El auge de la nueva ultraderecha marca la agenda europea
El auge de los partidos de extrema derecha ante la decepción hacia los partidos tradicionales impulsa a los Gobiernos 'comprando' parte de su discurso con un refuerzo de las políticas antiinmigración.
Helsinki, 17 de abril. El eurodiputado finés Timo Soini da el campanazo electoral y se convierte en el hombre decisivo en el país tras conseguir que su partido, Verdaderos Finlandeses multiplique sus apoyos. Mientras, en Menton, a casi 3.000 kilómetros de distancia, en la frontera entre Francia e Italia, se corta el tráfico ferroviario para evitar la entrada de inmigrantes tunecinos.Estas dos noticias aparentemente inconexas son las dos caras de un fenómeno que se retroalimenta desde 2008 en el Viejo Continente: por un lado, el auge de los partidos de extrema derecha ante la decepción hacia los partidos tradicionales. Por otro, la respuesta de los Gobiernos ante este auge 'comprando' parte de su discurso con un refuerzo de las políticas antiinmigración.
Es más, tanto la victoria de Soini como el conflicto entre Francia e Italia ponen en evidencia el carácter europeo del problema, ya que en ambos casos obligan a la Unión Europea a intervenir: si el líder ultraconservador quiere renegociar el rescate a Portugal, el conflicto por los inmigrantes tunecinos supone todo un reto para los acuerdos de Schengen que permiten la libre circulación de personas.
El modelo Wilders
El eurodiputado finlandés es el último de una serie de nuevos líderes ultraderechistas que, con una imagen menos estridente, están haciendo su agosto en las urnas de todo el continente.
De ellos, el que ha tenido una mayor relevancia internacional es el holandés Geert Wilders. Tiene la llave del poder en el Gobierno, al que ha impuesto que apruebe la prohibición del burka. Se permite criticar la Reina de Holanda por hacer un llamamiento a la tolerancia. Y, mientras, patrocina la islamofobia en la Zona Cero y en la Cámara de los Lores, en Berlín y en Jerusalén.
Sin embargo, tiene muy claro un lado cuál ha sido el principal logro de él y la nueva derecha xenófoba europea que abandera y lo resume en tres palabras: “Merkel tiene miedo”.
"Si surge en Alemania tal y como yo hice en Holanda, un líder carismático, podría tener un 20% de los votos. Quiero decir una figura sin un historia de ultraderecha, que represente una amenaza para los partidos mayoritarios, y por eso tratan ahora de copiarnos: Merkel ha declarado ahora que la sociedad multicultural ha fallado", comentaba en una entrevista reciente en el semanario alemán Der Spiegel.
La verdad de las encuestas...
Lo cierto es que esos datos, los de las encuestas, cada vez están más de su parte, y no solo en Alemania.
Si Merkel ve en el discurso antieuropeo e islamófobo la amenaza -y la oportunidad- para su coalición tras el desplome de los liberales y el auge de los verdes, Sarkozy trata de articular un discurso de dureza contra la inmigración con debates como el de la identidad nacional y endurece su discurso ante el nuevo rostro del Frente Nacional, Marine Le Pen.
En otros países, como en Italia, la xenófoba Liga Norte mantiene a Berlusconi mientras en Holanda Wilders decide el juego político, en Austria la unión de las dos formaciones de ultraderecha amenaza a la Gran Coalición en el Gobierno, en Dinamarca la derecha populista es decisiva y en Suecia ha entrado por primera vez en el Parlamento.
En ese contexto, la canciller sorprendió en el congreso de las juventudes de su partido, la CDU, con unas palabras en las que daba por muerto el multiculturalismo, en lo que suponía un ataque directo a la integración de la principal minoría del país, los turcos.
El primer ministro británico, David Cameron, le secundó en esa afirmación unos meses después
"Lo que dice Merkel es una mentira. Alemania no ha sido nunca multicultural y lo que ocurre es el resultado de una falta de política de integración", denuncia Ricard Zapata, profesor de la la Universidad Pompeu Fabra e investigador del grupo interdisciplinar sobre Inmigración, que estudia el fenómeno a nivel europeo.
Para Catherine de Wenden, investigadora experta en inmigración del Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales del CNRS de París, tampoco es cierto que el multiculturalismo haya fracasado en Alemania y pone como ejemplo al propio líder de Los Verdes, de origen turco, que se ha convertido en uno de los principales dolores de cabeza de Merkel.
"Los partidos antiinmigrantes que se presentan como salvadores del estado-nación está provocando un cambio de discurso en los partidos tradicionales que habían tenido un discurso responsable hasta ahora con el tema", constata Zapata, que considera que la importancia del elemento identitario en los estados europeos unido a la crisis económica "es una mezcla explosiva".
...Y la de las cifras
Sin embargo, las puras cifras estadísticas sobre inmigración, paro y crecimiento económico distan de justificar el aparente auge del sentimiento antiinmigración en la Unión Europea.
En Alemania, por ejemplo, el número de inmigrantes se ha reducido entre 2008 y 2009 y aunque en términos cuantitativos es el país de la UE con más inmigrantes -poco más de siete millones- precisamente la patronal alemana ha pedido la llegada de más mano de obra inmigrante dado el declive demográfico del país para mantener el crecimiento económico.
En Francia, los inmigrantes suponen tan solo el 5,8% de la población, una cifra que en Holanda -la Holanda de Wilders- apenas supera el 3,9%, según los datos recogidos por Eurostat.
En cambio, los países en los que más ha aumentado la inmigración en la última década, España y Reino Unido -que cuentan con en torno a un 10% de población inmigrante- los partidos de ultraderecha tienen una representación nula o residual.
Más aún, estos dos países son los que han registrado una de las mayores caídas en el PIB entre 2007 y 2009 y en España el paro se ha disparado por encima del 20% sin que se haya manifestado una opción ultraderechista excepto la amenaza de una formación xenófoba en Cataluña que finalmente no consiguió representación en el Parlament.
Mientras, en la Alemania donde el multiculturalismo ha fracasado la economía crece y el paro se reduce mientras en la Holanda acosada por el Islam el número de inmigrantes ha caído en 50.000 en los últimos dos años.
En estas circunstancias para De Wenden, el problema tanto de Merkel como de Sarkozy no es tanto una preocupación sobre las consecuencias de la inmigración descontrolada en un contexto de crisis económica sino sus intereses electorales.
El peligro del interés electoral
"Tanto la canciller Merkel como el presidente Sarkozy están en un periodo prelectoral. A medida que la división entre derecha e izquierda se reduce en ambos países -con entre un 3 y un 5% de votantes que hacen la diferencia para las mayorías- tratan de atraer a los márgenes, pero eso no significa que caigan en la derecha: solo quieren sus votos", diagnostica.
El problema, como señala José Ignacio Torreblanca, del European Council of Foreign Relations (ECFR) es que con discursos como el de Merkel "se acepta la agenda del contrario porque piensan que pueden contrarrestarlo".
"Empiezas hablando de los subsaharianos irregulares que están en Malta y de repente alguien dice que se puede expulsar a los gitanos. ¿ Y por qué no vas a expulsar a los inmigrantes comunitarios que están si trabajo? Eso te lleva a cerrar Europa", señala.
En este contexto, lo ocurrido en las revueltas árabes con la huida masiva de inmigrantes
Y es que, más allá de la inmigración, el verdadero problema que ha puesto de manifiesto la actual crisis económica es la pérdida de peso de Europa frente al foco de poder de Estados Unidos, por un lado, y los emergentes liderados por China, por otro.
"Europa se enfrenta a una crisis en la que siente que ya no es más líder en el mundo frente a China, Brasil o la India, y en el que hay un debilitamiento de las fronteras nacionales", apunta de Wenden.
Ante eso, recuerda Torreblanca, la salida que ofrecen Wilders y otros miembros del nuevo populismo europeo es una agenda "que aceleraría el declive de Europa".
"La Europa moderna se basa en derechos humanos y en valores comunes a la Humanidad. Nuestra ambición es la de un continente unido y no dividido por diferencias étnicas o religiosas", concluyó en un discurso inusualmente duro el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon ante el Consejo de Europa el pasado mes de octubre.
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