Barack) con la voluntad de diálogo y de cambio de la política hacia Cuba, ignorando la nítida posición del gobierno cubano acerca de esta problemática, que le fuese transmitida, en el 2009, por el presidente Raúl durante horas de conversación en La Habana, que lo enaltecieron y emocionaron en calidad de “emisario especial” del presidente Nicolás Sarkozy. Habría que preguntarle al bien informado Jack Lang por qué ignoró las apreciaciones sobre el tema de James Carter, ex presidente estadounidense, que visitó la Isla, reuniéndose con Fidel, Raúl, sosteniendo amplios encuentros con sectores e instituciones de la sociedad civil cubana y de la llamada disidencia tutelada por Washington. Estas omisiones mutilaron todo equilibrio en sus festinados juicios sobre Cuba.
En el programa el dios crono corría veloz. Aphatie había casi ganado el debate cuando Lang se burló del tiempo: se vistió de gladiador intrépido y en un segundo entró en desacuerdo con un “embargo anormal” que los cubanos consideran un bloqueo económico, comercial y financiero”, porque significa un conjunto de acciones agresivas mantenidas por medio siglo para destruir a todo un país, o sea, un verdadero genocidio; pero que en apego a la “moralidad” de un francés es un simple “embargo” que no debería existir después de la “guerra fría”. Tal parece que las estrategias, los métodos y los procedimientos de ese período nefasto en las relaciones internacionales no se aplican hoy en la política internacional, y en las guerras calientes que los imperialistas occidentales practican con la participación de la OTAN en África y Medio Oriente. Sí, por mezquinos intereses geopolíticos y económicos en sus fines de dominación global.
En fin, Jack Lang estuvo irreconocible en el estudio del Canal +, y asumió una postura irrespetuosa hacia el líder y fundador de la primera Revolución socialista que habla español, y que es tan autóctona – lo seguirá siendo- como el pingorotudo de su palma real. Lamentablemente, este factor de índole civilizatorio fue soslayado por Lang, un avezado conocedor de cuestiones socio-culturales.
Nadie como el novelista Gabriel García Márquez, premio Nobel de literatura, genuino embajador de la cultura universal, ha podido captar al Fidel auténtico, puesto que lo hizo en su artículo titulado:”El Fidel Castro que yo conozco”, del cual deseo compartir un fragmento con los lectores:
“Fidel es el antidogmático por excelencia (…) cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los efectos reales. Lo llaman Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues, e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal. Sueña con que sus científicos encuentren la medicina final contra el cáncer y ha creado una política exterior de potencia mundial, en una isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal.”
Después de estas palabras del célebre novelista, el show Aphatie-Lang es un espectáculo bajo y risible que roza con el peor estilo miamense basado en el terror mediático sobre y contra Cuba. Lo que sí resulta evidente es que Lang no conoce al Fidel real, tampoco le interesa conocerlo a plenitud, porque es un revolucionario radical, anticapitalista y antiimperialista.
A Lang sólo le concierne la democracia burguesa y la institucionalidad capitalista impuesta a sangre y fuego al mundo por las ricas potencias occidentales.
A Lang sólo le incumbe la puja por obtener el bien remunerado puesto francés de “defensor de los derechos”, en disputa también por otros excelsos paladines de los “derechos humanos y la democracia occidental”. Y me refiero a Bernard Kouchner, quien -a diferencia de Lang-, aduce razones íntimas y entrecruza sentimientos del corazón para manifestar su odio visceral a Fidel, considerado un “malvado dictador” en sus asiduas diatribas anticubanas en la radio francesa. En ambos casos, ni con el travestismo mediático podrían lograr su “ilusión” de adjudicarse el disputado cargo.
Mientras la contienda por la justiciera responsabilidad de “defensor de los derechos” continúa, Lang, aturdido de oportunismo y por el látigo despiadado de su verdugo Aphatie, pudiera encontrarse todavía tan aquejado como el público de la emisión estelar del Canal +, o, por qué no, absorbido en el análisis filosófico y semántico de este texto insondable: “Cuba: todo es y todo no es. Cuba: nada es y nada no es. Cuba: es lo que es y no es lo que no es. Sí es no y no es sí. Donde dije digo, ahora digo Diego”.
Así de graves son probablemente las lesiones cerebrales que deja Aphatie en las personalidades políticas que con frecuencia son invitadas al gran espectáculo del Canal +. Desde luego, señores, este es, en mi opinión, el periodismo de la peor especie sobre Cuba en Francia, que por sus impactos y secuelas en las mentes de millones de personas pudiéramos clasificar de gran noticiero del terror.
Créanme. Siento piedad por Jack Lang: un hombre que ama la cultura y profesa el sueño del “Duende cubano”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario